¿Quién quema el Amazonas?
La Amazonia arde. Las imágenes de satélite son espeluznantes por su escala. A más de 2.700km de distancia, el humo es tal que lleva la noche a Sao Paulo a las tres de la tarde. La prensa europea culpa a Bolsonaro y Bolsonaro a los ecologistas. Pero, en realidad, no hay un solo pirómano, es una cadena que empieza a decenas de miles de kilómetros y que articula grandes capitales, estados como Brasil, políticos como Bolsonaro... y ONGs de lo más ecologista.
Hay efectivamente, una relación clara entre deforestación e incendios en la Amazonia. Y es cierto que Bolsonaro, que llegó al poder apoyado por la burguesía agroexportadora, dio mano libre a la deforestación como le pedían sus patronos. Pero su parte en el conjunto es menor: entre 2006 y 2017 se deforestaron 220.000 kilómetros cuadrados (casi media España peninsular) en la cuenca brasileña del Amazonas y el Cerrado... pero el ritmo deforestador en 2018 -tras la llegada de Bolsonaro- bajó... para repuntar después con violencia: 1200 km2 del Cerrado y más de 1300 km2 de selva en julio.
En toda la serie histórica la parte del león se la llevó, como vemos en los gráficos, el Cerrado. Esta región, llana y húmeda se tala para plantar soja. Lo que cambió con Bolsonaro es que la tala amazónica se igualó a la del Cerrado porque dio vía libre a las grandes madereras. Ahora, desde el punto de vista de los incendios y del CO2, la parte principal del drama sigue estando en el Cerrado.
Porque la soja no se produce para el mercado interno, se produce para la exportación... a China. Por eso cada acelerón de la guerra comercial tiene una traducción directa en Hectareas taladas... que, por cierto, se mide con tecnología china. Las hectáreas desforestadas causan a su vez un aumento del riesgo e incidencia de incendios en un bosque tropical cada vez más fragmentado por la tala salvaje y los campos cultivados. Incluso sin necesidad alguna de que los incendios sean provocados, la presencia de campos y zonas desforestadas multiplican los focos de incendios en los bordes de los bosques debilitados en plena sequía y cambio climático.
La mayoría de la soja se usa hoy para distintas productos agroalimentarios. En realidad no fue la extensión de la ganadería la que llevó a que en Argentina o Brasil se cultivara soja, sino la extensión de la soja la que llevó a que se estabulara el ganado y se alimentara con el nuevo cultivo dominante y extensivo por cuestiones evidentes de escala y precio. Dicho de otro modo: En América del Sur fue la soja de consumo humano la que llevó a una explotación ganadera menos sostenible y con carnes de peor calidad. China, donde la soja importada es bastante más barata que la soja subvencionada local, importa soja para producir aceite de soja -cuya producción en suelo chino sigue creciendo-, piensos para pollos y cerdos y en grado menor, comida para consumo humano. Incluso nuestros queridos veganos, también tienen su parte, aunque muy muy pequeña a decir verdad, en el desastre.
Así que ¿quién quema la Amazonía? La guerra comercial, el gobierno de la burguesía agroexportadora brasileña... y los capitales que apuntan a producir más y más derivados de la soja para elaboraciones alimentarias -para forraje y piensos pero también para alimentos procesados y veganos- a costa de la salud de muchos y la naturaleza de todos. En dos palabras: el capitalismo.