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19/12/2018 | España

Los últimos meses han convertido las divisiones de la burguesía española en fracturas dentro del estado y sus aparatos. El peor resultado posible de la presidencia Sánchez. Y sin embargo, parece emerger un consenso sobre la primera fase de la hoja de ruta de la burguesía española: la forma que tomará el aparato político y el juego de partidos a partir de ahora.

Recordemos la hoja de ruta de la burguesía española impuesta por la guerra comercial y la crisis económica pero también por la revuelta de la pequeña burguesía catalana. Necesitan:

  1. Renovar el aparato político para volver a tener «gobernabilidad», es decir, mayorías absolutas con las que poder...
  2. ...Reformar la estructura territorial para evitar que los movimientos centrífugos de una pequeña burguesía agobiada por la crisis y los impuestos condenen al estado a la impotencia política; y así... 4. ...Encarar una nueva oleada de medidas ‎ precarizadoras‎ que den oxígeno a un capital nacional que no hace sino devaluarse con cada golpe de la guerra comercial y reducir sus expectativas de crecimiento; un movimiento en el que sería central para ellos...
  3. ...Desarbolar el sistema de pensiones para que pase de ser un gasto estatal creciente a un campo de acumulación para el sector financiero.

Pero el primer paso, fundamental para todo lo demás no ha podido ser más precario, incluso contraproducente. La resistencia de los viejos aparatos partidarios y el aventurerismo de Sánchez no han servido más que para evidenciar una y otra vez su propia dependencia política y parlamentaria de la pequeña burguesía nacionalista catalana y vasca. Para rematar, el ascenso de Vox en las elecciones andaluzas fractura el voto del PP dando forma parlamentaria a otra dimensión de la revuelta pequeño burguesa. Todo sobre un fondo de crisis general del estado y en vísperas de los juicios a políticos catalanes independentistas.

Un retrueque sorprendente

Lo sorprendente es que las primeras grandes encuestas tras las elecciones andaluzas muestran un panorama que permitiría a los grandes partidos del capitalismo de estado español, volver a liderar mayorías absolutas. El primero en darse cuenta fue Casado, el líder del PP que fantaseaba con un bloque de gobierno Ciudadanos-PP-Vox en ciclos de presidentes de C's o PP en función del ganador interno o dicho de otra manera, en la capacidad de erosión que C's tuviera en cada convocatoria para arañar votos del PSOE. En el PSOE, los barones regionales, dependientes de alianzas para gobernar, han hecho otra aritmética: piden a Sánchez que cese en la invisibilización de C's en la TV pública y medios de comunicación afines porque, datos en la mano, creen que basta con dar un «empujón» a los de Rivera para que los votos PSOE-C's puedan, mañana o en un futuro cercano, producir una «mayoría suficiente». Es decir, está emergiendo un consenso en el que tanto PP como PSOE se ven capaces de volver a producir mayorías absolutas en gobiernos de coalición con Ciudadanos, reinstaurando «el turno» y asegurando una pulsión disciplinadora y más que posiblemente recentralizadora.

Pero lo realmente importante es que no olvidemos que todo ese programa, bien envuelto en la bandera rojigualda y los llamados a la unidad y el europeismo, no es un objetivo en sí mismo. Se trata solo del medio que necesitan para poder seguir adelante con su hoja de ruta. Y en ella el verdadero rival a batir no es esa pequeña burguesía impotente que viene poniendo palos en la rueda de la clase dirigente. A quienes quieren batir es a los trabajadores. Necesitan atacar nuestras condiciones de vida, trabajo y jubilación para darle aire a un capital nacional ahogado. Ayudarles a gestionar mejor el estado o simplemente plantearnos ese plano de discusión es al final defender el mejor modo posible de socavar y negar nuestras necesidades humanas.