¿Qué significó Gorbachov?

¿Quién fue Gorbachov?
Gorbachov fue un dirigente stalinista que llegó a máximo dirigente del partido-estado ruso (el PCUS) y lo condujo durante los años que precedieron a su colapso.
¿Son ciertos los mitos sobre Gorbachov?
1981, Gorbachov, Andrei Gromyko, Nikolai Tijonov, Leonid Brezhnev, Mijail Suslov, Konstantin Chernienko, Yuri Andropov y Boris Ponomarev
Frente a la prensa estadounidense y europea Gorbachov creó la imagen de ser un «hombre nuevo», nacido del stalinismo pero no comprometido con él y separado de sus métodos políticos. Destacaban el lado humano, su supuesta cercanía con la gente común y la relación con su esposa Raisa. En Rusia sus rivales internos en cambio, difundieron la imagen de un hombre débil, indeciso, incapaz de tomar decisiones drásticas en los momentos críticos. Para unos, Gorbachov representaría la impotencia de los reformistas del stalinismo ante el poder del aparato del PCUS y la KGB; para otros, sería el responsable del hundimiento del régimen por su falta de capacidades.
El mito de Gorbachov que ha quedado en las décadas posteriores difundido masivamente por los medios es una mezcla de ambos cuentos. Pero la realidad dista mucho de ambos. Basta leer la biografía cuasi-oficial que ofrece la Wikipedia para darse cuenta de que Gorbachov fue cooptado por la burocracia desde muy joven: nieto del dirigente de una granja colectiva e hijo de un héroe de la «gran guerra patria», a los 18 años recibió la «Orden de la Bandera Roja del trabajo»; los órganos del partido le dieron además un premio para entrar sin necesidad de exámenes de acceso en la Universidad Lomonosov -la cuna de los altos dirigentes de la época- y sólo dos años después fue admitido como miembro del PCUS. A partir de ahí, tras sólo 15 días de trabajo como ayudante de la fiscalía, comienza una carrera burocrática en el partido-estado bajo el ala primero de Brezhnev, que lo asciende al Comité Central en 1978 y de Andropov después.
Se mire como se mire, Gorbachov fue el hijo predilecto de los sucesores -y camarilla- de Stalin, seleccionado por éstos desde muy joven como el garante de la continuidad del sistema. No era un hombre nuevo, libre de los pecados del régimen. Fue su usufructuario más distinguido. Y de hecho su operador más eficiente, un verdadero maestro en las artes burocráticas, como reivindica su biógrafo Oleg Kashin.
Si comparamos a Gorbachov con cualquier otro secretario general -Brezhnev, Stalin, Jruschov-, resulta ser mucho más duro, más eficiente, más rápido y, en general, más genial que cualquiera de ellos en todos los aspectos. Logró cada uno de sus objetivos, incluso aquellos que contradecían los principios básicos de funcionamiento del PCUS, como la expulsión de sus opositores del Politburó. Hasta Stalin, para convertirse en Stalin, tuvo que dedicar más de diez años, y aun así no pudo ganar las elecciones en el «congreso de los vencedores». Sin embargo, Gorbachov rápidamente se deshizo de todos sus oponentes en el Comité Central. [...]
Gorbachov, con la ayuda de Rust [el escándalo generado por el aterrizaje de un ultraligero en la plaza Roja], se enfrentó a todos sus oponentes en el liderazgo del ejército. Stalin hizo esto, pero solo 13 años después de llegar al poder y literalmente con la ayuda de ejecuciones, y Gorbachov, dos años después de asumir el cargo de Secretario General, eliminó con calma toda la dirección militar. Se llama político débil e indeciso, ¿verdad? Incluso Yeltsin y Putin no pudieron y aún no pueden permitirse esto.
Entrevista a Oleg Kashin en Gazeta.ru
¿Por qué Gorbachov apostó por la «Perestroika» y la «Glasnost»?
El capitalismo de estado ruso, por su origen histórico, es decir por ser el producto y el motor de la contrarrevolución en Rusia, tenía notables diferencias con los capitalismos de estado de EEUU o los países europeos. Su elemento definitorio, la planificación estatal centralizada, multiplicó las contradicciones propias del capitalismo de una forma propia y extrema.
El plan central, impuesto a la dirección industrial por la alta burocracia, indicaba el numero de bienes a producir por cada rama -hasta 20.000 productos de todas ramas llegaron a estar planificados- y asignaba a los trabajadores una cantidad limitada de bienes. Acumular dinero no aseguraba un mayor acceso a bienes de consumo. Es importante entender lo que esto implica:
- No hay competencia en el mercado entre plantas individuales. Los precios son fijos y el dinero solo sirve para facilitar el intercambio.
- El numero de bienes a producir está fijado por el estado. Asimismo, el numero de bienes a comprar por parte de cada industria lo está también. No se puede rechazar el producto si es de mala calidad o bajar los precios si hay sobreproducción.
- No es posible despedir a los trabajadores, la admistración de cada planta se las tiene que arreglar como pueda para mantener la producción.
El tercer punto es un buen ejemplo de las «concesiones» de fachada de la alta burocracia a los trabajadores en la era de Jruschev, no por amor, sino por miedo a un levantamiento. Los burócratas intermedios y bajos podían llegar a cobrar menos que un trabajador industrial porque la llave de entrada al consumo no era el salario, sino la pertenencia a la burguesía de estado rusa. Era la mayor o menor cercanía al núcleo último de poder estatal lo que daba acceso a bienes de consumo escasos, pisos unifamiliares, vacaciones en dachas y balnearios, viajes internacionales, automóviles e incluso a no pocos bienes de consumo básicos.
¿Cual es el resultado de este ordenamiento social capitalista «sin» mercado? Algo completamente inesperado para todos: una sobreproducción brutal en las industrias básicas y una carestía exagerada de productos de consumo al final de la cadena industrial. No era ningún secreto: aparecía una y otra vez en los documentos de cada congreso del PCUS, solo era aparentemente ignorado por los propagandistas filosovieticos extranjeros de la época y sus epígonos que ni siquiera eran capaces de leer ruso.
En los congresos desde los años 30 a los 70 se llama a poner todos los esfuerzos en aumentar la producción de bienes de consumo básicos. Se aumenta la producción, mejora la planificación, pero no hay manera. Del mismo modo (y por las mismas razones que en Cuba), la maquinaria industrial se avería y falla muchas más veces que en los países occidentales. Informes soviéticos indican que hasta 4 veces más de lo visto fuera. Las plantas de Azerbaiyán llegan a producir ropa que resulta defectuosa entre el 30% y el 80% de los casos y muchos ejemplos más...
¿Se puede planificar el capitalismo? 29/6/2018
El régimen estaba pinzado entre la tensión imperialista con el bloque EEUU y la resistencia de los trabajadores, que desde el 53 (Berlín) a las huelgas de masas en Polonia (1970, 1976 y 1981) pasando por Hungría en 1956 amenazaban seriamente la estabilidad no sólo de sus estados satélite sino de la propia cabeza del bloque.
La situación se hace evidente tras la invasión de Afganistán en 1979. El caos capitalista versión rusa había llegado al punto de que dependía del grano de EEUU para evitar la hambruna. Y cuando Carter en 1979 bloquea las ventas, el régimen pasa a depender de Argentina, motivo por el cual apoyó a la dictadura militar al punto de que Galtieri consideró el apoyo militar de Moscú en la guerra de Malvinas en 1982. Y poco después, el movimiento antimilitarista de los padres de soldados empieza a contagiar a las fábricas, donde empieza una oleada de huelgas que crecerá y se masificará a principios de la década siguiente.
La burocracia se da cuenta de que tiene que enfrentar la situación abiertamente y emprender una «reestructuración» (Perestroika). En principio el hombre elegido es Andropov, un stalinista duro ex-jefe del KGB, gran impulsor de la psiquiatría represiva y valedor de Gorbachov. Pero Andropov muere tras solo quince meses en el poder cuando todavía estaba afianzándose en el aparato del partido-estado. Le sucede Chernienko, la última gran momia de la época de los asesinatos masivos stalinistas que muere antes de un año en el cargo.
El terreno está despejado para una nueva generación y un nuevo programa: la perestroika. Gorbachov es elegido secretario general del PCUS el 11 de marzo de 1985.
¿Por qué fracasó la Perestroika?
Asamblea de comités de huelga durante la huelga de masas del Donbass en 1989
El programa de la Perestroika no era otra cosa que realizar reformas en la organización de la propia burocracia que impulsaran de nuevo la acumulación. Por eso venía acompañada de la Glasnost (transparencia). La clase dirigente tenía la doble esperanza de que retirar la opacidad sobre los desastres de los burócratas locales y los gerentes industriales, impulsara un sistema competitivo entre ellos capaz además de levantar la esperanza entre los trabajadores, como a cierto punto había pasado en los primeros años de Jruchev.
No fue lo que ocurrió. En cuanto la burocracia empezó a hacer más violenta la explotación, todo el territorio del estado estalló en huelgas masivas. Sólo en el verano de 1989 la huelga de masas de los mineros del Donbass movilizó a más de 200.000 trabajadores organizados espontáneamente en comités y consejos, les siguieron los trabajadores petroleros azeríes que eran más de 700.000 y los mineros del Extremo Oriente. Huelgas de conductores y maestros salpicaban todo el país. La burocracia estaba con las manos atadas.
Sin embargo, el vigoroso movimiento que incapacitaba al régimen encabezado por Gorbachov para sacar adelante la reestructuración de su sistema no tenía capacidad de ir más allá de reivindicaciones políticas defensivas básicas. Sesenta años de stalinismo habían arrasado con toda organización de clase. No había posibilidad de que madurara una expresion política, una consciencia, capaz de convertir la crisis económica y política del sistema en una revolución.
El stalinismo nunca sometió totalmente a la clase obrera, y ésta acabó destruyendo al stalinismo. Pero destruyó todas las formas de organización que el proletariado se había dado a sí mismo en su lucha contra el capital, dejando sólo organizaciones revolucionarias minúsculas y dispersas, de hecho incapaces de aprovechar el debilitamiento de la dictadura de Moscú.
[Golpe de estado en] Rusia, agosto 1991
¿Por qué cae Gorbachov e implosiona el aparato político del Partido-Estado ruso dando lugar a las nuevas repúblicas?
La impotencia de la burocracia para imponer su programa de dominio y explotación acrecentada no podía sino exacerbar las fracturas en su propio seno. La batalla en el seno de la burocracia se radicalizará hasta el intento de golpe de estado de 1991, que acaba con la existencia de la URSS, la aparición de nuevos estados y la prohibición del PCUS por los que hasta entonces habían sido sus dirigentes.
Desde las huelgas masivas de 1989 sectores enteros de la burocracia descreen ya de Gorbachov y su capacidad para reanimar el negocio. Empiezan entonces los nuevos movimientos nacionalistas, tanto más fuertes y más decididos a entregarse a un imperialismo externo o mayor, cuanto más fuerte es la lucha de clases en su entorno.
La lucha de clases generó progresivamente temblores telúricos de creciente intensidad y cuyo epicentro se acercó sin cesar al Kremlin. La lenta desintegración del bloque oriental afectó entonces directamente a los países vecinos y ahora corroe los vínculos con los países absorbidos a principios de la Segunda Guerra Mundial (los Estados Bálticos) o incluso en el momento de la formación de la URSS, como Georgia, desangrada por el georgiano Stalin, o Armenia.
Sin embargo, hasta hace muy poco, no había ninguna organización o lucha nacionalista en estas naciones. Todas ellas fueron creadas tras los fracasos de la represión de la acción obrera que expresaban. En Lituania (antiguo ducado del Reino de Polonia y Lituania), por ejemplo, el impacto de las luchas de los trabajadores en Polonia ha sido decisivo y explica en parte el avance de este país en el proceso centrífugo en curso.
Por eso no hay «ruptura» de la clase dirigente: los nuevos políticos y empresarios tanto de los nuevos estados independientes en nombre de la liberación nacional, como de la misma Rusia en nombre de las libertades y el bienestar, son parte de la burocracia stalinista que hasta poco antes hablaba de la fraternidad de los pueblos y vendía los supuestos éxitos del socialismo en un solo país.
Eran los mismos nombres, los mismos mandamases de los mismos aparatos, buscando nuevas vías de reorganizar y modernizar el capitalismo de estado. Y a nadie pasaba desapercibido en aquel momento. Tampoco es que fueran discretos.
La implosión del Partido-Estado no provocó el terror de sus secuaces, sino su carrera jubilosa hacia refugios no menos siniestros: demócratas, fascistas y nacionalistas, con un afán de cada cual a lo suyo, mezclado con racismo y xenofobia, he aquí viene el vivero donde vuelve a florecer el estiércol stalinista. A la cabeza de los milicianos transcaucásicos, dentro de Pamiat o en los alrededores de Elstin, se encuentra el mismo molde de inhumanidad y mentiras.
En contra de las tonterías que se propagan por la casta periodística, todos estos nuevos líderes han aprendido eficiencia bajo el Partido, el Ejército o el KGB. Trabajar eficazmente no significa producir útilmente bajo el reino del capital, donde los burócratas, los tecnócratas y los autócratas pululan como alimañas sobre los pobres. Su función era únicamente bloquear el camino a la subversión, vigilar la capital.
Hoy ya no pueden hacerlo. Han perdido ante los proletarios que los odian y los ven como opresores. Han ganado y cumplido su función al hacer creer a la gente, al menos temporalmente, que cualquier revuelta produciría nuevos Stalin.
Esta eficiencia se reconvierte esencialmente en la gestión productivista del capital. Inmediatamente socavan su frágil victoria porque sólo tienen una consigna, una sola instrucción y una sola salida para los proletarios: la explotación. El aumento de la explotación, el inicio de los despidos masivos y el aumento vertiginoso de los precios ya han acabado con las ilusiones proletarias sobre los beneficios de la independencia nacional y la democracia.
[Golpe de estado en] Rusia, agosto 1991
¿Fue Gorbachov un «traidor»?
Los golpistas del 91, confiados todavía en poder revivir el sistema a base de represión militar pura y simple de los trabajadores, pensaron en Gorbachov como un fracaso, un mano blanda no como un traidor.
En la Rusia de 1991 no quedaba nadie para llamar traidor a Gorbachov. Estaban todos los miembros de su clase, hasta entonces organizados en los cuerpos dirigentes del PCUS, ocupados en acelerar el hundimiento de un barco que no iba a ningún lado.
Fuera del bloque, quedaban huérfanos, eso sí, burocracias satelitales como Cuba y una pléyade de partidos y grupos amigos de la URSS hasta entonces subvencionados con más o menos generosidad.
El discurso sobre la «traición de Gorbachov» vendría años después del resurgir del nacionalismo ruso y serviría a la facción reagrupada en torno a Putin y ocupada en reorganizar el estado, la burguesía y el capitalismo de estado ruso para atraer a la parte más atrasada de la pequeña burguesía, especialmente en el campo, las ciudades de provincia y en el ejército. Un grupo social ya entonces avejentado y nostálgico de los buenos tiempos stalinistas que en parte se mantuvo reagrupado en torno al llamado partido comunista de la federación rusa y otras fuerzas afines.
Pero al margen de interpretaciones torticeras, la verdad es que Gorbachov no traicionó a su clase. Mas bien fue al revés, como dejaba ver en las escasas entrevistas que concedió, recluido y dedicado a financiar su propia existencia y la de su esposa con una fundación.
Gorbachov fue en realidad el último gran burócrata de la URSS empeñado en hacer de la vieja y herrumbrosa maquinaria de dominación y explotación creada por la contrarrevolución, un modelo de explotación capitalista competitivo. Un proyecto tan miserable como fracasado que no aparece con mejor luz ni siquiera comparándolo con lo que vino después.