Davos fue un día el sanatorio de los burgueses europeos con tuberculosis, el escenario de «La montaña mágica» de Thomas Mann
La descomposición del discurso
Merkel y Macri en Davos. Alemania necesita exportar tanto excedentes como capital, Macri se ve huérfano del apoyo americano con Trump.
Para Merkel y Macrón, el proteccionismo de Trump «no lleva a ninguna parte». En cambio, para el Secretario de Comercio de EEUU, «la guerra comercial existe hace mucho, la diferencia es que ahora las tropas americanas están llegando al frente de batalla». Ni que decir tiene, que ambos llevan razón. La guerra comercial era un hecho antes y es más clara ahora, y desde luego no lleva a otro lugar que al agravamiento de las tensiones imperialistas y al militarismo de forma cada vez más abierta.
Davos 2018 fue la escenificación de la divergencia en los discursos sobre la globalización de los principales países imperialistas.
Tomemos China. Su juego es el mismo de Trump... o Merkel: globalización para sus productos, barreras de entrada para los ajenos. Pero frente a EEUU se presentan como los defensores del librecambio mundial, ensalzando así su propio papel como potencia mundial. Ni las realidades totalitarias cotidianas, ahora hipertecnologizadas, ni la represión de huelgas obreras, ni los ataques brutales a la clase trabajadora de la burguesía china tienen nada que envidiar, desde luego, a los de las demás potencias imperialistas. Desde luego no cabe duda de la naturaleza capitalista de una China que nunca ha sido ni mucho menos socialista.
La moralización feminista
Lagarde y Sandberg defendiendo la paridad dentro de la burguesía como «revolucionaria». Sandberg: «Un mundo mejor sería aquel en el que la mitad de los estados y empresas estuvieran dirigidas por mujeres»
La forma del moralismo en Davos ha cambiado con los años: unos años nos abrumaron con admoniciones sobre el cambio climático, otros se rasgaron las vestiduras con la corrupción, éste le tocó el turno a las desigualdad entre hombres y mujeres. Por supuesto el cambio climático no se debe a un meteorito, los corruptos no son peones de obra y la discriminación de la mujer no es un sorprendente y nuevo vicio de los trabajadores, sino que, como todo lo demás es el producto directo de un capitalismo que es una gran máquina de generar discriminaciones y triturar personas. Pero desde luego eso «no estaba en agenda». De lo que se trataba era del reconocimiento de la mujer burguesa, al parecer infravalorada por sus compañeros de clase. Un «temazo» que llevado por personajes de la talla Christine Lagarde, Directora del FMI, se supone que debería provocarnos una tremenda empatía.
La burguesía arrastra una delirante pasión por moralizarnos y culparnos de los desastres que ella misma crea.
¿Qué se coció en Davos? Un conjunto de relatos para intentar convencernos de que la burguesía representa y lidera el progreso. Con diferentes sabores y caminos, pero para el bien del planeta. ¿Cuál es la realidad? Que el capitalismo de hoy está muy lejos de poder ser progresista de ninguna manera. Lo que se testaron fueron distintos discursos para la guerra comercial y para dividirnos. Su esperanza y su objetivo es que les sigamos bajo sus banderas -nacionales, feministas, globalistas, nacionalistas, proteccionistas... ¿qué importa?- y que desconfiemos de nuestros compañeros de clase. Si hay una oportunidad para la Humanidad es que hagamos justamente lo contrario.