Qué ha cambiado y qué no un año después de la primera «huelga feminista»
Un año después de la primera «huelga feminista ¿qué paso con la «brecha de género»? ¿Y con el feminismo mismo?
Qué ha cambiado
Como se ve en el gráfico, en España no hay diferencia apreciable en los salarios medios de los trabajadores entre varones y mujeres en los salarios de menos de 3.000€. De hecho, en el primer decil, el de los trabajadores más precarizados, hay una pequeña diferencia (10€/mes) a favor de las mujeres. Los datos han «mejorado» del año pasado a éste pura y simplemente por el [hundimiento de los salarios «normales» (entre 1000 y 1600€) y la polarización de rentas en los extremos](http://<a href=). Es muy probable que la implantación del nuevo salario mínimo de 900€ acentúe todavía más ese proceso y con él la igualación de los trabajadores... hacia abajo. Ni para bien ni para mal ha tenido nada que ver con el feminismo. Sin embargo el discurso feminista, dando la alarma sobre una «brecha de género» prácticamente inexistente, ha servido para ocultar la precarización y el empobrecimiento de la gran mayoría de los trabajadores de ambos sexos.
En la pequeña burguesía clásica, España es el país europeo con mayor tasa de «emprendedoras» es decir, con mayor participación de mujeres de la pequeña burguesía en la dirección y puesta en marcha de nuevos negocios. Por cada 10 hombres, 9 mujeres en el total.
Pero en el primer gráfico también se ve que la otra fuente de desigualdad salarial está en el decil superior, el que cobra de media más de 4.400€/mes, es decir la burguesía y la pequeña burguesía corporativas. En el capitalismo de estado la herencia ya no es tan importante en la reproducción de esas clases como en el viejo capitalismo ascendente, lo que se «hereda» es el acceso a ciertas rentas y posiciones. Por eso la desigualdad salarial entre sexos escuece especialmente a esta clase. En el Ibex se buscan 352 consejeras. Las principales tecnológicas extranjeras en España (Google, Microsoft, etc.) ya tienen mujeres de «country managers», son las «prácticas» de la cohorte que hará el relevo generacional en el brazo empresarial de la clase dirigente. La burguesía está mudando y «feminizando» su piel.
Lo que no ha cambiado
La tendencia a la afirmación del feminismo como ideología de estado. Desde el feminismo como nuevo frente popular de Podemos, al «feminismo liberal» de C's pasando por el «discurso país» de Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo, el feminismo se ha convertido en la solución aparente de la incapacidad de la burguesía española para movilizar tras de sí, activamente, a la población. No es solo en España. El «feminismo de derechas» del gobierno Piñera en Chile es un ejemplo de cómo el aparato político de los estados se está realineando para convertir la renovación generacional pendiente de las élites en «paridad» y vendernos lo progresistas que son... entre ellos y ellas.
El bombardeo mediático-ideológico. Criticar la ideología bajo el concepto de «violencia de género» -que las mujeres asesinadas por sus parejas lo son, siempre, por ser mujeres- se hace equivaler a negar el «holocausto», lo que insinúa su tipificación como nuevo delito de opinión contra una ideología que se pretende hacer obligatoria desde el colegio. La segregación de sexos -vieja reminiscencia del catolicismo contra el igualitarismo cojo de la burguesía- se blanquea desde la educación a la hostelería.. Carentes de todo pudor, la mismísima Lagarde abre el «debate» sobre si la crisis de los últimos diez años no sería culpa del machismo y la prensa se refocila en preguntas beatas como el carácter supuestamente machista del aire acondicionado. Y por supuesto, no hay ministerio o administración del estado que no colabore a la «huelga feminista». ¡¡Si hasta las sectas y timos piramidales se venden ya como feministas!!
¿Resultado? El esfuerzo estatal está conectando con una parte de la pequeña burguesía, cuadros medios funcionariales y estudiantes, impregnados todos por un vago anticapitalismo declarativo que canta a una utopía pobrista y pacifista en la que una burguesía femenina resolvería mágicamente todos los problemas. De vuelta a la vida real, en la que el ejemplo de «feminización» es la industria armamentística de EEUU, los que se atreven a hacer encuestas, descubren que la mayoría de las mujeres jóvenes en países como Gran Bretaña considera la igualdad entre hombres y mujeres algo básico pero rechaza ser «feminista». La idea de que feminismo y lucha contra la discriminación sean una y la misma cosa, no cuela.
El carácter reaccionario de toda huelga «de mujeres». Se vista como se vista -falsificando la historia directamente o a base de «interseccionalidad» y teoría antipatriarcal- disolver la clase en el magma interclasista de «las mujeres», dividir las plantillas como si los trabajadores varones tuvieran intereses diferentes, fracturar los cortejos de las manis para que los hombres «no nos tapen»... es exactamente lo contrario de lo único que en de verdad puede enfrentar las discriminaciones que realmente sufrimos las trabajadoras.
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