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Qué aprender de la «huelga feminista»

08/03/2018 | Crítica de la ideología

Todos los medios de comunicación llaman hoy a la «huelga feminista»: desde el ultra y monárquico ABC, a «El País» que había publicado el relato del éxito 24 horas antes acompañado de una buena batería de ideología rancia de construcción de un «enemigo intemporal» y descalificaciones de posibles «traidoras». Se organiza el teatro de la seguridad para dar marchamo subversivo y de masas a una concentración de decenas, se busca algún obispo gagá que haga declaraciones enloquecidas y... se ponen las instituciones a trabajar, hasta la reina Letizia. ¿Qué podría salir mal?

Todas estas movilizaciones son el equivalente de unas maniobras militares del aparato político del estado. Sirven para ejercitar y medir la capacidad de las instituciones para encuadrar al conjunto de la sociedad, lo que las conecta con la siempre presente tensión hacia la «unión sagrada» y la guerra. Hace falta una gimnasia de «causas comunes» para mantener la ilusión de la nación viva, ya lo vimos en la huelga-bluff convocada por la pequeña burguesía independentista en octubre.

Lo que hace diferente la «huelga feminista» de una campaña de ahorro de agua o de solidaridad con un desastre natural, es que tiene una utilidad política inmediata. Hoy la burguesía española está estancada políticamente porque no encuentra cómo encuadrar a una pequeña burguesía cada vez más reaccionaria y levantisca constituida en verdadera fuerza centrífuga. No es el único caso: vemos tendencias similares en Francia e Italia. El problema de fondo para la burguesía española es que por motivos históricos, desatendió durante años la ideología de la alianza con las clases medias y se sintió satisfecha entregandoles la gestión del aparato local del estado. El triste resultado es que hoy la pequeña burguesía en buena parte de España no cree tener «intereses nacionales», sus ingresos vienen de aparatos que cuanto más «autónomos», más cercanos a la independencia formal, más tienen a repartir. Sobre ese terreno fértil, la crisis de deuda y la austeridad fiscal se convirtieron, no solo en Cataluña, en un verdadero vendaval de fuerzas centrífugas. El «feminismo» es un discurso que la burguesía puede asumir -de hecho le sirve para renovarse- y que espera sirva de enganche, de nueva causa común con las pequeñas burguesías regionales levantiscas... a las que crea toda una salida profesional en el aparato del capitalismo de estado nacional. Por eso, como no podía ser de otra manera, donde verdaderamente triunfa la huelga de hoy es entre el profesorado y el estudiantado universitario, donde los sindicatos estudiantiles se han volcado con todo el alma. No todos los días el estado ofrece una nueva carrera en su seno en estos tiempos de precarización y austeridad fiscal.

Pero a pesar de la campaña mediática brutal de estas semanas, por lo que vamos viendo y según evoluciona el día, el impacto entre las mujeres de clase trabajadora está siendo mínimo. Lo que unido a lo anterior demuestra la futilidad y el verdadero significado de todas esas tácticas que nos proponen «entrar y participar para radicalizar el movimiento y darle un sentido de clase». No se puede dar un sentido de clase a unas maniobras generales del aparato político del capitalismo de estado. No se puede aportar contenido de clase a una mistificación que desvirtúa el significado mismo la palabra huelga.

Algunos compañeros se dan cuenta de que la burguesía es una gran recicladora en términos políticos y que intentará reutilizar su propio fracaso para encuadrar masivamente bajo las banderas violetas a las mujeres trabajadoras. Por supuesto. Siempre lo hacen: desvirtuar primero para descalificar después sobre definiciones falsas. Igual que cuando nos hacen pasar las masacres de la contrarrevolución stalinista por «crímenes del comunismo». Pero de ahí también tenemos que aprender algo importante: no se trata de «animar las ganas de luchar» porque nunca van a faltar falsas movilizaciones que sirvan para dividirnos como clase y atarnos al yugo de la unidad nacional. Se trata de transmitir precisamente que solo luchar de forma independiente, bajo nuestras propias banderas, crea y conduce a una alternativa.