¿Puede desplazar Vox al PP?
Según la encuesta publicada hoy por el diario conservador ABC Vox pasaría de una intención de voto equivalente a 33 escaños en julio a 46 hoy, mientras el PP pasaría de 121 a 103 en el mismo periodo. Con todo, Vox seguiría por debajo del resultado electoral de noviembre pasado y el PP por encima. Pero la tendencia es clara y el mensaje contundente: la estrategia inaugurada en agosto por Casado para re-encuadrar a la pequeña burguesía españolista en radicalización no ha funcionado.
falsario espectáculo mantenido en Madrid por el gobierno regional (PP) y el ministro de sanidad (PSOE), es toda una señal del momento de verdadera descomposición que vive la derecha de estado. Una vez el gobierno intervino y cerró la ciudad como un todo -abriendo la movilidad dentro de ella-, la presidenta y su gobierno
El tema de este artículo fue elegido para el día de hoy por los lectores de nuestro canal de noticias en Telegram (@communia).
¿Qué le ha pasado al PP?
El PP, como el otro gran partido de estado, el PSOE, tiene una doble función: la primera es articular la relación del aparato político con determinadas capas del propio estado y la burguesía corporativa -hay buenos estudios estadísticos sobre eso-; la segunda representar y modular los intereses del capital nacional frente a amplios sectores sociales. Si esta segunda función allega el PSOE a discursos de justicia social a los que en principio serían más sensibles los trabajadores, orienta al PP hacia perspectivas más cercanas a la pequeña burguesía corporativa y empresarial y el nacionalismo español.
Hace casi diez años ya, a partir del 15M, esa capacidad de encuadramiento de la pequeña burguesía por los partidos sistémicos comenzó a resquebrajarse. La situación se agravó paulatinamente a partir de 2012, culminando hace ahora tres años con la declaración de independencia del parlamento catalán. El independentismo catalán no solo electrizó y movilizó a la gran mayoría de la pequeña burguesía catalana, radicalizó el españolismo de una parte de la encuadrada bajo el PP en todo el país al tiempo que impulsaba las tendencias y partidos localistas y regionalistas. El resultado en la foto del parlamento de noviembre era clara:
Una verdadera explosión de partidos independentistas, nacionalistas, regionalistas y hasta provincialistas que dejó un parlamento con 18 partidos, 13 de los cuales no se presentaban en todo el territorio. Si sumamos todos los partidos regionalistas con los representantes de Vox -su imagen especular por ser el «partido anti-autonomías»- inflado como ellos por la crisis catalana, salen 102 diputados. El «partido de la pequeña burguesía en revuelta» sería el segundo en número de representantes.
«El aparato político vuelve al borde del colapso», 11/11/2019
El PSOE, aunque necesitado de los votos independentistas y obligado a meter a Podemos en el gobierno, podía relatar sus propios equilibrismos como un abrazo del oso. De hecho, a cierto punto parece estar siendo así vistos los resultados electorales gallegos y vascos y la erosión continua de Podemos en las encuestas.
Desde la perspectiva del PP la situación era mucho más acuciante: con su base electoral dividida en tres partidos y con la ley electoral haciendo casi imposible un tripartito al modelo andaluz o murciano, Casado apostó por llevar la revuelta pequeñoburguesa dentro del partido. Es más, optó por ponerla en primera fila al dar los puestos de mayor visibilidad a Cayetana Álvarez de Toledo e Isabel Díaz Ayuso. La primera tuvo que ser retirada después de la quinta mayoría absoluta de Feijoo. La segunda, es ya un lastre contra el que clama el núcleo del aparato.
En ese marco, las encuestas de hoy confirman lo que era predecible: el PSOE puede hacerle supuestas pasadas por la izquierda a Podemos desde el gobierno sin temer generar demasiada desconfianza en el conjunto de la burguesía española. Es significativo que los roces con la burocracia del estado se centren fundamentalmente en cuestiones de procedimiento y en los ministerios podemitas.
En cambio, desde la oposición, el PP no tiene recorrido si quiere ocupar el espacio de ira y golpe en la mesa de Vox. Llegada la hora de la verdad, el PP está para defender el estado y no puede seguir a los de Abascal en cosas como intentar ilegalizar a los partidos independentistas.
¿Por qué crece Vox?
Vox es el hijo bruto y broncas del PP. Su marco ideológico es el del aznarismo no el de la derecha populista europea. Su núcleo fundacional y sus referentes están ligados, como actores menores, al mundo del capital financiero, su base es una amalgama hecha de cuadros bajos corporativos, tenderos, propietarios agrícolas, dueños de gasolineras, cazadores con malos divorcios y taurinos victimizados. Pequeña burguesía rancia y conservadora.
Se dan cuenta, por supuesto, de que ocupan una parte del espacio que ocuparían Salvini o Le Pen si existieran en España. Pero Salvini y Le Pen están muy lejos del liberalismo de garrafón de los voxitas, a quienes la renta universal de los grillini o los programas de endeudamiento y gasto público de Salvini les parecen una aberración social-comunista.
Así que intentan ocupar el espacio simbólicamente, darles un sucedaneo a sus propios simpatizantes e intentar crecer a partir de ahí como partido antisistema. Pero no les sale. Están demasiado limitados por el catecismo aznarita. Cuando crean un sindicato propio, incomodan a sus propios nichos de votos en los sindicatos funcionariales porque ni siquiera saben copiar sus reivindicaciones corporativas. Cuando van a los barrios de las grandes ciudades buscando captar una parte del descontento, el único mensaje que tienen para el tendero con el agua al cuello es echarle la culpa al migrante, pero el comerciante no ve al migrante, sino al banco y la gran superficie, como los causantes de su situación económica. Así que, afortunadamente, el populismo del que son capaces no funciona. Los votantes obreros de Vox siguen siendo tan huidizos como el Yeti, y probablemente por el mismo motivo: son tan pocos que no hay manera de encontrarlos.
El camino de crecimiento de Vox está entre las bases airadas del PP. El crecimiento de Vox es, ante todo, una revuelta interna hecha por fuera de un partido poco permeable a sus propios seguidores, no una alternativa a sus políticas. Si se les pregunta a los votantes de Vox en qué les falló el PP, inmediatamente aparecerá el monotema: la incapacidad de Rajoy para enfrentar el independentismo.
¿Es Vox un peligro directo y real?
La consolidación de Vox en la derecha española es un problema para la burguesía y el estado. En lo inmediato neutraliza al PP como alternativa de gobierno real. Además, con unas empresas cada vez más necesitadas de capital externo y por lo tanto pendientes de la imagen-país, Vox es un estorbo, un elemento de inestabilidad que contribuye a malos titulares y peores evaluaciones. Pero Vox en realidad es un síntoma. Es la materialización de la incapacidad de deglutir la revuelta pequeño burguesa por el partido de estado de la derecha. Una señal de que el aparato político ha hecho aguas y que el sistema mediático de radios y periódicos conservadores se ha vuelto disfuncional a su razón de ser.
Es decir, el problema real para el estado y la burguesía española es reinventar el PP, su discurso y su entorno, no Vox. Su debilidad es que el PP es un mamotreto de relaciones entre cacicazgos locales, estado, grandes empresas y redes clientelares aun más difícil de rehacer y reinventar que el PSOE. Por eso la crisis de la derecha apunta a largo.
Pero, en mitad de una crisis como ésta ¿la burguesía española no tendrá la tentación de movilizar a esa pequeña burguesía furiosa contra los trabajadores? Esa sería, en esencia, la salida fascista. Una opción que la burguesía europea apoyó en los 30 en una ventana de estancamiento de las luchas de los trabajadores tras un periodo de lucha de clases muy aguda. No fueron entonces partidos o programas conservadores como los de Vox los que le fueron útiles para tal jugada. No falta buena literatura de la época sobre ésto. Y en cualquier caso, tampoco parece un horizonte inmediato... entre otras cosas porque solo estamos en una fase germinal de ascenso de las luchas. La burguesía quiere remozar y fortalecer sus aparatos políticos, dañados en prácticamente todo el mundo, pero no siente una presión que le obligue a recurrir al siempre fastidioso revolucionarismo de la pequeña burguesía para justificar una renovación del aparato político. Por eso la República tampoco está en el horizonte.
La burguesía española no quiere intentar relegitimar el estado apoyándose en la ira y la desesperación de la pequeña burguesía, solo quiere amansarla y diluir sus expresiones en los partidos de estado al modo que Merkel parece estar consiguiendo en Alemania. Y a eso va a jugar. No a lanzar a la derechona más mamporrera contra los trabajadores por las calles. Otra cosa es que los medios de la derecha soplen las velas de Vox... hasta que consigan hacer encallar a Casado. Pero para los trabajadores eso, como sus equivalentes en la izquierda, es una batalla de casa ajena.