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Protestas en Kazajistán 5 claves para entender qué está pasando

07/01/2022 | Asia

La represión de las protestas en Kazajistán se ha internacionalizado: paracaidistas rusos y tropas armenias, kirguisas y tayikas bajo mandato de la OTSC están entrando en el país para enfrentar a los manifestantes. Las agencias rusas hablan de una acción conjunta para enfrentar «terroristas» y «bandidos», las norteamericanas de un intento de Putin de «expandir su influencia». Ambas invisibilizan la realidad: del domingo pasado a hoy, el estado kazajo ha colapsado ante un conato de huelga de masas que se ha extendido a todo el país pero que sin embargo está lejos del nivel de auto-organización de los trabajadores que hemos visto en Irán.

¿Qué ha pasado?

Ni intento frustrado de golpe de estado, ni invasión rusa: represión de una huelga de masas

La cronología de las protestas en Kazajistán habla por sí misma. El pasado domingo, 2 de enero, estallaron protestas masivas en Janaozen después de que el gobierno doblara los precios del gas. Tras los primeros conatos de represión los trabajadores levantaron barricadas en toda la ciudad.

En la noche del 3 al 4 de enero comenzó una huelga salvaje en las empresas petroleras de Tengiz. Pronto la huelga se extendió a las regiones vecinas. En la actualidad, el movimiento huelguístico tiene dos focos principales: Janaozen y Aktau, dos de los principales centros de las industrias extractivas.

Protestas en Kazajistán. Camiones de huelguistas llegan a Alma Ata

El 4 de enero llegaron camiones con trabajadores petroleros a Alma Ata y miles se sumaron a la protesta ocupando el centro de la ciudad y protestando frente al ayuntamiento.

El presidente Tokayev anunció el estado de emergencia en las regiones y en la mañana del 5 de enero aceptó la renuncia del gobierno y propuso sustituir la subida de precios del 100% por otra del 50%. Por la tarde anunció que había reemplazado a su mentor, el ex-dictador Nazarbayev al frente del Consejo de Seguridad del país. Después de reconocer que las protestas se habían extendido a más de la mitad del país anunció que decenas de «alborotadores» habían sido «liquidados» y se estaban identificando sus identidades.

A pesar de la represión, los manifestantes siguieron protestando frente al ayuntamiento de Alma Ata, superando a las fuerzas policiales (ver vídeo). El edificio acabó en llamas y las concentraciones se centraron en la Fiscalía General del Estado y la residencia oficial del Presidente.

También en Aktobe, el otro gran foco insurreccional, el edificio de gobierno local fue asaltado, sin éxito, por los trabajadores. Las protestas en Kazajistán estaban lejos de agotarse.

La represión siguió asesinando y deteniendo en masa durante toda la noche. En Alma Ata, los manifestantes levantaron barricadas, y se grabaron en vídeo varios casos de desarme de las fuerzas de seguridad. Ante la resistencia, en muchas ciudades del país la policía se disolvió o se unió a las protestas.

Para hacer frente al colapso al que habían llevado al estado las protestas en Kazajistán, Tokayev lanzó a los paracaidistas contra los manifestantes y solicitó a los jefes de los estados de la OTCS que enviaran tropas para superar la «amenaza terrorista», calificando a los manifestantes que había intentado calmar poco antes como «bandas terroristas internacionales».

¿Quiénes son los manifestantes?

Ni terroristas internacionales, ni ciudadanos airados: trabajadores en lucha

Las protestas en Kazajistán se dan en un contexto más amplio que el que está presentando la prensa. Como destacamos en nuestro resumen anual de luchas, uno de los avances más importantes de 2021 fue que desde Kazajistán al Donbass pasando por Georgia, los trabajadores ensayaron formas de afirmación como clase.

No es casualidad que ahora uno de los epicentros de las protestas en Kazajistán sea Janaozen. La ola de huelgas en Janaozen en julio fue una referencia en todo Asia Central. El movimiento, que, como entonces señalamos, tendía a convertirse en huelga de masas a pesar de los obstáculos sindicales, no ha dejado desde entonces de sumar sectores y conectar plantillas, manteniendo una tensión constante que ha imposibilitado hasta ahora una represión brutal abierta.

Pero su influencia ha ido mucho más allá de local. En Kazajistán hubo más huelgas en la pimera mitad de 2021 que en los tres años anteriores juntos, todas centradas en Mangystau y Janaozen.

Cuando en noviembre, un accidente en las minas de Karaganda, empujó los ánimos de los mineros hacia una nueva gran huelga como la de 2017, los sindicatos saltaron a cercenar cualquier intento de respuesta. Y prácticamente al mismo tiempo estalló la huelga en las plantas gaseras de la Mangystaumunaigaz en la región de Janaozen. La referencia de Janaozen convirtió la frustración de los mineros en fermento de una huelga salvaje (=por encima de los sindicatos) que ahora estalló.

Es esta acumulación y confluencia de luchas que van pasando una a una -aunque no todas- por encima de los sindicatos la que explica la rápida movilización a partir del día uno, cuando el gobierno pone en marcha la subida de precios del gas para consumo doméstico y transporte.

Por ejemplo, desde el día 2 los mineros de Jezkazgan, en Karaganda, verdadero epicentro de las huelgas salvajes, se manifiestan ante el edificio del gobierno por una rebaja de la edad de jubilación, contra la inflación y por la libertad de manifestación. Hasta el día 5, en pleno colapso del estado, los representantes políticos locales ni siquiera se dignaron a recibir las peticiones de los trabajadores.

Para calentarse, los manifestantes encendieron una hoguera y los lugareños les llevaron comida y té. Los mineros dicen a RFE/RL que la manifestación es pacífica. La policía vigila la situación pero no detiene a nadie. A partir de las 15:00 horas del 6 de enero, unas 300 personas se encuentran cerca del edificio del akimat. Según uno de los participantes de la acción, anoche había muchos más manifestantes, y hoy se están sumando nuevos participantes.

En la región de Karaganda, como en otras regiones, no funciona Internet, hay problemas con la comunicación celular. La mayoría de los operadores informan de que sólo es posible realizar llamadas de emergencia.

¿Por qué luchan los trabajadores?

Ni «Euromaidan» anti-ruso ni «lucha contra la corrupción», las necesidades básicas de los trabajadores son el motor de las protestas en Kazajistán

El detonante que ha acabado de empujar las huelgas y protestas en Kazajistán haciéndolas confluir ha sido la subida del precio del gas.

Las explotaciones extractivas están en medio del desierto y todos los bienes son importados. La subida del gas para el transporte significa subida general de precios y pérdida de un poder de compra que ya estaba al límite por los bajos salarios.

Los precios del gas, que también producimos, han subido por las nubes. Todo depende del gas. Si el gas se encarece, todo se encarece.

La gente de a pie ya dispone de pocos ingresos, y la situación empeorará. Que reduzcan el precio del gas a 50-60 tenge. O que aumenten nuestros salarios a 200 mil tenge. De lo contrario, no sobreviviremos cuando todo se encarezca.

Las autoridades dicen que no hay suficiente gas, que la planta construida hace 50 años está desgastada, anticuada. ¿Y qué han hecho durante 30 años?"

Un trabajador, recogido por RLT

Los directores de las plantas, sindicalistas y el presidente local intentaron «explicar» a los trabajadores por qué «necesitaban» subir los precios (ver vídeo). El argumento de siempre: la empresa, en caso contrario, entraría en pérdidas y se perdería el empleo, que había que aguantar y esperar un futuro mejor. Los trabajadores respondieron que contar «cuentos de hadas» no era solventar los problemas y políticos, sindicalistas y directivos marcharon sin convencer a nadie. Los trabajadores estaban escarmentados.

El año pasado estas empresas comenzaron a ser optimizadas a gran escala. Se recortaron puestos de trabajo, los trabajadores empezaron a perder sus sueldos, las primas, muchas empresas se han convertido en simples empresas de servicios.

Cuando en la región de Atirau la empresa Tengiz Oil despidió a 40 mil trabajadores a la vez, se convirtió en una verdadera conmoción para todo el oeste de Kazajistán. El Estado no hizo nada para evitar esos despidos masivos. Y hay que entender que un trabajador del petróleo alimenta a 5-10 miembros de su familia. El despido de un trabajador condena automáticamente a toda la familia al hambre.

Aquí no hay puestos de trabajo, salvo en el sector petrolero y en los sectores que atienden sus necesidades.

Ainor Kurmanov

¿Las protestas en Kazajistán son en realidad una revolución?

Las protestas en Kazajistán no han llegado a revolución, es una huelga de masas que no acaba de auto-organizarse

Lo que estamos viendo no es una revolución, sino una huelga de masas que no acaba de cuajar y que sin embargo ha bastado para colapsar el aparato represivo del estado kazajo.

Salvo en algunas empresas de Janaozen, las luchas han confluido pero no las asambleas y los comités elegidos por éstas. En su conjunto, la lucha está todavía lejos del nivel de auto-organización de los trabajadores que hemos visto en Irán.

El resultado es que los trabajadores han descubierto su propia fuerza y aparecido como sujeto político determinante a nivel nacional... pero no tienen capacidad de organizar el poder que ha quedado vacante.

Esta debilidad organizativa de las protestas en Kazajistán no puede dejar de convertirse en una debilidad programática. Lo hemos visto en Aktau esta pasada noche. Los dirigentes sindicales tomaron la cabeza de las protestas con la aquiescencia de las fuerzas represivas y el gobierno regional, reafirmaron las reivindicaciones básicas a las que se oponían hasta hace nada, y llamaron a mantener el orden. Muy simbólicamente, plantaron una bandera nacional -símbolo del interés al que se enfrentan los trabajadores- tan pronto como pudieron.

Los sindicatos siembran el camino hacia la derrota, como en todos lados, pero al final de ésta hay algo peor que un nuevo recorte a las necesidades básicas. Reforzado por los paracaidistas rusos y animado ante la perspectiva de contar con 2.500 soldados tayikos y kirguisos que la OTSC le ha prometido inmediatamente, el presidente Tokayev ha ordenado al ejército «disparar a matar» contra los «20.000 bandidos» que según él protestan en Alma Ata.

¿Por qué los países del área de influencia rusa mandan tropas entonces?

Tropas paracaidistas rusas embarcan hacia Kazajistán

Las clases dirigentes reconocen y se unen ante su enemigo sin dejar de cubrirse ante lo que pudiera hacer su competencia frente a un vacío de poder

Las clases dirigentes regionales tuvieron claro desde el primer momento qué había debajo de las protestas en Kazajistán. Saben reconocer al enemigo de clase en cuanto lo ven en movimiento. Hace diez años no les tembló el pulso a la hora de reprimir a sangre y fuego en Janaozen.

Tampoco tienen dudas las agencias y los gobiernos europeos y anglosajones. Esta vez no hay apoyos y mensajes como en Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Georgia... o cada vez que una facción burguesa hace algo que pueda incordiar al imperialismo ruso.

La «unión sagrada» entre las facciones de la burguesía se produce automáticamente cada vez que el proletariado entra en escena. Incluso entre rivales imperialistas. Baste recordar Berlín en 1953 o Budapest en 1956. En este caso, cuando además Chevron es una de las petroleras directamente afectadas por las huelgas en Tengiz, no cabía esperar otra cosa.

Pero tampoco dejan de competir entre sí ni dejan de intentar sacar tajada, aunque solo sea simbólica o propagandística de lo que en realidad es un revés para todos ellos. Es significativo cómo la prensa anglo y sus ecos en otros idiomas, a pesar de no llevar el tema a las portadas, ha intentado llevar el ascua a su sardina presentando las protestas en Kazajistán como una revuelta «contra la corrupción y la desigualdad» que podría tener réplicas también en la propia Rusia.

Putin sabe de sobra que no debe temer una intervención de sus rivales imperialistas, ni siquiera sufrirá nuevas represalias económicas por lanzar a sus tropas de élite contra las protestas en Kazajistán. Pero teme, con razón y como los demás gobiernos de la región los costes económicos y los riesgos políticos de un vacío de poder.

Su objetivo primario es cortar de raíz cualquier posible evolución revolucionaria de las protestas en Kazajistán. Pero hay más. Frente a sus rivales imperialistas quiere mostrar la capacidad de Rusia para «mantener el orden» en su esfera directa de influencia. Y frente a los gobiernos aliados en Asia Central y el Cáucaso, mandar la señal de que es capaz de mantenerlos en el poder en caso de que enfrenten una movilización de clase como la que impulsa las protestas en Kazajistán...

...lo que es cierto, pero sólo a medias, porque la clave no depende de él, sino del desarrollo de la auto-organización de los trabajadores. Un pasito más allá de donde los trabajadores han llegado hasta ahora y las seguridades de la clase dirigente se disiparían.