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Prostitución y gestación subrogada

01/05/2019 | Moral

¿No es mercantilización vender tu fuerza de trabajo?» ¿No se mercantiliza todo bajo el capitalismo? ¿Por qué va a ser la mercantilización del «trabajo sexual» -prostitución- o de la gestación -la famosa «subrogada»- peor que la de cualquier otra cosa? ¿No estaréis cayendo en disquisiciones morales?

No hay posición sobre éste o cualquier otro tema que no implique un posicionamiento moral. Para el capitalismo todo intercambio voluntario es moral. Al ser voluntario se le supone libre y se infiere que ninguna de las partes «pierde» con él. De ese modo todo lo que se produce para ser intercambiado -‎mercancía‎- tiene en sí una dimensión moral, es «bueno» por ser libre y generar relaciones de «igualdad». Solo sería condenable que alguien fuera coaccionado por otro para intercambiar contra su voluntad, pero si «dada su situación», intercambia cualquier tipo de servicios, nada habría que decir. Es la religión de la mercancía, ese ‎ fetiche‎ que oculta en realidad un conjunto de relaciones sociales de explotación de una clase por otra que parten de una coerción básica: la existencia de una clase social que necesita vender su ‎fuerza de trabajo‎ para sobrevivir.

Del mismo modo que la moral capitalista es la afirmación en el presente de la «naturalidad» y eternidad de la ‎acumulación‎ y sus presupuestos, la moral comunista no es otra cosa que la afirmación en el presente de la perspectiva de una sociedad de abundancia, desmercantilizada y por tanto, sin trabajo asalariado. La ‎mercantilización‎ ya no acerca a la sociedad a su futuro sino que la ata a un sistema de explotación caduco y dañino para la especie. Solo por esto, mercantilizar nuevos bienes que hasta ahora no eran mercancía -desde el conocimiento al agua potable, desde la habitación de invitados en airbnb a la infinidad de pequeños servicios que se ofrecen en cualquier «banco de tiempo»- no puede sino producirnos rechazo moral. Pero hay más. El capitalismo no solo mercantiliza las necesidades humanas, también mercantiliza los horrores que él mismo produce. No tiene el mismo significado moral producir comida como mercancía que armas. La primera es una actividad que seguirá existiendo -en un marco de relaciones sociales completamente distintas- porque responde a una necesidad humana, la segunda no. Tampoco es una necesidad humana someter sexualmente a otras personas, como no lo es utilizar un cuerpo ajeno para que geste embriones y entregue bebés. Así que sí, evidentemente los comunistas tenemos una perspectiva moral que aportar sobre la prostitución y la gestación subrogada: no expresan necesidades genéricas, humanas, sino la insanía del sistema y la desposesión de sí mismos de quienes «voluntaria y libremente» salen al mercado con tales mercancías.

La «religión de la mercancía», aunque omnipresente, no es la única capa religioso-moral del sistema. El debate en torno a la prostitución se nos presenta como una dicotomía entre abolición y regulación. Es decir, el debate se plantea desde la mirada del estado y con los argumentos contradictorios del que le proveen la religión de la mercancía, la religión política (nacionalismo, democracia y también cada vez más, ‎feminismo‎) y las viejas supersticiones heredadas de la feudalidad -que son a las únicas a las que llaman por su nombre. La abolición significa, supresión legal, represión e imposición de penas a sus promotores o clientes. La regulación no es otra cosa que la pretensión de asegurar que los intercambios mercantiles sean tan «libres» y «voluntarios», como el sistema requiere, es decir que la venta se produzca tan libre y voluntariamente como la de la ‎fuerza de trabajo‎ en el mercado laboral.

¿Tiene sentido «elegir bando» en ese debate? Sabemos que tanto la prostitución como la gestación subrogada como tantas otros «debates» que nos propone el estado continuamente -desde el consumo de drogas al cambio climático- son indisociables del sistema, del ‎modo de producción‎... y por tanto de la posición de las distintas clases en él. Sabemos que ni la prohibición y la represión estatal acaban con el contexto del que nacen; ni la regulación va a hacer más libres a las prostitutas ni a las «madres de alquiler». Pero sobre todo no olvidamos que en este fase histórica, el capitalismo se ha convertido en una gran apisonadora a destruir. No se puede «dirigir mejor» ni «corregir» un desarrollo que ni aun cuando se produce «crecimiento», es decir cuando la ‎acumulación‎ marcha bien, es sinónimo ya de desarrollo humano. El hecho de que se discuta la normalización de la prostitución o la gestación subrogada, el aumento de jornada laboral o los trabajos ultraprecarizados lo prueba por sí mismo.

No, la forma de enfrentar las expresiones inhumanas de un sistema miserable que ya no ofrece ningún futuro ni desarrollo humano verdadero, no es presionar al estado para que condicione o prohíba las manifestaciones más inmorales y antihumanas del capitalismo al que sostiene. No se pueden enfrentar los problemas orillando sus causas. No hay soluciones abstraídas y separadas de la crítica (demolición) de un capitalismo que es hoy, el principal enemigo y predador de nuestra especie.