Propuesta franco-alemana ¿canto del cisne o «nuevo comienzo»?
La propuesta franco-alemana para «salvar la UE» llena decenas de páginas en la prensa europea. Celebran que Merkel y Macron hayan puesto fin a un crescendo de más de un año de hostilidades pergeñando una propuesta «federalista» que implicaría, a corto plazo, la reforma de los tratados existentes y la aprobación de otros nuevos. Pero ¿es algo más que un brindis al sol? ¿Vamos hacia una nueva UE con más poder sobre los estados o es solo una declaración de intenciones sin posibilidades de realizarse?
La debilidad del macronismo
En otro contexto no tan lejano, la propuesta franco-alemana -que contempla la mitad del volumen propuesto por España e Italia, es decir, un cuarto del solicitado por el Parlamento europeo- hubiera sido considerada «prudente». Pero hoy, Le Monde habla de un «nuevo comienzo» ensoñando entusiasmado la siempre pendiente fusión de capitales franco-alemanes en torno a nuevos monopolios continentales, bautizados pomposamente por Macron como «campeones de clase mundial».
La prensa alemana señala que lo que ha hecho posible este sorprendente renacer del «eje franco-alemán» ha sido la debilidad de Francia. El desastre del Covid habría demostrado a la burguesía gala que Francia es, a estas alturas, «un país del Sur» y «no una bisagra entre el Norte y el Sur». La idea es que Francia ha perdido el pulso frente a Alemania y Merkel premia a un Macron en realidad supeditado. Es solo la mitad de la historia, pero no está exenta de verdad.
El intento de remozar el aparato político de arriba a abajo que fue el macronismo, está en crisis. Después de tener que renunciar a la reforma de las pensiones, sus propios diputados han hecho estallar la mayoría parlamentaria. El único mérito de Macron ha sido evitar -en algún momento por los pelos- que la revuelta pequeñoburguesa de los chalecos amarillos sirviera de detonante de una escalada de las luchas de los trabajadores... que en cualquier caso tuvieron durante el año pasado más de un conato potente.
Pero, a corto, lo que más teme Macron es que la revuelta de la pequeña burguesía cuaje en una alianza nacionalista de enemigos del euro. El nacionalismo anti-alemán sería la base de ese «Frente Popular» que podría arrastrar a lepenianos, stalinistas y vedettes como Onfray convirtiéndolos en un indeseable contrapeso dentro de la maquinaria política estatal o, cuando menos, en un palo en la rueda para los objetivos estratégicos de la burguesía francesa. De ahí la importancia que para él tiene el show del lunes con Merkel. Subitamente, la «Europa soberana» vuelve a las portadas como solución.
El lado alemán de la historia
Pero eso es solo la mitad de la historia. Merkel ve crecer un fenómeno parecido: en las encuestas el rechazo de la globalización crece transversalmente en la base electoral de todos los partidos alemanes y EEUU está cada vez más distante en la percepción social.
Pero sobre todo ve el desastre en que se han convertido sus industrias estrella después de que la pandemia precipitara lo que ya parecía una larga agonía a finales de año. El sector europeo de la automoción ha caído un 76% desde enero, los grandes fabricantes alemanes negocian ya ayudas estatales masivas y el fantasma de la nacionalización, siquiera temporal, está en la agenda del gobierno. Hasta la mítica Thyssen-Krupp está al borde del abismo y planea despedir 20.000 trabajadores.
Los cierres de plantas de Renault y las batallas entre Francia y España por las ayudas UE que podrían reducir su impacto local son un juego de niños frente a lo que Merkel tiene por delante. Para Alemania no solo mantener el mercado europeo, sino inflarlo para que compre productos alemanes, es la solución. Y éso tiene un nombre: «Pacto verde». A día de hoy la UE evalúa pagar primas a la fabricación de «coches limpios», es cierto. Pero la industria alemana necesita una escala mucho mayor que la que el magro presupuesto UE puede realizar. Por eso, también, como dijo Merkel, «Alemania está dispuesta a pagar».
La contra nordista... e italiana
Faltó tiempo para que Holanda, Dinamarca, Suecia y Austria se posicionaran contra el plan de Alemania y Francia: «La UE solo emite préstamos reembolsables y no otorga subvenciones», recordaron. Llevan razón, fue Alemania precisamente quien impuso el artículo 311 que lo dice explícitamente. Cuando el canciller austriaco, el ultraderechista Kurtz, se comprometió ayer a presentar una alternativa sin mutualización directa o indirecta de la deuda, la trinchera ya estaba formada.
Más interesante ha sido el rechazo por la derecha y la ultraderecha italiana. Salvini está tomando la cabeza del descontento y las ansias de revuelta de la pequeña burguesía y parece destinado a dirigir el próximo gobierno al frente de una coalición nacionalista representativa de la fusión de la revuelta pequeñoburguesa del Norte y del Sur del país. Salvini va mano a mano en las encuestas con la neofascista Meloni que argumentaba hoy en il Corriere contra la propuesta y revindicaba de nuevo los corona-bonos:
Es surrealista que todos estén discutiendo lo que Alemania y Francia han decidido en el marco de su tratado de Aquisgrán que no tiene nada que ver con Europa, sino que es un acuerdo para una especie de «superestado» dentro de la UE que se mueve no para hacer caridad, sino por los intereses de sus respectivos países. Basta pensar en la hipótesis de los corredores turísticos desde Alemania hasta Croacia y Grecia, que serían un daño enorme para Italia. [...]
Pero ¿te das cuenta de que, con la salida de Gran Bretaña, Italia es esencial para mantener viva a Europa? No nos hacen ningún favor, sin nosotros se acabó. Francia ha tomado una posición menos rígida que los alemanes por esta misma razón, y Alemania sabe que el debate es en realidad sobre el riesgo de ordeñar la vaca hasta que muera.
¿Por qué volver a los coronabonos? Porque la propuesta franco-alemana no es gratis, implica en realidad una cesión de soberanía sobre el presupuesto. Spiegel esta misma mañana:
La mutualización de las deudas no es exactamente popular en países como Alemania, Austria o los Países Bajos. Sus ciudadanos se preguntan con razón: ¿por qué deberían solidarizarse con las deudas de otros países sin tener influencia sobre cómo hacen negocios allí? La UE debe dar una respuesta convincente a esta pregunta. Solo puede ser encontrar finalmente una política fiscal, financiera y social común. Cualquier otra cosa sería un acantilado para los enemigos de la idea europea. AfD y otros podrían decir están haciendo exactamente lo que siempre avisaron que harían. Por lo tanto, los estados de la UE deberían saltar sobre sus sombras y estar dispuestos a ceder parte de su soberanía a la Unión sobre sus finanzas.
La amenaza china
Pero ¿por qué las burguesías nordistas y del Este habrían de girar 180º y avanzar hacia una modificación de los tratados cuyo «federalismo» no haría más que reforzar el poder alemán?. Merkel y Macron creen que el argumento chino podría decantarlos. Spiegel lo contaba así:
Si desea que el futuro de los europeos no se decida en Washington o, ahora, en Beijing, tendrá que dar este paso. Un dicho popular dice que «si no estás sentado en la mesa, estás en el menú». Se ajusta perfectamente a la situación en la UE. No es casualidad que Alemania y Francia en su declaración conjunta sobre el fondo de reconstrucción también enfaticen que quieren «modernizar la política europea de competencia» y «acelerar el ajuste de las normas sobre ayuda estatal y competencia». Estados Unidos, China, Corea del Sur o Japón tenían más de un «campeón mundial» entre sus compañías, dijo Merkel. Macron lo secundó: la ley europea de competencia está demasiado centrada en el consumidor y menos en la «soberanía tecnológica» de la UE. Esto puede deberse al temor de que China use la crisis del covid para ir de compras a Europa aún más intensamente que antes. Y para qué utiliza Beijing su influencia económica es bien conocido.
¿Vuelven los Estados Unidos de Europa?
Uniendo los puntos, la propuesta toma toda su lógica desde la perspectiva del capital alemán: Alemania «rescataría» a sus propios consumidores cuando más urgente se le hace recuperar mercados, se le ofrece a los países del sur oxígeno sin incrementar un endeudamiento que, dado el sistema del euro, al final acaba en intervención e instauración de un cuasi-protectorado como el sufrido durante años por Grecia. A cambio, éstos cederían buena parte de su política fiscal y aceptarían un control más riguroso de sus gastos públicos desde una lógica nordista (deflacionaria) que es justamente la opuesta a los intereses inflacionistas de la acumulación en los países menos capitalizados... entre los que, a estas alturas, empieza a estar Francia.
Pero Francia podría al fin asegurar sus «campeones nacionales» retomando la vía de la concentración de capitales con Alemania y convirtiéndolos en «campeones mundiales», venciendo la resistencia de la burocracia de Bruselas. Y los «nordistas» ganarían poder alrededor de una Europa más centralizada en Alemania y probablemente obtendrían algunas nuevas «mudanzas», del mismo modo que Fiat acabó teniendo su sede en Holanda.
El conjunto, hace tan solo tres años hubiera significado el primer paso hacia un «bloque europeo» en torno a Alemania, la semilla de unos «Estados Unidos de Europa» capaces de decantar el entonces naciente enfrentamiento imperialista entre EEUU y China. Hoy, con todas las fuerzas centrífugas aceleradas al máximo por la crisis dentro de cada país, entre países europeos y en el tablero mundial, no puede ser sino «demasiado poco y demasiado tarde».
Alemania quiere un imperio que le compre la sobreproducción y le genere aplicaciones de capital, con una moneda supeditada a su lógica de acumulación, un Banco Central supeditado a sus tribunales y un ejército nuclear bien controlado... pero también que organizarlo todo le salga a precio de ganga. No, no parece que el andamiaje sea lo suficientemente sólido para esta época histórica de tornados y huracanes económicos, políticos y sociales. Pero, ¿habría algo que lamentar? ¿Perdemos los trabajadores algo importante con el colapso de la «perspectiva europea»?
Sea cual sea la dirección en la que miremos, los «Estados Unidos de Europa» significarían lo mismo: mayor concentración de capitales, mayores tensiones imperialistas, mayores tensiones locales entre el corazón de la burguesía europea y sus pares periféricos. En un momento histórico en que el estado nacional sufre cada vez más fuerzas centrífugas porque no puede aportar bienestar ni siquiera a la pequeña burguesía provinciana que sustentó el neoliberalismo, esta nueva etapa de centralización aumentaría a su vez la tendencia al autoritarismo estatal y no podría sino significar más opresión y aun más explotación de los trabajadores por un capitalismo agotado. Por eso hoy, como hace cien años, los «Estados Unidos de Europa» que se disponen a vendernos como panacea social y pacifista son sencillamente imposibles y su realidad, de vencer la burguesía alemana todas las dificultades, solo puede multiplicar la pobreza, el caos, los conflictos y la descomposición social.
Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias coloniales «avanzadas» y «civilizadas», los Estados Unidos de Europa, o son imposibles o son reaccionarios en el capitalismo.
Lenin. La consigna de los Estados Unidos de Europa, 1915
«¿Estados Unidos de Europa?» 12/12/2017