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Subida del precio del gas consecuencia del Pacto Verde

14/10/2021 | Actualidad

Bajo la subida constante de los precios de electricidad hay un elemento estructural: los mercados especulativos de emisiones creados por el Pacto Verde. Con lo que no parecían haber contado los gobiernos europeos es con que a esto se sumara una subida en picado del precio del gas. Pero en realidad no es más que una consecuencia del marco general creado con el Pacto Verde y su incidencia sobre las distintas estrategias imperialistas.

Rusia, el NordStream y el precio del gas

Nord Stream 2, el gasoducto de la discordia, está en el origen de la subida de precio del gas

Desde la COP26 de Madrid, antes de la pandemia, resultaba claro que la gran jugada para reanimar la acumuación del capital global que es el Pacto Verde, alimentaría las contradicciones imperialistas en Europa y de Europa con EEUU.

La «transición ecológica» es inviable sin gas natural y muy difícil sin uranio. Los mismos que se ven amenazados de quedar fuera del comercio con los grandes mercados si la «traza ecológica» empieza a ser usada con todas las consecuencias como barrera no arancelaria, resultan tener al alcance la mano la llave de las energías «de transición» que hacen posible la jugada que les excluye. O al menos tienen la oportunidad de luchar por ellas.

Por si los cataclismos que acompañan a las guerras comerciales y las impulsan hacia su militarización no fueran lo suficientemente peligrosos, la «salida» imaginada por el capital va a acelerarlos aun más.

La otra cara del Pacto Verde, 13/12/2019

Es lo que se hizo evidente con el culebrón del gasoducto NordStream 2. Alemania cubría a la misma Rusia a la que sancionaba a través de la UE, escenificaba una agria ruptura con Francia y encajaba sanciones de EEUU, con tal de sacar adelante una nueva conexión gasística directa con las plantas rusas.

El último tubo del NordStream 2 se colocó en la primera semana de septiembre, pero con Biden rompiendo su acuerdo con Merkel de julio y aplicando nuevas sanciones, el uso de la infraestructura amenazaba retrasos significativos. Lo que es peor, la filtración del boceto de la «taxonomía de inversiones verdes» de la Comisión Europea en marzo, había puesto en marcha a los lobbies anti-gasísticos y a la maquinaria diplomática francesa.

La «taxonomía» no es más que un listado de energías e instalaciones cuya inversión puntuará como «verde» y se beneficiará del flujo de capitales generados por el Pacto Verde europeo. El capital industrial alemán apuesta por la inclusión del gas, sus conducciones y las centrales eléctricas de gas como «energía de transición», pensando en su propia industria y en la venta de centrales en los países del Este, obligados a abandonar el carbón. Esto, evidentemente, no cambiará con un gobierno del SPD.

Por contra, Francia ve en el fin del carbón la oportunidad de vender sus centrales nucleares en masa en todo el Este europeo y ha organizado un frente de 10 países que presionan para que sea la nuclear, antes que el gas y en todo caso con mejores condiciones que el gas, la principal fuente energética de las próximas décadas en Europa.

Exportaciones de gas ruso a Europa, un factor clave en la subida de precio del gas

No podía esperarse que Rusia tomara una actitud pasiva. Putin tenía que poder asegurar que no estaba usando el gas como un arma, como hizo ayer mismo. Pero el alza del mercado especulativo de emisiones de CO2 magnificaba automáticamente cualquier cambio en los suministros. Además, la UE se había acostumbrado a mantener un bajo nivel de reservas para aprovechar al máximo las ventas puntuales rusas a corto plazo.

La estrategia rusa para acelerar la puesta en marcha del Nord Stream 2 podía así cumplir escrupulosamente sus contratos a largo plazo pero reducir el suministro sensiblemente reduciendo las ventas extraordinarias. No solo es que la subida de precio del gas y la presión política para abrir de una vez el gasoducto le compensaran por el gas no vendido, es que, gracias a la propia UE el gas retirado del mercado europeo había encontrado un nuevo comprador.

China, el compromiso de emisiones y el alza del precio del gas

Xi hace pública la entrada de China en el Pacto Verde en 2020. La reducción de emisiones obligará a China a cambiar la matriz energética e impactará en el precio del gas.

La UE entendió pronto la utilidad del Pacto Verde para su política imperialista. Desde 2018 Macron usó el acuerdo de París contra Trump y Bruselas, con el apoyo de Alemania, Dinamarca y Suecia, contra los fletes «low cost» chinos.

La estrategia europea -a la que se sumaron los EEUU una vez Biden llegó a la presidencia- era brutal: o China entraba en el Pacto Verde, creaba un mercado de emisiones y se daba unos objetivos de emisiones drásticos o quedaría fuera del nuevo gran mercado de capitales. Por si había dudas, tan pronto quedó claro que el Pacto Verde iba a dar lugar a nuevos aranceles -los «ajustes» de CO2 en la frontera- China supo que si no hacía un gesto lo suficientemente potente el mercado europeo se le cerraría significativamente.

El giro fue drástico. China pasó de la resistencia a hacer oficial la consigna «lo verde es oro». Literalmente. El plan de aquí a 2030 se basa en un desarrollo acelerado de la producción nuclear con tecnologías propias. Pero las centrales nucleares no se construyen de la noche a la mañana. Y en el contexto de una «recuperación» dopada por el gasto público, el tirón industrial y las emisiones solo han podido encajarse a base de apagones y reducciones de producción que ya se sienten en el PIB.

Para evitar que el desastre se prolongara todo el invierno, la burocracia energética china maximizó reservas multiplicando sus compras de gas y planificó un desarrollo intensivo de centrales térmicas hasta 2035. El tirón de demanda inmediatamente repercutió en el precio del gas. EEUU desvió buena parte de sus exportaciones de Europa a Asia. Pero Rusia era el gran ganador. La apuesta de Putin por el «Poder Siberiano», un gasoducto inaugurado en diciembre de 2019, daba sus frutos.

Europa había caído en su propia trampa.

El precio del gas y la absorción de rentas del trabajo

Lo más llamativo de toda la cobertura mediática sobre el boom de los precios eléctricos y del precio del gas es que, en algunos países europeos, entre ellos España, se esquiva deliberadamente cualquier relación con el Pacto Verde... que, como hemos visto, es su origen directo.

En Bruselas en cambio el debate es franco. Otra cosa son las respuestas de la Comisión. Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea a cargo del Pacto Verde, respondió a la evidencia reduciendo el impacto al del mercado especulativo de CO2, que para entonces, con el precio del gas disparado, era de poco más del 5% sobre el último envite. A pesar de las críticas, ignoró la relación entre el Pacto Verde de la UE y el precio del gas.

Su retórica, contestada incluso por los Verdes, pretendía convertir la inquietud de los gobiernos en un nuevo acelerón del cambio de matriz energética. Y de hecho, las medidas finalmente aprobadas han sido... inexistentes.

Ni siquiera se aborda la principal vía para reducir los precios eléctricos propuesta: separar el gas de la determinación de precios. Ahora todas las fuentes eléctricas se pagan al precio de la más cara -que es ya, obviamente el gas. La propuesta era pagar todas al segundo precio más caro y la generación gasística al precio de su propia subasta. Pero eso, evidentemente, recortaría los beneficios extraordinarios de los monopolios eléctricos.

En principio resulta sorprendente ese bloqueo cuando el golpe a las industrias electrointensivas como el aluminio es ya brutal. Pero eso sería olvidar qué es en realidad el Pacto Verde: un movimiento masivo de rentas del trabajo al capital para recuperar su rentabilidad disfrazado bajo un llamamiento a la «Unión Sagrada» climática.

Ni la UE, ni EEUU ni China van a conmoverse porque unas cuantas industrias tengan pérdidas o incluso quiebren. Y desde luego no van a reducir por ello el flujo de rentas ya en marcha desde los trabajadores al capital. Sería un mal precedente recortar los beneficios extraordinarios hoy disparados de las eléctricas. Incluso el gobierno español, que recortó cosméticamente una parte del beneficio extraordinario para evitar la inestabilidad política que amenazaba con generar, recula ya frente a las eléctricas.

El Pacto Verde es la gran jugada estratégica global del capital. No va a dar un paso atrás si no encuentra una resistencia directa de los trabajadores.