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¿Por qué se desinfla el movimiento en Irán?

03/01/2018 | Irán

Según fuentes de inteligencia, en la noche del martes, el número de mítines se redujo en un tercio y la participación en casi la mitad. La clave no está tanto en las amenazas de Jamenei y el desarrollo de la represión, que suma ya a una docena de muertos y más de 1000 detenidos, «suave» hasta ahora en términos del régimen. La clave está en el fracaso de la convocatoria de huelga del martes pasado.

No se produjeron interrupciones en el trabajo en los pueblos, grandes o pequeños, de todo el país y los mercados estaban tan ocupados como de costumbre (...) el movimiento de protesta se está quedando sin fuelle

¿Qué ha desfondado el movimiento?

Desde su arranque, la columna vertebral del movimiento ha estado en las concentraciones obreras de la industria petrolera. Las movilizaciones se materializaron pronto en huelga en algunas explotaciones clave del país. Sin embargo...

Los comités de huelga aislados no tuvieron capacidad para unificarse localmente en un organismo único, una coordinadora de delegados, que diera corporeidad y dirección al movimiento, materializando a la clase como sujeto político. Al faltar la organización de base, tampoco ha podido surgir una organización en todo el territorio. El proletariado se ha demostrado la única fuerza social capaz de hacer temblar al régimen, pero al hacerlo como «fantasma» y no desde un cuerpo organizativo, no podía sino fracasar. Las movilizaciones iraníes son la versión en negativo de la la experiencia de 1905. Todo lo que permitió el salto de protesta a revolución en la Rusia de 1905 es lo que ha faltado en Irán para conseguirlo: asambleas de huelga y coordinadoras de sus delegados en espacios territoriales cada vez más extensos.

El intento de sustituir la organización por la convocatoria de una huelga nacional desde la nada, utilizando simplemente Telegram e Internet solo podía conducir al fracaso. El «tecno-insurreccionalismo» no es una alternativa válida a la organización de clase. Todas las teorías, muy extendidas en Irán, que ven en la coordinación en redes virtuales una alternativa a las formas de organización unitaria de las huelgas, se basan como ya apuntaba Rosa Luxemburgo en 1905 «en el supuesto netamente anarquista de que la huelga de masas es un medio de lucha puramente técnico, que puede decidirse a placer y de modo estrictamente consciente (…) y utilizarse cuando uno lo decida» y concluyen que puede convocarse una huelga insurreccional «como si se tratara de un compromiso anotado en la agenda de un ejecutivo».

Las razones del desfonde del movimiento son mucho más profundas que el miedo a la represión. La represión viene ahora a liquidar un movimiento en retroceso, no lo hizo retroceder. Como vimos en los primeros días de movilizaciones, cuando el movimiento es lo suficientemente fuerte, la represión guarda las distancias y se demuestra impotente. Es el retroceso de la movilización, su incapacidad para seguir avanzando y tomar una forma organizativa la que propicia la represión.

Al ser todavía demasiado débil para organizarse y aparecer como una alternativa organizada al estado, el proletariado iraní no podía aspirar a articular al conjunto social contra la burguesía de estado bajo sus propios términos. Los informes destacan cómo la pequeña burguesía, que en un primer momento había hecho conatos de apoyo -como vimos en la Universidad de Teherán- se desenganchó del movimiento al no ver en los trabajadores más que a una masa informe sin organización tangible. Se constató así

su fracaso para atraer el apoyo esencial de las clases más poderosas de la sociedad, la intelectualidad, la clase media, los comerciantes del bazar y los estudiantes.

El origen de nuestras debilidades

Las debilidades del movimiento en Irán no son iraníes. Expresan una debilidad extendida a todo lo largo de la clase trabajadora en todo el mundo: el miedo a la organización. Escaldados con razón de los sindicatos y de las manipulaciones izquierdistas en las asambleas, envenenados por el cínico tecno-insurreccionalismo usado como enganche propagandístico de los gigantes de Internet, los trabajadores intentan dar una solución técnica a un problema político. Buscando una alternativa «nueva» caen en las fragilidades del más rancio anarquismo. La debilidad se convierte en suicidio cuando se ideologiza y tecnifica. El culto a las «movilizaciones inteligentes» («smart mobs») que no requerirían asambleas ni discusión, al «movimiento sin líderes» que no requeriría delegación, etc. es una bomba de profundidad contra el desarrollo de la conciencia de clase. Es el momento de saltar adelante. Bajo el miedo a la organización sigue latiendo el miedo a identificarse como clase, sigue abierta la llaga que es la aceptación pasiva de la negación constante que de nosotros hace el sistema. Eso es lo primero que toca superar. Y no solo en Oriente Medio.

El movimiento en el Kurdistán iraquí e Irán de esas semanas tiene una importancia histórica. Marca la posibilidad de un nuevo curso de luchas y pone coto a la escalada belicista en Oriente Medio. Pero si sus fortalezas nos muestran hasta qué punto podemos transformar las cosas, sus debilidades nos enseñan por dónde debemos empezar a hacerlo.