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¿Por qué ningún candidato quiere derogar la reforma laboral de Rajoy?

06/11/2019 | España

Derogar la reforma laboral de Rajoy fue la propuesta estrella de Sánchez en sus primeras elecciones. Luego fue una «línea roja» de Podemos para un pacto. Ahora, en lo esencial, nadie quiere derogar nada. ¿Por qué?

La reforma laboral de Rajoy en 2012 tenía dos objetivos básicos: el primero evitar que la crisis barriera a las industrias menos capitalizadas, permitiéndoles condiciones salariales por debajo de convenio mientras «pasaba el chaparrón»; el segundo reducir el coste de renovación de la fuerza de trabajo, haciendo que el coste de despido se redujera lo suficiente como para que saliera rentable despedir a trabajadores con derechos adquiridos y salarios pre-crisis y contratar luego a otros con salarios más bajos.

Este segundo aspecto ha sido una de las bases del sanchismo. Porque la reforma laboral de Rajoy permitió que la subida del salario mínimo de Sánchez -y alguna más por venir- se tradujeran en una caída del peso de los salarios en relación a los beneficios (primer gráfico de arriba), acumulándose los salarios de los trabajadores alrededor del nuevo SMI a costa de una reducción del número de trabajadores con salarios medios (segundo gráfico de arriba).

Cuando ahora, siete años después, la burguesía hace balance es sincera sobre sus objetivos originales -la «flexibilidad» de los salarios ha aumentado- solo le queda preguntarse si ha sido lo suficiente como para asegurar bajadas de salario tales que, cuando la acumulación se estanca (el PIB crece por debajo del 2%), no estallen las cifras de paro hasta convertirse en un problema político y de orden público.

Lo que está claro es que la reforma laboral ayudó a la devaluación salarial de España al facilitar el ajuste de las retribuciones. El peso de los salarios en el PIB se ha reducido significativamente desde el año 2012, y para cada nivel de crecimiento de la economía, el comportamiento de las rentas salariales ha sido peor, tanto en la fase de crecimiento como en la de recesión. Ahora, ha llegado el momento de conocer si el aumento de la precariedad provocado por la reforma laboral ha sido un sacrificio a cambio de mejorar las tasas de empleo.

La forma de plantearlo, por supuesto, no tiene precio: los trabajadores sacrificamos seguridad en el trabajo y aceptamos indemnizaciones bajas en caso de despido «a cambio» de que nuestros salarios crezcan menos que los beneficios durante las vacas gordas y de que en las flacas bajen a tal miseria que el capital pueda darse la alegría de contratar. Pero sitúa los objetivos del capital español -y no solo- en un nuevo nivel de seguridad: que cada vez que la crisis, ya perenne, apriete, el trabajo se devalúe automáticamente para rescatar al capital y el paro no se dispare para que el estado no se cargue con incrementos de gasto a contra ciclo.

Dicho de otro modo, se trata de «suavizar» el ciclo del capital en crisis a costa de hacer más abruptas las bajadas salariales en recesión y menos robustas las recuperaciones en crecimiento, de modo que la participación de los trabajadores en los resultados de la producción (primer gráfico) no solo sean cada vez menores, sino que los picos de aparente recuperación del peso de los salarios, producidos por las recesiones, se suavicen hasta casi desaparecer.

Para que eso ocurra, sin embargo, lo que ha de cambiar no son solo los mecanismos legales de ese momento -la recesión- sino la cotidianidad de las contrataciones y el empleo. Era obvio que como señalaron ya hasta los sindicatos, la forma de «automatizar» los ajustes iba a implicar cada vez mayor rotatividad. Rotación significa temporalidad, jornadas más cortas de las deseadas, horarios absurdos... en una palabra: ‎precarización‎. No es solo una forma de explotar más por menos.

¿Por qué ningún candidato quiere derogar la reforma laboral de Rajoy?

Debate electoral tras debate electoral ha quedado claro que ningún candidato quiere acabar con la precariedad, sino, como mucho, engañar la estadística. Los más lanzados haciendo precarios de facto a todos los contratos indefinidos. Lo mismo pasa con la derogación de la reforma laboral de Rajoy. Hasta los que aun declaran que debería hacerse, no lo ponen de «línea roja».

La reforma laboral de Rajoy y la precariedad que ha engordado aun más, son una exigencia del capital. Reducen casi automáticamente salarios cuando las condiciones del conjunto del capital (expresadas a través del mercado) cambian. Han servido para bajar la participación de los salarios en la producción. Han impulsado una bajada de los salarios de los trabajadores (pareja a la subida de los salarios de mandos y cuadros corporativos) bajo la apariencia de una subida del salario mínimo. Y, todavía esperan que, para rematar, hagan más resistente al capital nacional en las recesiones por venir, automatizando nuestro empobrecimiento cuando el capital necesite aun más oxígeno de urgencia. Todo sin necesidad de aprobar nuevas «leyes especiales» que puedan generar respuesta social. ¿Cómo van a renunciar?