Por qué Francia no reducirá las nucleares como había prometido
Reducir el peso de la energía nuclear en la producción eléctrica del 75% al 50% en 2025 era una promesa de Hollande en 2012 reafirmada año tras año e incluida en el programa electoral de Macron. Sin embargo este martes pasado, el ministro de «transición ecológica y solidaria» de Francia, nada más y nada menos que Nicolas Hulot (el pionero del ecologismo político en Francia), ha confirmado lo que era un secreto a voces: _lo sienten mucho pero no va a poder ser_.
Las razones de la marcha atrás
Del desastre de la central nuclear de Fukushima el capitalismo aprendió que la energía nuclear no es un «problema medioambiental» en el sentido que ellos le dan: un accidente nuclear no supone una destrucción del medio tan amplia como para que no pueda continuar rentabilizando el capital. Fukushima ni siquiera quebró al monopolio eléctrico japonés. Dicho de otro modo, desde la mirada del capital la energía nuclear es «sostenible», es decir, ni el peor desastre nuclear hasta el momento ha puesto en cuestión la reproducción del capital, el peor accidente de la Historia fue, al final, parte del «business as usual».
Las centrales nucleares son un peligro para la vida humana. Pero a la burguesía francesa, como a la española o a cualquier otra, nunca le tembló el pulso a la hora de aceptar el coste... de nuestras vidas. Si no ven un peligro directo para el estado, para su propia organización como clase o para la reproducción del capital a la que sirven, no moverán un dedo. Eso sí, si lo peor ocurre -y tarde o temprano acabará ocurriendo-, cuando ya sea tarde vendrán a socorrernos. Gran consuelo el gasto público del «estado protector».
Los medios se han apresurado a dar razones «ecológicas»: para sustituir la energía nuclear habría que abrir centrales de fuel y ciclo combinado que, inevitablemente, aumentarían las emisiones de CO2... ¡¡Por supuesto!! Pero eso se sabía ya en 2012 y a nadie le pareció un problema ni siquiera en el marco del, cada vez más cojo, acuerdo internacional contra el cambio climático.
Y entonces.... ¿Qué ha pasado?
Francia es una potencia imperialista de primer orden en el mundo musulmán, área que incluye a sus principales proveedores de hicrocarburos. Está empantanada -y perdiendo territorio- en Mali, bajo la mirada de ese «aliado» y proveedor siempre conflictivo y competitivo que es Argelia; de Libia, donde jugó un papel central en la generación del caos actual, mejor ni hablar; ha ido involucrándose cada vez más en la guerra Siria; sus negocios con Irán están siendo atacados directamente por Trump y su tradicional plaza fuerte en Oriente Medio, Libano, está al borde de una nueva guerra civil. Eso sin hablar de sus fiascos en Asia Central en los que las dificultades no son ajenas a la presión de Turquía y Rusia.
En la situación actual, aumentar su dependencia energética dificultaría y posiblemente socavaría a un nivel crítico su posición en el cada vez más sangriento e inestable juego inter-imperialista. Eso sin hablar del rol que la industria nuclear, con Areva a la cabeza, juega en si misma en las exportaciones francesas y en la política exterior de la República. Baste recordar la omnipresencia de Areva en los viajes presidenciales y en las orientaciones exteriores del estado, desde Brasil y Argentina a Irán y China.
Incluso dentro de Europa, la reducción de potencia nuclear incomoda la posición imperialista de Francia. Su balance de importaciones y exportaciones eléctricas está desestabilizando a los vecinos. Según «Cinco Días», este mismo año, «en los momentos más críticos, a partir del 16 de enero, la demanda francesa llegó a poner en entredicho el suministro no sólo de Bélgica, sino también de Holanda, Luxemburgo, Austria y Alemania». No parece lo más útil en el momento en que vive la UE. En España, esta misma semana, la subida de demanda originada en Francia se unió a una reducción de la producción renovable por la sequía, obligando al gobierno, temeroso de abrir un nuevo frente social, a prometer un paquete de medidas para evitar picos «excesivos» en las subidas de precios.
Añadámosle finalmente a todo esto la perspectiva, fundamental para los intereses de la industria automotriz francesa, de una transición relativamente rápida al coche eléctrico en la próxima década: la previsión es una bajada del 30% de la demanda de petróleo, una oportunidad única para reafirmar su autonomía como potencia imperial... siempre que la nuclear incremente su potencia.
¿Veremos una Europa sin nucleares?
El culebrón de Garoña, una central nuclear que debería llevar años cerrada de acuerdo a su planificación original y que seguirá abierta -a pesar de su escasísimo aporte y sus deficiencias técnicas, hasta 2023- ha mostrado en España hasta que punto las poderosas eléctricas están dispuestas a defender con uñas y dientes una fuente de rentas estatales harto provechosa. El correoso cierre de las escasas 17 centrales nucleares alemanas ordenado por Merkel tras Fukushima, da una idea de hasta qué punto, incluso cuando hay, aparentemente, un consenso general en la burguesía, le resulta difícil a la clase dominante ponerse de acuerdo en como compensarse internamente por «la pérdida».
Pero si el capitalismo de estado sabe al final manejar esas batallas internas de la burguesía y sus rentas, al menos en países con poca dependencia de la energía nuclear, en Francia existe un elemento extra. Sin energía nuclear civil es prácticamente imposible desarrollar, llegado el caso, una producción nuclear bélica. La famosa «defensa común europea», sea cual sea la forma que tome, dependerá para jugar en la primera división del juego imperialista del arsenal nuclear francés, único país UE tras el Brexit, con armas nucleares.
La prueba final de que el capitalismo no va a acabar con el uso civil de la energía nuclear porque sea un peligro para la vida humana es que no piensa renunciar a su uso militar, pensado para maximizar el número de muertos en caso de guerra.
Dicho esto, solo les queda comprobar su utilidad estratégica y su capacidad para generar beneficios para que sus portavoces, incluido el ecologista Hullot, descubran en la fisión nuclear a un querido amigo. A fin de cuentas el ecologismo solo existe para que creamos que es posible un capitalismo ecológico, como la izquierda para que creamos que puede existir un «capitalismo social» y el feminismo para que nos ilusionemos con un capitalismo que no discrimine a las mujeres. Pero no veremos jamás ninguna de esas cosas. Solo ganaremos la seguridad, la relación con la naturaleza y la igualdad real cuando nos deshagamos de él.