Por la pendiente de la crisis, las guerras y los «sacrificios»
El triunfo de Costa en Portugal, la revuelta en Ecuador, la ofensiva turca en Siria y el atentado antisemita en Alemania han llenado los titulares de la prensa internacional semana. Bajo el ruido de las aclamaciones, los disparos y las bombas, algunas noticias importantes han pasado desapercibidas. Esta semana compondremos nuestro resumen semanal con ellas.
Economía global en frenada
La semana comenzó con el estreno de la nueva directora del FMI, Kristalina Georgieva, quien dijo que esperaba una reducción del crecimiento en el 90% del mundo. La OCDE remató pronosticando un cuasi-estancamiento del comercio mundial. Y poco después supimos que agosto fue el décimo mes seguido en que descendió el volumen de carga total transportada por avión en el mundo.
Es obvio que en un clima de guerra comercial y estancamiento del comercio internacional, los países exportadores son los primeros sufrir el golpe. No es solo entre los grandes exportadores de agricultura y materias primas. Al revés. En Gran Bretaña, Dyson renuncia a sacar a producción su esperado coche eléctrico. En Alemania, que pasó del tercer al octavo puesto en el ranking de «competitividad», se anunciaron esta semana 1.300 despidos en automoción. Al parecer, el Brexit redujo ya en 3.500 millones de euros sus exportaciones totales.
Europa en descomposición política
Inevitablemente, el nerviosismo que se extiende por las burguesías europeas menoscaba aun más las perspectivas de que la UE pueda utilizar su peso político para esquivar nuevos golpes de sus rivales. Esta semana ni siquiera pudo aprobarse una respuesta diplomática a la ofensiva turca por el veto húngaro. No son solo los países de Visegrado. Es que el otrora «eje franco-alemán» sigue a la gresca. Ayer mismo, Macron culpó a la nueva presidenta de la comisión, von der Leyen, de que el europarlamento defenestrara a la candidata francesa a la comisión. Francia, que quiere implicar a más estados europeos en la guerra de Mali sabe que va a tener difícil mantener la financiación alemana de su guerra eterna en el Sahel.
Pero el nuevo -y torpe- ímpetu alemán no solo se mostró en las jugarretas de von der Leyen y en los mohines a la política africana de Macron. Esta semana Merkel quiso dejar claro que es Alemania quien dicta las condiciones del Brexit. Los titulares sobre la supuesta imposibilidad de un acuerdo tras una conversación entre el premier británico y la canciller alemana, se extendieron como la pólvora por las agencias de noticias. Obviamente no gustaron en Irlanda, supuesto protagonista de la negociación. Ayer, tras un encuentro con Johnson, Varadkar mostró el estilo de juego de la burguesía isleña: auguró «acuerdo» -desmintiendo a Merkel- pero después de la fecha tope para un Brexit a la brava, aumentando la presión sobre Gran Bretaña.
China pierde fuelle económico, gana fuerza política en Asia
Así las cosas, cada vez quedan más lejos las perspectivas de una convergencia de intereses imperialistas entre Francia, Alemania y China capaz de articular un frente común ante las ofensivas arancelarias de EEUU. Puede incluso que la UE y el gobierno de Pekín firmen un acuerdo de inversiones, pero es difícil esperar un alineamiento más amplio. Entre otras cosas porque el imperialismo chino, está perdiendo fuerza si lo medimos por su capacidad para exportar capitales y su esfuerzo principal está ahora en Asia.
Antes de la anunciada «cumbre informal» que empieza hoy entre Modi y Xi, China ha querido tranquilizar a Pakistán, su viejo aliado. La jugada en dos movimientos pretende situar a Pekín como juez regional. Sus cartas: Cachemira, objeto de la discordia entre las dos potencias nucleares del Indostán es una ruina para India... pero también un riesgo interno para Pakistán, además de una amenaza permantente para ambos.
Infidelidades y represalias de EEUU
EEUU por su lado, no deja de represaliar cualquier alejamiento de alguno de sus socios. Su objetivo parece ser disciplinar a sus socios históricos. Contra todo pronóstico y rompiendo las promesas de hace meses, finalmente no apoyó la entrada de Brasil en la OCDE. Y a estas alturas Washington lleva dos meses sin aceptar las credenciales del nuevo embajador de Corea del Sur como represalia por la salida de Seul del acuerdo de intercambio de información militar. Son medidas relativamente «simbólicas», pero basta echar un vistazo a Japón para darse cuenta de que cualquier paso más allá de lo simbólico tendrá consecuencias materiales graves para cualquier aliado que se muestre dubitativo.
Los trabajadores ante la crisis y las guerras
En este marco de crisis económica al alza y tensiones imperialistas crecientes, las más importantes de entre las luchas abiertas, lejos de avanzar parecen agotarse bajo el férreo control sindical. Es así en Chubut y es así en EEUU, donde la reapertura de negociaciones entre General Motors y el sindicato adelanta que, con una plantilla agotada y confundida, el sindicato se siente ya libre para propiciar un acuerdo que responda antes al dividendo que a las causas materiales de la movilización.
El problema es que crisis es sinónimo de crisis del dividendo, es decir, los sindicatos están sentando las bases de los «sacrificios» que nos venderán en breve. En Brasil, la OCDE apremió a Brasil a acelerar las «reformas» bolsonaristas en el mercado de trabajo (más precarización, más prisas para desmantelar las pensiones y los servicios públicos) ante unos datos que hablan de un ciclo de acumulación ya exhausto. No tendrá problemas la OCDE en hacerse oir. Si fuera por las clases dirigentes hasta el derecho de huelga se suspendería. Modi, esa supuesta encarnación de las clases populares indias en primer ministro nacionalista, despidió esta semana de un plumazo a 40.000 trabajadores públicos por haber hecho paro en mal momento para el estado y el capital nacional.
No es un problema exclusivo de las periferias del capital global ni de las industrias «en crisis». Es el capitalismo entero el que está en crisis. En España las expectativas de crecimiento se recortaron una semana más a la baja y Sánchez no tuvo un mejor mensaje electoral que prometer un «reparto justo» de la carga de la crisis. Conocemos bien esa «justicia». En Grecia Mitsotakis está ya por aplicarla preventivamente con una «ley de crecimiento» que incorpora, entre otros ataques, una reforma laboral.
El cuadro general de esta semana es el del comienzo de una verdadera ofensiva general... no en la frontera entre Siria y Turquía, sino en todo el mundo. Viene una recesión y cada capital nacional quiere llegar con las mejores cartas posibles. Eso quiere decir con las mayores capacidades tanto para enfrentarse a sus rivales externos, como para aumentar nuestra explotación en términos absolutos. Y esas capacidades pasan por convencernos de un triste argumentario según el cual la causa de nuestros males no es la crisis del capitalismo y la burguesía nacional sino sus competidores -China según los sindicatos en EEUU o el FMI según los llamados «indígenas» ecuatorianos. Como según eso estaríamos «en el mismo barco», el del capital nacional, habría que salvar sus resultados «repartiendo la carga con justicia» -como dicen Sánchez en España o Fernández en Argentina-, es decir aceptando más explotación y esperando para recuperar algo a que el capital recupere una lozanía que perdió hace mucho. Pero la lógica de los sacrificios solo lleva, como pueden contar los trabajadores de General Motors o Chubut, a más sacrificios. Y la aceptación mansa de los sacrificios, tarde o temprano, a la movilización para la guerra.