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Polonia y el futuro de la UE Preguntas y respuestas

09/10/2021 | UE

¿Cuál es el problema entre la UE y Polonia? ¿La deriva autoritaria de Hungría y Polonia es real o solamente una excusa? ¿Tienen alguna base los argumentos polacos? ¿Quiere el PiS (partido gobernante polaco) un «Polexit»? ¿Por qué es tan importante esta batalla y por qué ahora la Comisión es tan tajante?

¿Cuál es el problema entre la UE y Polonia?

Formalmente la Comisión y el Parlamento Europeo llevan desde 2017 intentando forzar a Polonia a revertir su reforma del poder judicial, que estiman pone en peligro el «Estado de Derecho».

En realidad, el problema es más profundo, tanto con Polonia como con Hungría, la llegada al poder de expresiones soberanistas de la revuelta pequeñoburguesa impulsaron las fuerzas centrífugas en la UE.

Desde el principio a las principales burguesías europeas les quedó claro la necesidad de disciplinar a ambos países para mantener el entramado europeo y poder mantener una mínima cohesión frente a EEUU y China. Pero también que si no se andaban con cuidado el enfrentamiento con Polonia podía acabar en fiasco y azuzar aún más las fuerzas nacionalistas en todo el continente.

¿La deriva autoritaria de Hungría y Polonia es real o solamente una excusa?

Mateusz Morawiecki, primer ministro de Polonia, y Victor Orban

Es completamente real. Un producto inevitable de la llegada al poder político de la pequeña burguesía airada. Y sí, también lo es el carácter totalitario de las reformas del poder judicial que denuncia la UE.

Si la cuestión del Estado de Derecho ha llegado a convertirse en un tema central del conflicto entre estados y capitales nacionales dentro de la UE, es porque es el principal argumento alemán para disciplinar a los países líderes del grupo de Visegrado que son además, en lo económico, verdaderas semicolonias alemanas. Pero la cuestión está lejos de ser un mero invento en la batalla propagandista de los diferentes intereses imperialistas. [...]

En ambos países [Hungría y Polonia], los partidos hoy gobernantes llegan al gobierno en 2010 y 2015 respectivamente aupados por una pequeña burguesía cada vez más furiosa y acorralada por la crisis global. Constreñidos por el aparato judicial y las leyes, desde el primer momento empezarán una serie de cambios legales que apuntan al corazón de la organización del estado: Constitución, sistema electoral, medios de comunicación y creación de opinión. La fractura con el corazón judicial del estado se hace inevitable.

En 2018 la batalla se hace abierta: tres mil de los ocho mil jueces del país dimiten en protesta contra las presiones del ejectuivo. El presidente [de Hungría, Orban,] crea un circuito judicial paralelo para todo lo que afecte al aparato político para el que el propio gobierno elige quién ha de ser juez.

Le seguirá Polonia, con una reforma judicial que comienza con jubilaciones masivas y que es en realidad un verdadero plan de batalla para rehacer la estructura del estado y remozar y someter a la alta burocracia, verdadero hilo de continuidad del capitalismo de estado polaco desde los años veinte.

De crisis política a crisis de estado, 16/10/2020

¿Tienen alguna base los argumentos polacos?

Tribunal Constitucional polaco

En teoría la UE es una organización supranacional de estados soberanos. Si las normativas y leyes aprobadas en el complejo sistema burocrático europeo se pueden aplicar directamente (reglamentos) o fijar los mínimos de las leyes nacionales obligando a legislar a los parlamentos nacionales (directivas), es porque las constituciones lo permiten expresamente.

Pero no olvidemos que la UE se establece mediante un conjunto de tratados cuyo objetivo es establecer un mercado unificado efectivo en lo económico, pero poco más que una coordinación inter-estatal en lo político.

Sin embargo, la UE se ha ido deslizando a regular -y por tanto centralizar en torno a los intereses del capital alemán, fundamentalmente- todo un conjunto de temas que aunque se pueda aducir que afectan a la unidad de mercado, en realidad van mucho más allá. La UE pasó así de ser una unión europea a convertirse en un proceso de centralización europea.

Los roces con los aparatos estatales eran inevitables. De hecho el mayor jaque hasta el momento a la Unión no ha venido ni de Gran Bretaña ni de los países de las fronteras orientales, sino del Tribunal Constitucional alemán, que en mayo de 2020 se arrogó el derecho de frenar las políticas monetarias expansivas del Banco Central Europeo en nombre de su mandanto constitucional anti-inflacionista.

El bloqueo consiguiente puso en jaque en lo inmediato los fondos de recuperación y llevó a la apertura de un expediente de sanción de la UE. Pero el núcleo duro del estado alemán no quería romper la UE ni realmente afirmar un espacio de soberanía nacional mayor, solo presionar a Merkel. Fue en realidad un momento del proceso en el que la clase dirigente alemana ha hecho consciente que su interés de fondo en el nuevo escenario de formación de bloques, ya no era imponer la «austeridad» a los demás países de la Unión sino en crear mecanismos que mantuvieran la demanda.

Pero la crisis creada por el Constitucional alemán abrió una puerta nueva al gobierno polaco. Por eso el primer ministro realizó una pregunta a su propio Tribunal Constitucional cuya respuesta es la que ha dado los titulares estos días.

El Tribunal Constitucional polaco lo que dice es que la primacía de la legislación de la UE está limitada tan sólo a aquellas áreas expresamente cedidas en los tratados. Es decir, todo bien con las normativas destinadas a asegurar la unidad de mercado. Eso sí, los límites del «Estado de Derecho» y las formas que toma, quedan fuera.

¿Quiere el PiS (partido gobernante polaco) un «Polexit»?

El gobierno polaco está animando el fantasma del «Polexit», es cierto, sobre todo en sus facciones más derechistas. Pero con un 80% de apoyo a la pertenencia a la UE en las encuestas parece más bien un juego retórico destinado a deslegitimar a las facciones más pro-alemanas de la burguesía polaca -como la encabezada por Tusk- y ganar solidaridad para su resistencia tanto internamente, como en otros países del centro y el Este del continente.

En lo fundamental, a día de hoy el «Polexit» es solo un espantajo para que la población apoye un «punto medio» entre las tendencias centralistas que Bruselas se apresta a encarnar y el soberanismo a toda costa de los sectores más duros del gobierno.

Más allá de juegos retóricos, la burguesía polaca quiere mantener la batalla actual dentro de los márgenes de un debate sobre «los límites de la legislación europea» y ni la jefatura del gobierno ni el PiS van a ir más allá.

¿Por qué es tan importante esta batalla y por qué ahora la Comisión es tan tajante?

Von der Leyen se dirige a un Parlamento casi vacío en el debate sobre el estado de la Unión 2021.

La respuesta de la Comisión al posicionamiento del Constitucional polaco ha sido excepcionalmente categórica: según Bruselas, «el Derecho de la UE prima sobre el Derecho nacional incluido las disposiciones constitucionales» y «todas las sentencias del Tribunal [de Justicia de la UE] son vinculantes para todas las autoridades de los Estados miembros».

Es decir, lo que se decide en esta batalla es, como editorializaba Le Monde, qué significa adherir a la UE: si los estados pueden tener evoluciones políticas e institucionales propias o si el marco constitucional viene fijado de arriba a abajo y la UE y su Tribunal, tienen derecho a fijarle límites.

La argumentación del Constitucional polaco en realidad apela a los principios de cualquier nacionalista de estado europeo. No hay gaullista francés al que no se le cruce por la cabeza que tal vez la Vª República impuesta por de Gaulle hubiera encontrado hoy la oposición de Bruselas, o socialcristiano irlandés que no piense en los largos años de legislación antiabortista sostenida a contracorriente.

Precisamente por eso es tan importante para la Comisión y los grandes estados derrotar la posición polaca hoy, cuando el gobierno polaco espera 36.000 millones de euros de Bruselas en fondos de recuperación.

Para la Comisión se trata de establecer dos cosas: en primer lugar, frente a Polonia, Hungría e incluso Chequia, la disciplina dentro del bloque y su capacidad para mantenerla. Pero también frente a Alemania -donde el FDP, partidario de la austeridad, está a punto de entrar en el gobierno- y los países «nordistas» como Holanda, pretende dejar claro que la cohesión del bloque si se salva, es gracias a los fondos de recuperación.

Porque no hay que olvidar que Bruselas apuesta por la centralización con su coste, la continuidad de los fondos de recuperación como si fueran una especie de «presupuesto federal» europeo.

El debate del estado de la Unión 2021 es el primero que se celebra en este marco en el que Alemania, los países llamados nordistas y Francia parecen haber encontrado un modelo -nada barato- de domeñar las fuerzas centrífugas entre socios UE... en el marco de cuasi-colapso económico generado por la pandemia. Desde el punto de vista de los choques de intereses imperialistas entre países miembros, la cuestión es si, pasado lo peor, la tendencia a la disgregación seguirá estando bajo control o si Alemania y Francia iniciarán una carrera hacia la centralización para consolidar la situación.

Estado de la Unión 2021, 16/9/2021

Si la presión de los 36.000 millones bastara para que Polonia cediera y modificara su Constitución para establecer la supremacía de la legislación UE, la necesidad de mantener un presupuesto masivo en Bruselas más allá del horizonte de los actuales fondos de recuperación, ganaría un fuerte argumento frente a los países y facciones más refractarias a la «unión de transferencias».

La UE, o lo que es lo mismo, los principales imperialismos del continente, habrían encontrado una fórmula aparentemente capaz de vencer institucionalmente a las fuerzas centrífugas y proseguir el camino hacia la formación de un bloque económico-militar.