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¿Podemos solidarizarnos con «los jordis» y el gobierno catalán en prisión?

03/11/2017 | España

La jueza Lamela ordenó ayer el encarcelamiento incondicional del ex-vicepresidente y siete consejeros de la Generalitat. No solo Colau y otros «compañeros de viaje» han criticado la decisión, demostrando que nadie, absolutamente nadie, a ciertas alturas del poder se cree la división de poderes. Muchas personas que rechazan por igual ambos nacionalismos, se han preocupado por una medida que, por su excesiva contundencia, podría echar gasolina sobre las brasas.

Las batallas en el seno de la burguesía española pueden llegar a ser crueles, brutales e incluso truculentas, si creemos las cosas que de cuando en cuando cuentan o insinúan los medios.

¿Por qué nos resultan verosímiles estas historias que parecen muchas veces sacadas del underground conspiranoico? Porque la burguesía española ha tenido desde sus orígenes notables dificultades para mantener la cohesión. La abrumadora cantidad de casos de corrupción «destapados» en los últimos años no significa que de repente los dirigentes políticos y empresariales se volvieran más deshonestos, solo que empezaron a batallar entre ellos con mayor violencia que antes. El crescendo acabó envolviendo, ¿hace falta recordarlo?, a la mismísima monarquía, al partido del gobierno y a figuras «históricas» como Jordi Pujol. Y en realidad, el motor del crescendo nacionalista catalán que culminó en la DUI es una expresión de lo mismo: una radicalización en la lucha por las rentas que centraliza el estado.

Cuanto más difícil le resulte a la burguesía española mantener la cohesión, más contundente, incluso violenta, será su reacción contra los que rompan sus propias filas. En realidad no tiene otra opción que apostar fuerte. Necesita recentralizar de alguna manera el estado, repartir nuevas rentas a los que han permanecido firmes y seguir adelante pasando todos los costes que pueda a los trabajadores... y si hay oportunidad, privatizando las pensiones y, al menos una parte, de la Sanidad.

Lo que no debemos olvidar es que en ese objetivo estaban todos, desde la CUP al PP. Si se enfrentan entre ellos no es por defender nuestros intereses ni un supuesto «bien común», sino por intentar obtener un pedazo más a costa nuestra. Son hienas. Y las hienas, aunque se otorguen un trato entre ellas mejor siempre que el que nos reservan a los trabajadores, no salen ilesas cuando se enfrentan entre sí. Como decía hoy una twitera:

A esta cuenta no vengáis a pedir q los defienda, ni la coletilla de «después vendrán a por nosotros». Por nosotros vinieron hace mucho. Por nosotros vinieron cuando hicieron la reforma laboral, cuando aplican recortes o cuando socializan las perdidas.

Tan peligroso es para los trabajadores aceptar el encuadramiento de la burguesía que le llama a poner el cuerpo en sus batallas, como solidarizarse con una parte de ella cuando es derrotada por otra. Su derrota de hoy no les hace menos peligrosos ni enemigos de nuestras necesidades. Porque donde nos la jugamos no es en los juzgados, ni en la reforma de la organización territorial del estado. Donde hoy nos jugamos el todo por el todo es en la Sanidad y la Educación -que en 2018 batirán el mínimo de gasto público-, en la defensa de las pensiones -«la próxima frontera» de la lucha entre grandes capitales por succionarnos valor-, en la precarización cada vez más infame del trabajo, en la reforma laboral que viene... Y ahí siempre les encontraremos juntos.