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Plástico un problema 100% capitalista

12/08/2021 | Tecnología
Plástico un problema 100% capitalista

Ahora mismo hay más de 7.400 millones de toneladas de plástico en el planeta y se estima que en 2050 se habrán acumulado 40.000 millones de toneladas. Solo en el año 2010 entre 5 y 13 millones de toneladas de plástico acabaron en los mares y océanos. La UE insiste en vendernos una «solución circular» y la prensa en tranquilizarnos con tecnologías y bacterias milagrosas. Pero el problema del plástico y su contaminación es acumulativo... y se está acelerando aun más con el Pacto Verde. Las causas no hay que buscarlas en la tecnología ni en los procesos, sino en el corazón mismo del sistema capitalista.

El Pacto Verde traerá más plástico, no menos

Acumulación de plásticos

Los plásticos no son solo resistentes a la degradación por agentes físicos y biológicos. Son difíciles de recolectar cuando se encuentran desperdigados por el medio. Causan la muerte de animales por ingesta y contaminan suelos y agua con los productos químicos que suelen llevar añadidos y con los productos de su propia descomposición. Por eso, como podemos ver en la gráfica de arriba, la escasa degradación del plástico unida al aumento de nueva basura lleva a que el stock total de plásticos aumente durante las próximas décadas en todos los escenarios.

Todos, en prácticamente todo el mundo hemos podido constatar la proliferación absurda de plásticos en los envases de comida. El embalaje alimentario ha evolucionado para convertir los productos más sencillos en verdaderas matrioshkas de plástico: cajas que contienen bandejas que a su vez albergan sobres.

Basta un paseo por los lineales de cualquier supermercado para entender que el gran mercado del plástico no parece responder a ninguna necesidad humana.

Las causas de la proliferación de este material son múltiples y, como veremos a continuación, tienen que ver con la estructura entera del aparato productivo, pero una de la fuerzas que hoy empuja con más ímpetu la multiplicación del plástico está directamente relacionada con las estrategias de la industria del petróleo para reconvertirse bajo el Pacto Verde:

La Agencia Internacional de la Energía prevé que en 2050 el 50% del crecimiento de la demanda de petróleo esté relacionado con la petroquímica, superando el crecimiento de la demanda de petróleo relacionada con el transporte automovilístico.

ExxonMobil y Saudi Aramco, que se encuentran entre las mayores empresas de combustibles fósiles del mundo, están apostando a lo grande por los plásticos. En su último informe para inversores, ExxonMobil reconoció un fuerte descenso de la demanda de gasolina. La empresa espera ayudar a llenar el vacío con productos químicos y predice un aumento del 30% en la demanda para 2025. Un reciente artículo para inversores publicado por Bank of America Merrill Lynch se titulaba «El futuro del petróleo está empedrado de plástico».

Este viraje ya está en marcha. El exceso de petróleo y gas ha contribuido a un frenesí de construcción de oleoductos orientados a enviar cantidades cada vez mayores de combustibles fósiles hacia las costas, donde las instalaciones destilan los componentes químicos necesarios para la producción de plástico.

El Consejo Americano de Química informa de que desde 2010 se han anunciado planes para 333 nuevas instalaciones de fabricación de productos químicos en Estados Unidos, lo que representa más de 200.000 millones de dólares en inversiones de capital; la asociación industrial señala que «gran parte de la inversión está orientada a los mercados de exportación de productos químicos y plásticos». El resultado de este aumento de la producción es que ahora es más barato que nunca producir plástico de un solo uso para los envases de consumo, el principal uso final del plástico.

Sin embargo, esto no nos dice de dónde sale el enorme mercado para estos plásticos, para ello tenemos que mirar a mayor escala como está organizada la producción en uno de los mayores sectores consumidores de envases y envoltorios de plástico, el sector de la alimentación.

La industria petroquímica y su engarce en la organización de la producción a gran escala

¿De donde vino la proliferación de envases y bandejas de plástico?

Los intentos de colocar y rentabilizar enormes masas de capital en el sector agrícola llevaron a una transformación a gran escala de la producción alimentaria en las últimas décadas. Después de la concentración de tierras, las dificultades de «absorción» de capitales por parte de la producción primaria llevaron a la proliferación de toda una industria de procesado y reprocesado de alimentos, así como a inversiones enormes en el transporte y la distribución a media y larga distancia… y a la semiesclavitud de muchos trabajadores agrícolas.

Todo ello vino de la mano de una campaña de precarización y atomización del trabajo en el resto de sectores productivos. En muchos países, los trabajadores empezaron a comer menos y menos de forma social en grupo o en casa y pasaron a depender de la comida para llevar o preparada.

La presión de acumular trabajos a tiempo parcial por parte de muchas trabajadoras, que seguían y siguen siendo en la mayor parte de los casos las que preparan la comida en el entorno familiar, aumentó la dependencia de la dieta familiar de la comida preparada y procesada. El resultado fue desastroso para la salud pública en países como EEUU: una epidemia de síndrome metabólico entre los trabajadores que no solo permanece sino que se expande con la industria alimentaria estadounidense a países como México y se conjuga con el Covid para aumentar la mortalidad.

La únicas necesidades que el desarrollo de la alimentación industrial satisface son las de la acumulación: encontrar aplicación al capital agrario y precarizar la fuerza de trabajo. Y ahora, además, encontrar un destino para la sobreproducción petroquímica.

¿Necesitamos plástico para evitar que la comida se eche a perder?

Comida «fresca» en un supermercado de EEUU. Todo en envoltorios y cajas de plástico.

Las compañías petroquímicas nos dicen que los envases de plástico «evitan que la comida se eche a perder», pero aunque esto sea cierto para las mercancías individuales en abstracto, es absolutamente falso en el contexto del sistema productivo actual.

La producción alimentaria actual causa que buena parte de la comida producida se eche a perder en ineficiencias que solo son «aceptables» socialmente porque el único criterio de eficiencia es la del beneficio obtenido como retorno por la inversión.

Los estudios indican que la producción alimentaria actual causa que una buena parte de la comida producida se eche a perder en ineficiencias que solo son «aceptables» socialmente porque el único criterio de eficiencia es la del beneficio obtenido como retorno por la inversión.

Solo en China 350 millones de toneladas de comida -casi el 30% de la producción total- se echan a perder a lo largo de las cadenas de producción y distribución antes de llegar al comercio minorista, y unos 45 millones de toneladas adicionales se echan a perder debido a la comida fuera de casa y para llevar. No es que no haya suficiente comida para alimentar a todo el mundo, es que el capital vive de tirar comida a la basura.

No solo plástico

El llamado «polvo amarillo» se ha convertido en un fenómeno metereológico estacional en el Norte de China y Corea. En la foto Seul, Corea del Sur.

Pero los efectos de este intento de diversión de la producción petrolera hacia la petroquímica no se reducen solo a los plásticos. La concentración de cantidades enormes de gente en las ciudades ha causado todo tipo de problemas de contaminación en el aire, las columnas de aire sobre las grandes ciudades y regiones industriales se han convertido en enormes reactores químicos donde la circulación del aire y la geografía local facilitan todo tipo de reacciones complejas entre gases contaminantes, partículas que sirven de catalizador y vapor de agua.

Se pueden encontrar concentraciones de gases, gotitas y partículas condensadas encima de todas las grandes ciudades, pero casi en ningún lugar son tan impresionantes y comunes como en el norte de China y la península de Corea.

Generalmente se culpa a las emisiones de vehículos y fábricas, pero las restricciones y reducciones de emisiones de estas fuentes están dejando de tener efecto sobre contaminantes como el ozono. El origen en realidad de esta fuente inesperada de precursores de ozono no se encuentra en los vehículos sino en la expansión de los productos de la industria petroquímica en su búsqueda de rentabilidad alternativa.

Entre los culpables se encuentran hidrocarburos de cadena corta y los terpenos, sustancias producidas originalmente por las plantas para repeler a los insectos y que son la base de las fragancias vegetales -como la del limón (limoneno)- ahora producidas sintéticamente.

Estas sustancias se encuentran en cantidades realmente elevadas en los productos de cuidado personal, limpieza, adhesivos y demás derivados de la industria petroquímica y llevan a reacciones que generan precursores del ozono y otras formas de contaminación fotoquímica al concentrarse en la atmósfera encima de las ciudades.

La no-solución capitalista

Ilustración del Plan de Economía Circular de la Unión Europea

La solución de moda entre la burguesía es la «economía circular». La idea es que el reciclaje industrializado del plástico permita «añadirle valor» transformándolo en algo más rentable. El hecho de que el énfasis se ponga sobre el reciclado y no en su degradabilidad vaticina desastres venideros.

El plástico se fabrica formando largas cadenas (polímeros) a partir de ensamblar pequeñas moléculas individuales (monómeros), esto hoy en día se hace con moléculas cortas como por ejemplo el etileno (dos carbonos con un doble enlace) que es el producto que sirve de base para fabricar PVC, poliestireno y polietileno.

Uno de los problemas es que estas reacciones no son realmente reversibles, no se pueden desmontar las cadenas originales sin que se pierdan varias de las propiedades mecánicas y químicas del plástico original. Este no es ni mucho menos un problema irresoluble, cada semana salen publicaciones sobre nuevos procesos para sintetizar plásticos reciclables y reversibles, pero el problema nunca fue realmente técnico o científico.

La cuestión es que el reciclaje no es rentable industrial y económicamente. Buena parte de las medidas se han limitado a elevar impuestos y tarifas arancelarias contra los plásticos que no contengan un cierto porcentaje de resina reciclada, como en el Reino Unido. Como era de esperar, todo el efecto se reduce a impulsar el uso de un nuevo componente en la mezcla -la resina reciclada- y elevar ligeramente los precios. Nada más cambia.

El sueño es, naturalmente, producir con los residuos plásticos nuevos productos más rentables pero, como admiten las empresas, el mercado para estos productos es casi necesariamente mucho más reducido que el de los envases de plástico originales. Por ahora se planea por ejemplo reciclar los plásticos para producir componentes electrónicos sulfonados para placas solares y otras aplicaciones, cuya producción se vería limitada a unos pocos centros de capital concentrado, obviamente.

Esto nos lleva al segundo problema. Bajo el modo de producción actual, la capacidad de producción se encuentra concentrada en unas pocas plantas inmensas en manos de cuatro gatos. Si los países con economías débiles sirven ya de vertederos para los plásticos del resto del mundo, es muy improbable que en el futuro dispongan de la capacidad para reciclar rentablemente las toneladas de plástico que les lleguen o usen, o que sea rentable para los grandes capitales nacionales el transportar este plástico para transformarlo en la otra punta del mundo con un mercado limitado.

El problema siempre fue social y no una «maldición de la tecnología» como ciertos adalides del anticapitalismo reaccionario quieren hacernos creer. La necesidad de valorizar el capital empuja a usar ciertos procesos químicos sobre otros igual de funcionales o incluso mejores y a concentrar la producción en plantas absurdamente enormes.

Por ejemplo, la producción de plásticos requiere separar las pequeñas moléculas con doble enlace de sus precursores con enlace sencillo. Hoy en día esto se hace en grandes torres de destilación donde, por ejemplo, el etileno (precursor de plásticos) se separa del etano después de licuar la mezcla de ambos a bajas temperaturas. Este proceso gasta él solito un 0.3% de la producción energética global.

No es que la química en sí haya condenado al mundo, es que el capitalismo promueve cierto tipo de química para cumplir sus objetivos sociales y mantener su dominio sobre la producción y el trabajo social.

Es perfectamente posible separar mezclas de gases precursores de plásticos sin destilarlos y gastando diez veces menos energía, usando materiales que dejan pasar selectivamente el uno o el otro, pero es mucho más rentable para el capital seguir montando grandes torres y concentrar producción.

Es cierto, el nuevo proceso es más avanzado, gasta menos energía y se puede hacer a escalas mucho más pequeñas y distribuidas, pero todo esto es un inconveniente para el capital. El capital quiere poder concentrar en una torre un millón de metros cuadrados de material (literalmente, no es en sentido figurado) para subir de escala. En la misma tónica de concentración, China anunciaba la construcción del mayor reactor de fabricación de polipropileno del mundo esta primavera.

No es que la química en sí haya condenado al mundo, es que el capitalismo promueve cierto tipo de química para cumplir sus objetivos sociales y mantener su dominio sobre la producción y el trabajo social.

Una vez más, el antagonismo creciente entre necesidades humanas y acumulación de capital

Cínicamente, las revistas científicas describen la contaminación por plásticos como un «pacto fáustico» llevado a cabo por «la Humanidad», mientras tildan la ingesta de plásticos por los animales de «trampa evolutiva».

Es más bien al revés, el problema del plástico es el resultado de la negación de las necesidades de la Humanidad a favor de las necesidades de la acumulación de capital. No es algo causado por alguna naturaleza humana ahistórica. No son los animales sino el capitalismo, el que demuestra haber caído en una «trampa evolutiva» de libro en la que cada «adaptación» empeora la situación general.

Y no se trata realmente de un problema particular de los plásticos, se trata de un problema en el ordenamiento del trabajo social. Si mañana se sustituyeran todos los envases de plástico por otros de cartón o de papel, el desvío del trabajo social de la Humanidad hacia la fabricación a gran escala de un montón de envases que solo sirven para mantener la precarización de los trabajadores a gran escala y cebar la carrera del capital hacia el empeoramiento de las condiciones generales sería igual de obsceno y criminal. Lo crucial no es el material del que están hechos los envases, es la sociedad que los produce.

El problema del plástico solo puede entenderse en ese contexto general que atraviesa todas las facetas de la relación entre los seres humanos entre sí y con el medio en el que habitan: el antagonismo creciente entre necesidades humanas y acumulación. Y es que problemas «ecológicos» como el del plástico o el cambio climático no son más que expresiones medioambientales de la incapacidad del sistema para generar desarrollo humano en su decadencia histórica.