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¿Paz en Ucrania?

30/10/2019 | Ucrania

Comienza la retirada de tropas en Donetsk y Luhans. Es la consecuencia de un largamente esperado intercambio de prisioneros y el paso previo de una conferencia de paz que el nuevo presidente ucraniano lleva meses ofreciendo a Rusia... y Putin, retrasando.

Una guerra en las puertas de Europa

En enero de 2014 la revuelta del «Euromaidán», originalmente una protesta estudiantil que catalizó el ánimo de la pequeña burguesía nacionalista ucrania- hizo evidente la incapacidad del gobierno de Yanukovich para cabalgar la fractura entre las facciones pro-rusa y pro-alemana de la burguesía ucraniana. EEUU jugó sus cartas apostando por desplazar por igual a Merkel y a Putin... y lo consiguió, con tal éxito que estuvo a punto de llevar al país a una guerra civil abierta. Rusia respondió utilizando toda una nueva técnica de guerra -tropas sin identificación que nunca reconoció como propias- para re-anexionarse Crimea y Sebastopol y abrir una llaga duradera junto a su frontera en Donetsk y Luhans, donde miles de ucranianos rusófonos pedían entonces refugio y ahora nacionalidad a la Federación Rusa.

A partir de ahí... el nacionalismo étnico ucraniano osciló entre lo terrible y lo ridículo, sin dejar de pasar -y dividir- la sacristía; EEUU campó por sus respetos, incluidas corruptelas de los Biden que ahora salen con el «impeachment» de Trump- y la UE inició una larga serie de sanciones contra Rusia que renovó regularmente hasta ahora.

Paradójicamente, a pesar de las sanciones, Alemania primero y Francia después acabaron intentando hacer de «mediadores». No tenían otra opción. Para el eje franco-alemán, entonces todavía robusto, el constante ímpetu bélico de Obama, ese Nobel de la Paz, continuado luego por Trump, amenazaba con generar una situación de dependencia con EEUU dirigiendo la suerte del continente. El juego, perverso para los europeos, entre EEUU y Rusia se vio con claridad con la denuncia norteamericana del tratado de misiles balísticos. La denuncia por EEUU del tratado que había retirado en tiempos de Reagan y Gorbachov los misiles de Europa Occidental y Rusia, colocaba a Alemania y Francia en situación de «pedir protección» a su ex-aliado y rival comercial si Putin desplegaba misiles apuntando a sus capitales.

Así las cosas, las tensiones entre EEUU y la Ucrania de Porochenko por un lado y Rusia de otro, no solo propiciaron que se bordeara en más de una ocasión una guerra abierta entre Rusia y Ucrania, llevaron a Alemania a tomarse en serio el «Nord-Stream 2», un gasoducto directo entre Rusia y Alemania que evitaba el paso del combustible por Ucrania. La puesta en marcha del «Nord Stream 2» significó un salto cualitativo en las relaciones entre EEUU y Alemania, pero también, la ruptura -hasta hoy- del eje franco-alemán.

Los perdedores

La presidencia de Porochenko, con todo su ruído y su racismo infernal no fue satisfactoria más que para la pequeña burguesía etnicista más reaccionaria. La burguesía ucraniana acabó descubriendo que no aportaba salidas al colapso del capital nacional. Entre otras cosas porque la alianza con EEUU, le había cerrado definitivamente las puertas de Rusia (50% de su comercio), había vuelto esquivos, si no hostiles, a los imperialismos europeos y había alimentado un extremismo contraproducente en medio país que tachaba internacionalmente a sus líderes, incluidos los más vinculados a Alemania como Julia Timoshenko, de «pro-rusos». Resultado: el triunfo electoral de Zelensky y el comienzo del actual momento de «distensión».

Hoy la noticia es el comienzo de la retirada de tropas. Todos se dicen esperanzados y auguran un final. La guerra en el Donbass se agota sin haber sido más que un episodio marginal de un combate mayor entre los grandes imperialismos. En su desarrollo han caído gobiernos, se han internacionalizado corrupciones y han estallado viejas alianzas imperialistas. Sus ecos han llegado desde el Mar del Japón a Venezuela. Y sin embargo, a día de hoy, ni siquiera podemos saber si «la paz» será minimamente duradera ni tan siquiera quién ha ganado la partida. Lo único que sabemos con certeza es que la hemos perdido nosotros. Porque aunque acabara hoy y no cayera ningún soldado ni civil más, quedarían atrás 20.000 muertos y desaparecidos, 19.000 heridos y más de un millón de refugiados y desplazados; y la inmensa mayoría de ellos no salió precisamente de las filas de la clase dirigente ucraniana, rusa, estadounidense ni alemana. Eran trabajadores empobrecidos y campesinos miserables, jóvenes sin empleo encuadrados por la basura nacionalista y movilizados al matadero de un juego igualmente sórdido e imperialista en todos los contendientes y sus objetivos.