Para entender los últimos 70 años de China
Ayer el partido-estado chino celebraba el 70 aniversario de la proclamación de la «república popular». No han sido 70 años de pacífico desarrollo... y el futuro tampoco apunta hacia un remanso de paz. Algunas claves históricas para entender cómo se llegó a la fase que ahora comienza.
La verdadera revolución China. En China hubo una revolución socialista con soviets, auto-organización masiva de los trabajadores y un Partido Comunista... Pero Mao y Stalin no tuvieron nada que ver con ella... salvo para aplastarla.
En 1926, un ataque general del proletariado y los campesinos en pro de su revolución tenía por completo desarticulado el viejo régimen chino. Por todas partes, en ciudades, fábricas y pueblos se habían constituido soviets en representación de un nuevo poder revolucionario, mientras el antiguo poder capitalista del partido Kuo-Min-Tang yacía desarticulado, sin mas vigencia que la obtenida localmente por la ocupación territorial de sus fuerzas armadas y policíacas. Eran éstas muy insuficientes para asegurar el poder capitalista en la totalidad del territorio, y por otra parte, obreros y campesinos, armados por propia cuenta u organizados en milicias, representaban una potencia militar tan poderosa como la del capitalismo, numérica y moralmente muchísimo mas fuerte. Por añadidura, la correlación de partidos era extraordinariamente propicia a la revolución proletaria, tan propicia como no ha vuelto a serlo en ningún país. No existían de hecho sino dos partidos: el del capitalismo, el Kuo-Min Tang, y el Partido Comunista. El primero era un partido de origen democrático-burgués en cuyo seno se albergaron rápidamente todos los intereses del pensamiento capitalista. Por su parte, el Partido Comunista no encontraba en sus inmediaciones ninguna otra organización, o fracción siquiera, que le disputase la adhesión confiante de los oprimidos. Actuación y realizaciones de éstos, derrotas y triunfos, todo el curso de los acontecimientos, en suma, dependían por completo de él. No podía, cual hizo después en muchos países, descargarse de responsabilidad en la derrota culpando de mala voluntad o traición a otros partidos. No existían. Por consecuencia, derrota y traición recaen de lleno y únicamente sobre él. Veamos ahora lo ocurrido y por qué.
Precisamente cuando el poder revolucionario de los soviets alcanzaba mayor propagación, faltando sólo coordinarlos en poder único excluyente del poder capitalista, Moscú decide e impone al Partido comunista la disolución de los soviets, subordinación de las milicias revolucionarias y patrullas obreras en general al gobierno capitalista constituido, y la disolución del Partido comunista en seno del Kuo Min Tang. Resistieron las masas a la ejecución de esas directivas y también núcleos revolucionarios dentro del Partido comunista. Empero, logró imponerse el aparato burocrático, y la revolución fue yugulada.
Mientras los generales desarmaban a obreros y campesinos, mientras los burgueses recuperaban sus propiedades y los bonzos de la religión budista reanudaban sus letanías, Mao Tse-tun, Chu En-lai, todos los principales dirigentes de la China actual, fraternizaban con ellos. Chan-Kai-Chek y Stalin intercambiaban fotografías mutuamente dedicadas. Poco después, el Kuo Min Tang asesinaba en masa a los obreros revolucionarios. En resumen: la revolución china fue intencionalmente destruida por el Partido comunista actuando a las órdenes de Moscú y en colaboración estrecha con Chan Kai-Chek.[...]
El Moscú y el Pekín actuales se deben mutuamente la vida. De haber salido triunfante la revolución proletaria de 1926-27, la vigorización consecuente del proletariado mundial habría estrangulado en germen la contrarrevolución rusa, y la historia de los últimos 30 años habría seguido un curso positivo, antípoda del actual. A su vez, el partido de Mao Tse-Tun no sería hoy señor de horca y cuchillo sobre 500 millones de hombres, sin el triunfo de la tendencia contrarrevolucionaria en Rusia. Mutación reaccionaria rusa y mutación reaccionaria china produjéronse al par y auxiliáronse recíprocamente.
La antigua China de Mao Tse-tung, 1959
Mao y el apoteosis stalinista. El Kuomintang no tardaría en volverse contra sus aliados stalinistas. El PCCh, finalmente purgado desde Moscú de su dirección revolucionaria pasa a ser dirigido por un joven Mao y su entorno, que lo convierten en un ejército campesino... que volverá a aliarse con el Kuomintang en nombre de la «liberación nacional» para repeler la invasión japonesa (1937-45). Al acabar la guerra, los bloques nacientes cebarán de nuevo la guerra civil entre ambos partidos-ejército. Si el Kuomintang nunca pasó de ser una alianza de la burguesía costera con los restos del aparato militar convertido muchas veces en señores de la guerra, la burocracia y los latifundistas, el PCCh de Mao era un partido-ejército campesino y nacionalista, cuya trayectoria, métodos y programa lo mantenían alejado del masivo proletariado chino. El modelo de guerra maoísta, del campo a la ciudad, propició sin embargo que proletariado y partido stalinista chocaran finalmente en la caída de la dominación japonesa y posterior derrumbe del Kuomintang.
Durante la liberación de Tien-Tsin, los trabajadores ocuparon espontáneamente las fábricas, exigiendo la confiscación de las fábricas metalúrgicas, de Lin Chiang, juzgar a los capitalistas, etc., de febrero a abril. En Shangai, se produjo un movimiento similar entre junio y julio de 1949. Fue el stalinista Lin Show Chi quien aplastó personalmente al movimiento de Tien-Tsin, mientras que en Shangai, el 19 de agosto de 1949, el Comité de Control Militar promulgó dos leyes que obligaban a los trabajadores a cooperar con la patronal: el derecho de huelga fue abolido, incluso en las empresas privadas. Esta ley de prohibición de las huelgas reivindicativas fue aprobada por el Consejo Político Consultivo en el mes de septiembre.
La obra del stalinismo en China, 1950
Son los albores de la «República Popular», proclamada por Mao en la plaza de Tiananmen hace ahora 70 años. Es el apoteosis de la contrarrevolución stalinista que al acabar la carnicería imperialista detenta un imperio que se extiende desde el Mediterráneo hasta el Mar de la China. El primer choque franco entre los dos bloques imperialistas que se decantan entonces vendrá precisamente en las fronteras de China, la guerra de Corea. Y será la intervención militar china la que evite la primera derrota de los intereses rusos.
La imposibilidad de un desarrollo independiente del imperialismo. Los problemas entre la burocracia china y la rusa vendrán precisamente de la más pura lógica del imperialismo. La Rusia de Stalin no solo exportará a China el modelo de los planes quinquenales. Sobre todo exportará capital bajo la forma de créditos que compran su propia producción de maquinaria, máquina herramienta y acero, técnicos y servicios de formación. Imperialismo de libro. El peso de los retornos se hace cada vez más evidente como un lastre para el capital nacional chino y las relaciones comienzan a deteriorarse. De forma inevitable, el conflicto con el patrón imperialista se refleja en conflicto interno, primero entre ejército y partido y luego en el seno del propio partido. Mao además, impondrá como camino de salida un incremento de la explotación directa del trabajo y una expropiación masiva del campesinado: el «gran salto adelante», un desastre que acabará en hambruna, treinta millones de muertos por inanición y un daño grave a las propias bases físicas de la explotación... que lógicamente reavivarán la lucha interna erosionando el poder personal de Mao y su círculo más cercano. Finalmente, cuando la ruptura se consume, la tensión imperialista estallará en arrebatos bélicos: un conato de guerra con Rusia en Manchuria, guerra con India apoyada de nuevo por Rusia, acicate de guerrillas y golpes en Africa y Asia... y una teoría «los tres mundos» para señalar el imperialismo del rival ruso y ocultar bajo capa de «guerra revolucionaria» las tropelías propias.
La revolución cultural y la integración en el bloque estadounidense. Una China impotente para afirmarse como una potencia imperialista independiente, con una clase dirigente dividida y señales de hartazgo creciente entre una clase trabajadora y un campesinado hambreados durante años no podía tener una evolución tranquila. Las tensiones entre las facciones en el poder acaban estallando en un «atrincheramiento general» de grupos y camarillas enfrentadas a todos los niveles, con Mao apoyándose en la movilización del estudiantado para desplazar al grupo en el poder y coaliciones y alianzas haciéndose y desbaratándose continuamente al ritmo del cambio de expectativas y del juego de las potencias imperialistas. ¿Los trabajadores? A la defensiva, por eso el régimen tenía que «llevar la revolución cultural a las fábricas», porque los obreros no la hacían suya. Por debajo, las tensiones imperialistas, la crisis general del stalinismo y la crisis del capitalismo como un todo.
La «nueva» China. Mao morirá en 1976 no sin haber dejado a China en una alianza con los EEUU de Nixon, verdadero resultado final de la «revolución cultural» una vez apartada la facción Deng Xiao Ping del poder. A la muerte del dictador y tras unos años de batallas internas en las que el ejército decantó una vez más la situación, Deng volvería al poder en 1981. Es la «nueva China». Con la Rusia stalinista cada vez más debilitada y un nuevo equilibrio en Asia tras el fin de las guerras en Indochina, Deng y su facción optan por transformar el aparato productivo chino para adaptarlo a la división del trabajo del bloque estadounidense.
La reorganización disciplinaria de la producción agraria y la modernización tecnológica hecha posible por la integración en el bloque estadounidense sentarán la base durante los 80 de la gran oportunidad china: convertirse en el centro, socialmente estable gracias a una dictadura eficaz, de la producción industrial «deslocalizada» a bajo costo. Son ya los años 90 y el capìtal global intenta un nuevo impulso en la financiarización y la «ruptura de las cadenas de valor». La burguesía de estado china será la gran triunfadora de la «globalización», las tasas de crecimiento se mantienen año tras año gracias a un comercio exterior siempre al alza. Las ventas e inversiones en el exterior permiten al capital chino imaginar que vive en la quimera de una vuelta al capitalismo ascendente. La acumulación marcha viento en popa, en apenas veinte años China se convierte en la segunda potencia económica mundial, se integra en los mecanismos multilaterales organizados por los viejos imperialismos centrales y sus intereses -no menos imperialistas- se extienden por todo el mundo.
Guerra comercial y crisis. Pero la esencia de la decadencia del capitalismo es la ausencia de mercados suficientes para un libre desarrollo del capital. China va encontrando dificultades y cada vez tiene que ejercer mayor presión extra-mercado para obtener contratos y destinos de inversión. Empieza a organizar un sistema para la exportación de los gigantescos capitales acumulados que replica, de manera más sofisticada, la dependencia de los créditos soviéticos de la primera etapa de la república popular: la «ruta de la seda».
Y en esto llega la guerra comercial. La burguesía de estado se da cuenta de que se va a convertir en permanente. Las restricciones al comercio exterior, hacen cada vez más daño. Se cumplen 70 años de la fundación del aparato estatal actual. Y la tendencia permanente a la crisis ya no es solo una posibilidad o un horizonte. La semana que viene, el partido-estado tendrá una de sus reuniones estratégicas: el cuarto plenario del decimonoveno comité central. Ahí, pasados los fastos, se esbozarán las líneas de una nueva política. Nueva desde la perspectiva china. Tremendamente familiar para el resto. Se trata de acomodar las herramientas del estado y el poder diplomático y militar acumulado para insuflar aire a un capital nacional que se ahoga.
70 años de un edificio anti-histórico
¿Qué nos cuenta en realidad todo este gigantesco mural que hemos recorrido a brochazos? La imposibilidad de un desarrollo independiente del capital nacional... Incluso en el país que se supone modelo de lo contrario, el país de las tasas de crecimiento propias de otro siglo, resulta que no tuvo sino un crecimiento subalterno dependiente de los restos de las estructuras multilaterales creadas por los EEUU, crecimiento que no puede sino verse en cuestión cuando el patrón imperialista empieza a ver como rival inmediato a su patrocinado no menos imperialista. China, como toda la Humanidad, tuvo su gran oportunidad histórica para volver a un desarrollo verdadero, ya imposible bajo el capitalismo. No fue el capitalismo de estado stalinista con peculiaridades chinas, es decir maoísta, ni ninguno de sus giros y adaptaciones. Fue encabezar la revolución mundial sobre cuya derrota los victimarios levantaron la república que ayer cumplió 70 años.
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