¿Qué pretenden Pablo Iglesias y Podemos en Madrid el 4M?
La noticia saltaba a media mañana a partir de un video subido a twitter por Pablo Iglesias. Abandonaba la vicepresidencia del gobierno, coronaba como sucesora en el liderazgo de Podemos a la ministra de Trabajo Yolanda Díaz y anunciaba su intención de presentarse a las elecciones en la Comunidad de Madrid al frente de una coalición con Más Madrid.
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El marco creado por el colapso de Ciudadanos
Esta mañana interpretábamos las elecciones en Madrid en el marco de la recomposición del aparato político alrededor de los partidos de estado. La previsible desaparición de Ciudadanos elimina el producto menos perfilado de la revuelta de la pequeña burguesía de la última década. Revuelta que se ha expresado electoralmente en todo un abanico que va desde el auge del independentismo catalán a Vox y que, impotente como ella sola, nunca ha pasado de palo en la rueda de la burguesía española.
Ciudadanos representaba originalmente a esa parte de la pequeña burguesía catalana vinculada al PSOE que rechazaba sin embargo su catalanismo. Tuvo su momento de gloria cuando fue llevado en andas de todo el aparato político para dar un vuelco a la situación catalana ganando las elecciones tras el 155. Fracasó.
A partir de ahí, su única opción era conseguir dar el sorpasso al PP en su salto a Madrid. Al fracasar en esta segunda apuesta, solo le quedó la opción de la refundar la derecha fundiéndose con el PP de Casado en los términos más convenientes para el negocio. Volver a girar el timón para intentar buscar un hueco en alianza con Sánchez solo podía romper la embarcación... o hundirla estrepitosamente. Que es lo que estamos presenciando.
Así las cosas, las elecciones madrileñas del 4 de mayo debían permitir un triunfo electoral claro y el primer paso de una estrategia frente a Vox similar a la del PSOE con Podemos: un largo abrazo de oso que pusiera el horizonte en la recomposición del aparato político de la burguesía española en torno a sus dos grandes partidos de estado: PSOE y PP.
El gambito de Pablo Iglesias en el Gobierno
A media mañana Iglesias lanzaba un vídeo en twitter describiendo la situación electoral en Madrid con retórica antifascista y recogiendo un fantasmal llamado de la Historia a encabezar un frente popular con Mas Madrid... a quien no se lo había comunicado. Al parecer, tampoco lo había comunicado a Yolanda Díaz, elegida en ese mismo momento como sucesora al mando de partido y como suplente en la vicepresidencia del gobierno. Unos minutos antes hablaba con Sánchez que, según relato luego el propio presidente, no le puso ningún problema.
Recapacitemos: Sánchez se libra de Pablo Iglesias gratis sin concesiones ni erosiones. Yolanda Díaz, que se perfilaba como la principal rival en Podemos de la facción de Iglesias, partidaria de una fusión con Izquierda Unida y más que posible aspirante a la sucesión como cabeza de cartel frente a Irene Montero, recibe los laureles y el bastón de mando de lo que queda de Podemos sin batalla.
Es decir, Iglesias abandona todos sus frentes sin batalla para ir a competir en Madrid... donde la izquierda tiene las encuestas en contra. Es más, donde su partido no tiene peso relevante y suma poco más de un tercio de los diputados que tiene Más Madrid, el partido de Iñigo Errejón, su ex-mano derecha, sin cuyo concurso, además, difícilmente tendrá opciones electorales.
¿Qué pretenden Pablo Iglesias y Podemos en Madrid?
De Podemos como organización viva queda poco, por eso Iglesias puede decidir por todos con el grupo íntimo y comunicar los resultados como decretos imperiales a través de un vídeo. Y desde luego, no hay dudas sobre su mesianismo, basta escuchar el delirio sobre la oportunidad que le brinda la Historia y las ínfulas de martir que abandona todo para marchar a no se sabe que frente de guerra. Pero Iglesias no es miope. Y desde luego no es de los que abandona el poder a sus rivales sin coste ni arriesga un suicidio político. Si da marcha atrás por propia iniciativa es para tomar impulso. La pregunta es ¿hacia dónde?
Miremos por un instante el reparto de escaños en Madrid: el actual y el que daban las encuestas para el 4 de mayo. Claramente, la recomposición del aparato político tendía a la concentración de votos en los dos partidos de estado. Podemos arriesgaba incluso no poder formar grupo parlamentario. Más Madrid bajaba. Vox alcanzaba techo. La lectura nacional no hubiera sido mejor que el fin de las confluencias marcado por las elecciones vascas y gallegas.
Pero Pablo Iglesias y Podemos veían también oportunidad de gol. Dando por perdidas las elecciones el PSOE presenta un candidato apático. El viejo rival, Errejón, presenta a una candidata desconocida para la mayor parte del censo. Pablo Iglesias puede reinar en la campaña.
¿Cuál ha sido el efecto inmediato del anuncio de Pablo Iglesias de que concurriría a la cabeza de la lista de Podemos? Excitación y felicidad de bully en Vox, seguida de una consigna de tosco anti-comunismo de Ayuso. Y es que la aparición de Pablo Iglesias polariza inmediatamente la campaña en torno a Podemos a un lado y Vox al otro.
Pablo Iglesias y Podemos, aunque seguramente en menor medida, han entendido que las elecciones convocadas por Ayuso le daban una última oportunidad para resucitar la revuelta de la pequeña burguesía universitaria y reanimar las últimas inercias del 15M a base de retórica antifascista. Esa es su apuesta.
¿Qué tiene esto que ver con los trabajadores?
Ahora nos viene un bombardeo mediático brutal. Discursos y retórica de frente popular y defensa de la democracia para que olvidemos todo lo aprendido durante lo que llevamos de pandemia.
Los mismos que no han dudado en sacrificar a miles para que no murieran negocios ni aumentara la morosidad de los bancos; los mismos que venden un escudo social de hambre y baratillo pero inflan ronda tras ronda de decenas de miles de millones a las pequeñas y grandes empresas, nos llamarán a cerrar filas para evitar un mal mayor.
Mientras, voxitas y peperos se desgañitarán con barbaridades de tosco anticomunismo legitimando las pretensiones de Pablo Iglesias, Podemos y Errejón de representar o ser el último apoyo de los trabajadores y los excluidos.
Pero no hay dos tipos de sirenas, unas a babor y otras a estribor. Solo hay una clase: las que pretenden hipnotizar a los trabajadores para que naufraguen. En esta, como en todas las campañas, se apoyarán los unos a los otros para conseguirlo.