OTAN ¿Quién es el enemigo?
Hoy se abrió la cumbre de la OTAN. Setenta años después de su fundación, la organización creada para armar un bloque de potencias europeas alrededor de EEUU tiene ya profundas fisuras.
EEUU sigue centrando toda su retórica pública en los costes. Argumenta que aplica a defensa el 3,2% de su PIB mientras la media del resto de socios es del 1,55%. Así que formalmente su objetivo es que hagan efectivo el 2% de PIB al que se habían comprometido, y mide el éxito de las cumbres por los incrementos presupuestarios de los demás... que suelen ir asociados a compras a la industria armamentística norteamericana.
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De hecho uno de los elementos de disputa es la compra por Turquía de misiles antiaéreos S400 rusos. No gusta en EEUU por motivos obvios, pero tampoco en Francia. El senado estadounidense represaliaba a Turquía prohibiendo la venta de los nuevos cazas F35. El efecto del veto senatorial ha sido una sorprendente oportunidad de ventas para los Sujoi rusos. Los vecinos griegos inmediatamente empezaron a poner el grito en el cielo alertando sobre el peligro ruso en ciernes. Y Macron se preguntaba «cómo puede ser un aliado y comprar el armamento a Rusia». Hay que reconocer a Macron la virtud de poner los temas sobre la mesa con una claridad que la diplomacia de la era pre-Trump evitaba como el demonio.
Y el tema central es, como aseguró en una sonada entrevista al Economist, que la alianza está «estratégicamente muerta» («strategicaly braindead»). La herida sangra por el lomo sirio, donde el acuerdo entre EEUU y Turquía dejó de lado a Francia, que había apostado por el grupo terrorista y guerrillero kurdo PKK-YPG. Aunque después se supiera que estos también salieron ganando -se quedaron como custodios del petróleo sirio controlado por EEUU- quien quedó claramente fuera de lugar fue Francia. Ese es el fondo de los reproches cruzados entre Macron y Trump a cuenta del Estado Islámico
Pero la cuestión realmente estratégica es que mientras EEUU ha identificado claramente a China como el enemigo global en ascenso, Francia -y el conjunto de la burguesía europea- no tienen en absoluto tan claro dónde poner a cubierto sus intereses imperialistas y guardan cartas retrasando el momento de tomar partido.
«¿Quién es el enemigo común de la OTAN? ¿Rusia? ¿China? No. El enemigo común de la OTAN es el terrorismo» aseguraba Macron, intentando llevar el ascua atlantista a su sardina saheliana. Y presionaba alertando que mientras no hubiera una definición estratégica de acuerdo a los intereses franceses, no entraría siquiera a discutir la estructura y el reparto de costes de la alianza. El problema es que paradójicamente, llevar la OTAN al Sahel como propugna, probablemente aumentaría la influencia militar rusa y aceleraría el conflicto con China en el continente.
En Alemania, las declaraciones de Macron molestaron al gobierno cuyas intenciones eran usar la cumbre para aproximarse de nuevo a EEUU y rebajar el peligro de nuevos ataques arancelarios.
Sin embargo también agitaron a la burguesía local, que de manera creciente ha interpretado la posición francesa como «la petición a Europa para que desarrolle sus propias estrategias geopolíticas». La idea, repetida en mil columnas de opinión es que «ya no se puede confiar en la OTAN y los EE.UU. y en consecuencia, también se debe buscar el diálogo con Rusia». Dicho de otra manera, estar bajo el paraguas de una OTAN que tras el Brexit estará conformada en un 80% por tropas de países no-UE, supone para los capitales europeos tener que supeditar sus intereses imperialistas a los de EEUU, así que hay que pensar en ganar autonomía y aflojar tensiones al Este.
Las preguntas sobre quién es el enemigo son obviamente retóricas. En la manada de hienas todas son enemigas de las demás cuando se trata de optar a los despieces más jugosos, todas buscan alianzas que les garanticen salirse con la suya, todas las rompen cuando les interesa y todas funcionan como una sola y terrible bestia ante quien cuestione su rapiña. Como escribían sobre la fundación de la OTAN hace ahora 70 años los compañeros de la organización internacional que entonces estructuraba nuestra tendencia.
La UOI recuerda a todos los trabajadores que sólo luchando en todos los países contra sus propios gobiernos pueden impedir la guerra. Sin embargo, si estallara, su deber sería transformar el conflicto imperialista de opresión, que conduce al mundo a la barbarie, en una revolución social que liberará a la Humanidad.