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¿Nos hemos librado de una nueva guerra mundial?

12/04/2018 | Siria

Las tensiones inter-imperialistas han ido en crescendo durante los últimos seis meses: Corea, Turquía, la «guerra por proxy» entre Irán y Arabia Saudí en Siria y Yemen... La prensa económica habla ya de la globalización de la guerra y la descomposición de Europa como el riesgo principal en el futuro inmediato. Los grandes medios vuelven a preguntarse por la posibilidad de una guerra mundial con una naturalidad que no se veía en treinta años. De fondo, pero muy visible, la guerra comercial alimenta nuevas «doctrinas de seguridad nacional» de China a EEUU, de Rusia a Sudáfrica, que dan a cada choque de intereses la virtualidad de escalar e incorporar agentes en una reacción en cadena.

Las amenazas de Trump contra el gobierno de Al Assad por el uso de armamento químico parecían en principio poco más que un acto de presencia, uno de los muchos rituales asesinos a los que nos tiene acostumbrados el comportamiento matonil de las potencias. Pero hay demasiado en juego en Sira ya y sobre todo hay demasiados agentes, demasiados «aliados de ocasión» con intereses comunes demasiado frágiles. Así que las declaraciones de Trump se encontraron pronto con la advertencia rusa y china... pero también a una ansiosa Francia deseosa de encontrar su propio hueco en el avispero desplazando del papel de lugarteniente de los americanos a una Gran Bretaña cada vez más recelosa.

Trump, que vive en una guerra interna permanente con una fracción central de la burguesía de estado americana, tuvo -y es muy simbólico- que cancelar su participación en la cumbre de las Américas para intentar hacer frente a una situación que comenzaba a desbordarse y tener consecuencias económicas directas vía precios del petróleo.

Como es habitual en este gobierno americano la respuesta osciló entre la ponderación amenazante y la sobradez del matón una vez Rusia lanzó el órdago declarando que intentaría derribar los misiles americanos... e incluso atacar los lugares de lanzamiento.

Todo parecía servido esta noche. Los ejércitos liderados por al Assad e incluso los propios rusos han comenzado a desalojar sus bases militares.

Pero un nuevo elemento se abrió paso a lo largo de la tarde y noche del Levante mediterráneo: según los servicios de inteligencia, Irán y Rusia estaban negociando la posibilidad de responder al eventual ataque americano con un ataque directo sobre Israel. Irán cuenta bajo su mando directo en Siria con 10.000 soldados del Hezbollah libanés y lleva preparándolo durante los últimos meses, contenido apenas por Rusia. Ahora ve la oportunidad de la complacencia rusa.

Ante tamaño campo minado de intereses contrapuestos y posibilidades de extensión y escalada, EEUU vuelve a ponderar sus opciones y el amanecer no se llena de explosiones en Siria.

Pero las causas de fondo de las tensiones imperialistas siguen ahí. La tendencia a la guerra es permanente y cada vez más explícita en todo el mundo. Los cálculos militares y políticos, los equilibrios entre alianzas siempre frágiles pueden hacer que esta vez incluso que otras muchas, salga «cara», pero tarde o temprano saldrá «cruz» porque no solucionan nada ni ponen freno a una tendencia cuyo motor es la esencia misma del capitalismo en nuestra época.

Históricamente solo una cosa ha sido capaz de parar una guerra imperialista. No fue desde luego el pacifismo. Sino la movilización de los trabajadores bajo sus propias banderas. Es cierto que ya tuvimos un destello en el Kurdistán iraquí e Irán en el cambio de año. No bastó ni podía hacerlo llegando hasta donde llegó. La posibilidad y la responsabilidad están sobre todo en las luchas de los trabajadores de los países centrales: Europa entera, pero también EEUU y Rusia.