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No todos los estudiantes son iguales

27/11/2019 | Actualidad

De Beirut a Bagdad, de Santiago de Chile a Ciudad de México y de Bogotá a París. Miremos donde miremos, los estudiantes son la vanguardia de las revueltas. Pero no todas las movilizaciones representan a la misma clase social ni imprimen el mismo sentido al levantamiento social.

Ayer por la mañana estudiantes tomaban 12 estaciones paralizando el TranSantiago. Las fotos son más que significativas: uniformes de colegios privados que cuestan al mes todo un salario, mochilas de marca y pies colgando sobre el andén. Y los mismos «pacos» (carabineros) que siembran el terror en los barrios obreros, reverencialmente paralizados. Por la tarde «movilización feminista» en Plaza Italia y Valparaiso con «happenings» artísticos.

¿Qué decir de Ciudad de México? Allá que estaba el «todo UNAM» reivindicando con más furia el «derecho» al «defacing» de monumentos que unas acciones estatales contra la violencia de género más que discutibles.

¿Y Bogotá? La prensa conservadora de todo el contienente celebra, sin escatimar simpatía, que los estudiantes copen las movilizacones colombianas en la calle. La descripción de su «aporte» parece realmente paródica, pero no lo es, es pura «expresividad» de la pequeña burguesía reaccionaria con caceroladas -verdadero símbolo de clase- y banderitas nacionales incluidas.

La indignación por todos estos problemas derivó en un cacerolazo espontáneo que comenzó el jueves en apartamentos de clase media de Bogotá y se regó como la pólvora por toda la ciudad, un fenómeno que desde entonces se repite a diario en todo el país para llamar la atención del gobierno sobre la necesidad de cambios.

Con la voz en alto para hacerse escuchar por encima de las cacerolas, Nicolás Herrera, politólogo recién graduado de la Universidad Javeriana, explicó a Efe en una concentración nocturna que «apuntan a una transformación social desde una perspectiva juvenil, rebelde, artística y alternativa». Herrera subrayó que los jóvenes colombianos y del resto de América Latina están desmontando la imagen maniquea del joven «millenial» descrito como «individualista, con una mirada cortoplacista de la realidad, y ensimismado en las redes sociales y en sí mismo».«Lo que hemos visto en Colombia es que los jóvenes somos mucho más que esa categoría; los jóvenes estamos para proyectarnos socialmente en la transformación del país, para buscar una Colombia en paz y con justicia social», enfatizó.

¿Y qué hablar de Beirut o Bagdad? El elemento estudiantil ha salido no menos «artista» y si fuera posible, aun más nacionalista: colores «nacionales», igualdad «en la nación»... pareciera que estuviéramos en 1789 en los albores de un levantamiento contra la feudalidad. Pero siempre lo parece cuando la pequeña burguesía sueña con dirigir al conjunto social y empieza a hablar del ‎pueblo‎ a dos carrillos. Anacronismo.

Francia y la precariedad

Hace dos semanas un estudiante de la universidad de Lyon, Anas K., se intentó suicidar prendiéndose fuego. Su nota de suicidio saltó desde su muro de facebook a la prensa. A fuerza de trabajar en precario y soportar las condiciones infectas de los pisos compartidos y la infravivienda en Francia, Anas había reventado moralmente. Fueron sus propios profesores los que empezaron a llamar a la acción.

La acción llegó ayer con manifestaciones de unos pocos cientos en las principales ciudades universitarias, poco más de un millar en París y Lyon y, en Paris Tolbiac, un intento de hacer que el comedor de la universidad sirviera por un día a todos sin cobrar. El restaurante echó la verja y la prensa a duras penas cubrió París... y en breves.

https://www.dailymotion.com/video/x7oi3es

Por qué la prensa no habla (casi) de los estudiantes franceses

Fueron movilizaciones nada artísticas ni expresivas. Hablaban de necesidades humanas genéricas -alimentación, higiene, trabajo- que se ponen en línea con una ‎ perspectiva de clase‎, que están en conflicto directo con la nación y que quieren ver satisfechas de forma directa e inmediata.

«No representan a la totalidad del estudiantado». Obvio, se sostienen y nacen de ese 30% de estudiantes que trabajan para mantenerse y chupan un trabajo precario tras otro, viviendo en pisos compartidos en los que una habitación se lleva medio salario mínimo. Los que tienen beca, a duras penas reciben más de 300 euros, lo que llega apenas para pagar la comida.

https://youtu.be/M7DZIzAZqow

Qué aprender de los estudiantes franceses

El estudiantado no conforma una clase. Ser estudiante es una situación temporal que afecta de manera distinta a las distintas clases sociales. Por motivos económicos evidentes, la mayoría en la educación superior corresponderá siempre a la pequeña burguesía, reforzada en su liderazgo por el discurso estatal y el adoctrinamiento impartido por la propia universidad. Los llamados al estudiantado en general solo pueden reforzar pues los elementos dominantes de todo espacio interclasista. Igual que los llamamientos «a las mujeres» solo pueden acabar en la discusión de los consejos de administración y la formación de una burocracia especializada en «igualdad de género» en empresas y estado, los llamamientos a «los estudiantes» solo pueden conducir a lo que estamos viendo en Chile, Colombia, Líbano o Irak: nacionalismo al palo, expresividad artísitica y despliegues narcisistas de «capacidades de liderazgo» de los aspirantes a cuadros del aparato político del estado.

Francia muestra sin embargo que hay un elemento progresivo en la universidad, un elemento capaz de pensar desde la misma ‎ perspectiva que está implícita en las luchas de los trabajadores‎: la satisfacción directa de necesidades humanas genéricas, universales. Este elemento está formado por el estudiante-trabajador y el trabajador-estudiante. Al que por cierto, sin la ayuda de los medios ni el apoyo de la ideología impartida por la universidad, le cuesta más arrastrar a ese 70% de estudiantes.

Por todos lados la universidad trata de expulsar al estudiante-trabajador. En España por ejemplo las universidades públicas les niegan abiertamente un lugar haciendo obligatoria con cada vez más frecuencia la presencialidad en sus asignaturas y el estado -que nunca dio becas más allá de la matrícula para los estudiantes de licenciatura- niega incluso la beca de matrícula a los trabajadores que cobran un salario. La universidad es ante todo para mantener a la pequeña burguesía y para desangrar a las familias trabajadoras mientras el estado «incuba» y adoctrina a sus vástagos a tiempo completo. ¿Merecería menos dedicación nuestro amado estado, tan sensible como es a las urgencias climáticas y al engorde de una nueva facción burocrática feminista?

En países como España en los que el trabajador-estudiante es cada vez más una rara avis, los estudiantes de clase trabajadora tienen que evitar ser encuadrados como estudiantes en «sindicatos» para pensarse y luchar desde los intereses de aquello en que se van a convertir inmediatamente: trabajadores precarios... y para eso tienen que aprender a organizarse de un modo muy distinto.