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No podemos aceptar otra matanza con tal de que las empresas recuperen ventas

25/11/2020 | Actualidad

El gobierno español comunicó ayer 537 muertos por covid en las anteriores 24 horas. En Italia fueron 853, en Francia 501, en Gran Bretaña 608. Las dimensiones de la matanza son sobrecogedoras y las cifras de hospitalización no hacen pensar que vayan a reducirse por sí solas: 4.438 pacientes en UCI en Francia y 2.853 en España no dan ninguna confianza. En Grecia, presentada rutinariamente en las noticias de televisión como relativamente al margen de la segunda ola, la situación es dramática en Tesalónica y el Norte industrial, con las UCIs y hospitales saturados.

Y sin embargo Macron presenta la reapertura de tiendas no esenciales para el 28 de noviembre. En Grecia la reapertura está ya en marcha y nadie espera mejores resultados que en el verano. Y en España el gobierno presenta unas laxas recomendaciones para diciembre cuyo objetivo confeso es salvar la campaña de navidad... en vez de salvarnos de ella.

Hemos frenado la circulación del virus.

Emmanuel Macron, Presidente de Francia, ayer, mientras se alcanzaba el récord de muertes diarias de la segunda ola de pandemia

Salvar las fiestas es la consigna porque es la forma barata de rescatar unas empresas endeudadas hasta las cejas, unas líneas aéreas que han dejado de vender miles de millones, unas pymes que enfrentan cada vez más concursos de acreedores y sobre todo unos campeones nacionales que vehiculan miles de millones del capital nacional y que, en España, han perdido más de la mitad de su valor bursátil en pocos años.

El significado real de este esfuerzo por aumentar ventas se siente ya y solo permite atisbar más contagios y muertes en el horizonte. En Francia los profesores huelguistas que denuncian que las aulas se han convertido en focos de contagio encaran un aluvión de medidas disciplinarias. En España los casos de covid se triplicaron entre los trabajadores de Correos, hacinados para sacar adelante los pedidos del Black Friday. En Italia son los trabajadores de Pfizer encargados de hacer las vacunas los que denuncian y hacen huelga contra el par hacinamiento-precariedad en el que se resuelve la llegada de los pedidos.

Pero los gobiernos no tienen otro norte que aumentar las ventas en un último trimestre para el que las expectativas son malas. Celebran que las empresas turísticas tiran hacia arriba del precio de las acciones en las bolsas tras recuperar clientes internacionales gracias a la campaña permanente de desdramatización de la matanza. Parecen concordar en que el enfoque tiene recorrido. El listón es alto en cualquier caso: EEUU con sus más de 80.000 pacientes en UCI. Así que persisten y redoblan la apuesta. Como el ilusionista que nos pide que miremos a la mano derecha mientras truca las cartas con la izquierda, los gobiernos de Gran Bretaña, Alemania, EEUU y España presentan planes de vacunación que, en caso de tener las vacunas listas y las cadenas de frío a punto, empezarían en el mejor de los casos y con un alcance muy limitado, en enero. Para entonces es muy probable que una tercera ola se haya superpuesto ya a la actual.

Y mientras, pasando casi desapercibido, el pacto verde, la principal apuesta estratégica del capital europeo, se ha puesto ya en marcha: Gran Bretaña y Alemania anuncian subvenciones mil-millonarias a la industria automotriz, España, Italia y Francia les siguen. Aprueban planes para el hidrógeno verde que acaban de empujar a monopolios regulados o participados por el estado como Enel (Italia) o Iberdrola (España) a presentar planes de inversión de decenas de miles de millones de euros. Ni que decir tiene que toda la jugada va acompañada de un aumento sostenido de los precios de la electricidad doméstica, como se ve ya en Alemania.

Como no podía ser de otra manera, las subidas eléctricas, la desaparición del coche con motor de gasolina o diesel, la reconversión industrial y todas las medidas asociadas no pueden sino acentuar la caída del valor de compra real de los salarios. Si el pacto verde es bueno para la industria como asegura día sí y día también la UE es porque al final representa una transferencia masiva de rentas del trabajo al capital. Esta redistribución de rentas a favor del capital no es un producto del Covid, es lo que el capital sabe hacer para ganar oxígeno. Lo que ha hecho durante la última década de crisis. La prueba: en España, ya hoy, la pensión media de los nuevos jubilados es un 16% más alta que el salario más frecuente, lo que da la medida de la erosión sufrida en los últimos años. Erosión que el pacto verde y todo lo que trae con él no puede sino acentuar. Y por si fuera poco, en EEUU o Gran Bretaña vamos de cabeza hacia una multiplicación del gasto militar, con consecuencias redistributivas similares.

Los resultados son perfectamente imaginables. Si hubiera dudas, de forma inmediata, en España 2 millones de personas, en su gran mayoría trabajadores, necesitarán ayuda alimentaria para sobrevivir. En Francia, según los lugares, la demanda de los bancos de alimentos ha crecido ya hasta un 25%.

Invisibilizados y negados pero, lejos de estar derrotados, con luchas en ascenso

Semana tras semana, los telediarios han abierto contando el terrible sufrimiento de los balances de los dueños de bares por no poder servir más que en las terrazas o tener que cerrar un poco antes, han sacado imágenes de sus movilizaciones exigiendo poder vender más sin que les importara cómo eso afectaría a los contagios. Pero ni una nota se dedicaba a los profesores que exigían en Francia el cierre de aulas si no mejoraban las condiciones de seguridad e higiene para parar contagios o las fábricas italianas que, a decenas, plantaban cara a la combinación de precarización e inseguridad sanitaria.

La estrategia de desdramatización de la matanza del covid pasa por negar e invisibilizar a los trabajadores de un modo aun más radical y violento que de costumbre. Y esa negación va mucho más allá de censurar la información sobre huelgas y reivindicaciones. Llevan razón hoy los medios españoles cuando dicen que 1.074 mujeres muertas a manos de parejas y exparejas desde enero de 2003 es una cifra insoportable. Lo repulsivo es que normalicen las miles de muertes que, esta misma semana, pudieron haberse evitado. El implícito es que las muertes por Covid que nos cercan cada día son perfectamente soportables para el estado y las empresas, daños colaterales lamentables pero necesarios para recuperar las ventas e impulsar la revalorización de las empresas. La industria de la opinión se aplica a relatarlas como producto de una catástrofe natural que afecta a vidas privadas y daña la economía. Mejor no pensar mucho, vayan a rebelarse los que marchan cada día a trabajar bajo riesgo. Pero la rebelión está ahí, sigue creciendo, seguimos su pulso mes a mes, y es el único dique que contiene esta matanza... y las por venir.