No es falta de motivación, es pobreza
En todo el mundo la prensa y la TV han incorporado contenidos de «autoayuda cool» para «motivarnos» en el trabajo y encontrar un encaje individual a un sistema que nos explota, excluye y anula en tanto que miembros de una clase de la que no podemos escapar.
Minipiso de 15m2[/caption]
¿Vacaciones imposibles? Prueba con las traba-ciones. ¿Imposibilidad de tener una casa decente con tu salario? Prueba a decorar tu micro-piso con sus consejos. ¿Tienes más de treinta años y no consigues trabajar más que a salto de mata? No es que seas pobre, es que eres un «treintadoslescente». ¿No te llega para comprar comida a fin de mes? ¡¡Comer de la basura es supercool!!... Parece humor negro o parodia, pero la evolución de las páginas de «tendencias» y «autoayuda» de medios que tradicionalmente expresaban el optimismo forzado de la pequeña burguesía, expresan mejor que ninguna otra cosa las verdaderas tendencias de fondo de un sistema incapaz de producir verdadero desarrollo con independencia de que el PIB crezca o se estanque.
Banco de alimentos en Glasgow. Los «food banks» se han convertido en una parte de la vida de la clase obrera precarizada británica que a pesar del pluriempleo muchas veces no puede llegar a fin de mes con comida para sus hijos.[/caption]
Pero el mensaje más reiterativo, el que más seminarios, libros, talleres, audiovisuales y artículos produce, es cómo superar la depresión y la desesperanza cotidiana en el puesto de trabajo. No importa que los comentarios de los lectores una y otra vez de jornadas agotadoras, tareas imposibles, salarios que no sirven para llegar a fin de mes y la amenaza permanente -cuando no la certidumbre- de perder el empleo. La precarización se invisibiliza. La pauperización también. Quedan para tema de llantos digitales. La solución «está en nuestro interior» dice «El País», ¿por qué vamos a esperar «recompensas externas» por nuestro trabajo? ¡¡Con lo guapo que es donar la fuerza de trabajo al capital nacional!! ¡¡Seremos vagos y egoístas!!
La clave para no sufrir cuando no nos apetece trabajar es desarrollar la capacidad de mantenernos motivados sin recompensas externas. Se trata de una de las habilidades más difíciles de aprender. «Parece que tenemos una aversión natural al esfuerzo persistente que ninguna cantidad de cafeína o carteles inspiradores puede arreglar»
No, los trabajadores no entendemos nada... ¿La alienación? ¡Un mito! ¿Qué pensábamos? ¿Qué el trabajo tenía que tener sentido para quien lo hace? ¿Estamos locos? Otro egoísmo infantil de nuevo, otra «sinrazón» asegura «El País»: ésto va de cumplir los objetivos de la empresa en el menor tiempo posible para que el producto deje el mayor margen posible y los propietarios del capital invertido -sea un patrón, unos accionistas o el estado- le saquen el mayor partido posible.
Quizás el problema viene del planteamiento. Se ha extendido la idea de que para que un trabajador esté motivado le tiene que apetecer hacer su tarea. Pero lo cierto es que lo único que necesita es querer alcanzar un resultado: ver un proyecto terminado o acabar pronto para salir antes. Cuando su estado de ánimo es el que determina cuántas ganas tiene de ponerse a trabajar, las emociones están gobernando sobre la razón.
La autoayuda no ayuda
Evolución del número de suicidios hasta 2014[/caption]
El mensaje se repite a través de mil artículos y programas cada semana: la situación de clase no es tal, sino un problema individual. Si fuéramos «racionales» sabríamos adaptarnos y nos convertiríamos en «mejores trabajadores» en vez de comportarnos como esas mierdillas desmotivadas que somos. Poco importa que las depresiones y los suicidios avancen al ritmo de la precarización y el empobrecimiento de los trabajadores. Para ellos los millones de deprimidos (2,4 en España) y los miles de suicidas (más de 4.000) no son más que problemas «individuales», gente que «no se supo adaptar», que no supo disfrutar del honor de dejar su sangre para la acumulación del capital nacional y que no quiso entender a los académicos pagados por el estado -¡¡hasta los hay que se dicen «marxistas»!!- que nos explican tan amablemente que el desarrollo es ésto.
El objetivo principal es que nos veamos como «individuos», no como clase. Porque si aceptamos que somos individuos, como clase permaneceremos inanes. Nuestra única esperanza será que caigan del estado medidas «protectoras» que a la hora de la verdad, lejos de reducir la explotación solo servirán para aumentar el control obsesivo sobre nuestro tiempo en la empresa.
La ciclologística devuelve al trabajador a la condición de animal de carga cuando la tecnología hace un siglo que lo había superado.[/caption]
No es solo la autoayuda y los articulitos rastreros y pretenciosos en «El País». La versión «científica» es igual. Nos venden que la sociedad y cuanto pasa en ella es la mera agregación de comportamientos individuales. Es el discurso liberal, pero también el de todos esos pseudo-marxistas que explican la plusvalía como algo que puede medirse fábrica a fábrica y empresa a empresa. Para unos y otros, la explotación puede resolverse o contenerse individualmente o al menos dentro del estrecho marco de las relaciones del taller o la oficina. Pero no, no va de eso. Al revés:
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Nuestra insatisfacción, nuestra alienación, nuestra situación de miedo y angustia permanente, no es el resultado de una «mala adaptación» individual ni de la mala suerte personal. Es el producto de una situación de clase en un sistema, el capitalismo, basado en la explotación de una clase por otra. Frente a ella, el estado no puede ayudarnos. El estado no está para frenar o acabar con la explotación, sino para asegurar sus condiciones.
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Aunque todos los trabajadores fueramos más «racionales» no nos libraríamos de sufrir cada vez más explotación y peores condiciones de vida y de trabajo. Hace un siglo que el sistema entró en decadencia y no sabe crecer generando desarrollo verdadero.
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No hay salidas «individuales». Si hacemos nuestra la moral burguesa, si adoptamos el «sálvese quién pueda» tanto como el «conformémonos como podamos», las necesidades del capital no van a dejar de estar cada vez más enfrentadas a las necesidades humanas.
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Solo afirmando las necesidades humanas, solo respondiendo como clase podemos enfrentarnos a la apisonadora que nos atropella a cada paso sin discriminar conformistas, nihilistas e individualistas.