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Neumonía de Wuhan

23/01/2020 | Actualidad

A día de hoy están confirmados 17 muertes y 583 casos de la neumonía de Wuhan. La prensa europea se pregunta cuándo llegará la neumonía de Wuhan al continente mientras llegan desde el origen de la epidemia imágenes preocupantes. Wuhan, una capital de 11 millones de habitantes, es hoy una ciudad sitiada de la que está prohibido salir. Miles de personas salieron despavoridas aprovechando las últimas horas antes de la prohibición, huyendo no tanto de la enfermedad como de unos servicios de urgencia saturados. Hace apenas unas horas el gobierno chino ha cerrado dos ciudades más. ¿Por qué hay tanto temor a una epidemia global? ¿De dónde salen estas enfermedades?

En año nuevo se comenzó a hablar de una epidemia de neumonía en Wuhan. El 5 de enero se reportó el primer caso fuera de China, en Singapur. Dos días después quedaba claro que lo que se temía era una nueva epidemia de SRAS. Y al día siguiente unos investigadores chinos descubrían que su agente causante era un coronavirus, familia a la que pertenece el virus del SRAS. Del mismo SRAS que, como también ocurrió con la gripe aviar, en su día se consideró un aviso de algo peor por venir.

¿Sería la neumonía de Wuhan esa pandemia que todos temían? La cercanía de las fechas del brote con el nuevo año chino hacían temer lo peor. En el año nuevo cientos de millones de personas visitan a sus familiares dentro y fuera de China. Para el 11 de enero se había informado ya de 50 casos solo en Hong Kong... y el primer muerto.

Al día siguiente el primer caso en Japón. El 19 se estimaban ya 1.700 casos solo en China. Pero casi inmediatamente se empezó a hablar de unos 4.000 contagios después de que más de 20 ciudades chinas comenzaron a dar la alarma y que aparecieran nuevos brotes en Tailandia, Australia y Taiwán. Cuando al día siguiente se informó del primer caso en EEUU hasta las bolsas reflejaron que el miedo se globalizaba.

¿De dónde salen estas epidemias?

Los primeros casos de la neumonía de Wuhan aparecieron alrededor de un mercado en el que se vendían animales vivos. Las distintas pandemias de «gripes» y neumonías que han aparecido en la última década han surgido siempre en entornos de producción o distribución ganadera o aviar de alta densidad en los que las enfermedades podían «saltar» de los animales a los humanos. En el caso de los virus de la gripe, su genoma está subdividido en ocho fragmentos dentro del virus que pueden recombinar libremente al saltar entre diferentes especies animales hacinadas, causando nuevas variantes pandémicas cada 20 a 40 años. En el caso de los coronavirus como el SRAS o el actual de Wuhan, su estructura genómica les permite transcribirse e infectar a toda velocidad en ambientes con alta densidad animal y humana. En la mayor parte de los casos, los humanos trabajando en mercados y granjas ya están infectados por variantes asintomáticas de coronavirus. Por baja que sea la probabilidad de aparición si el número de interacciones se aumenta hacia el infinito por el hacinamiento, alguna mutación aparecerá que se expanda por la población. De ahí el éxito de los coronavirus, una familia de virus que se transmiten silenciosamente por vía respiratoria entre mamíferos hasta que aparece una variante virulenta. Todo apunta a pensar en un insuficiente control de la salud de los animales, en el hacinamiento de éstos bajo condiciones higiénicas insuficientes y en la falta de protección de los trabajadores a lo largo de toda la cadena de producción y distribución.

Pero si nos detenemos por un minuto veremos que encaja en un patrón que excede la situación de una industria en un país. En Francia vimos casos tremendos como el de la contaminación de la leche infantil con salmonela en 2017... y 2019 y luego los jamones con listeria; como en España este mismo verano con «la Mechá» y los brotes de botulismo en latas de atún. En las nuevas epidemias e intoxicaciones europeas es obvia la relación con la ‎precarización‎: trabajadores temporales insuficientemente formados en los protocolos básicos de seguridad alimentaria y aún peor pagados, presionados para producir más en ambientes laborales disfuncionales. Resultado: la precariedad no solo mata en la forma de accidentes laborales.

En un caso y en otro las fuerzas que impulsan las mutaciones y las epidemias no tienen nada de misterioso ni fatídico. No son fuerzas naturales sino sociales las que presionan a la baja los costes y la precarización de las condiciones de trabajo y producción. La verdadera profilaxis debería empezar por ahí. Pero no hay que esperar que llegue, globalmente, por concurso de los gobiernos que están precisamente en facilitar el desarrollo de unas «fuerzas de mercado» a las que deifican para «ganar competitividad» y aumentar la rentabilidad del capital invertido en el agro y la industria alimentaria. Las mismas causas que llevan a la sobre-explotación en el campo y la industria alimentaria, son las que abren la puerta a las nuevas pandemias que están surgiendo en Asia.