Negociación comercial armada
El conflicto imperialista inaugura fases con una sincronía y velocidad sorprendentes. Lo que esta semana hemos presenciado en el Mediterráneo, entre las dos Coreas, en Hawai entre China y EEUU y entre India y China tiene un preocupante elemento común: aunque más o menos claramente se trate de negociaciones comerciales, en todas ellas el argumento principal es la amenaza inmediata de guerra.
La referencia es la cumbre entre los ministros de exteriores de China y EEUU en Hawai. En medio de una escalada de tensiones militares, de una nueva oleada de sanciones de EEUU, de la restricción china al acceso a las tierras raras por los norteamericanos... la reunión se cierra reafirmando los compromisos del «acuerdo comercial en fase 1». Es decir, sanciones, ataques arancelarios, restricciones de aprovisionamiento, presiones militares y hasta la estrategia nuclear se ponen en función del los resultados de la balanza comercial a corto plazo.
Más sangrante aun es la escalada de la tensión fronteriza entre India y China. Después de largos y caros cañoneos con fuego real y de movilizar masivamente unidades de élite y generales estrella, la tensión estalló dejando casi 70 cadáveres tras un combate nocturno a palos y pedradas. A la brutal masacre siguieron nuevos movimientos de tropas, histeria mediática y turbas nacionalistas en India.
¿Para qué? Para revocar contratos de grandes empresas chinas y dar pie desde una posición de fuerza a una renegociación de la balanza comercial que tocando lo menos posible la llegada del gran capital chino y evitando un bloqueo de Tata que podría llevarle a la quiebra, reduzca el déficit comercial que obsesiona desde hace tiempo a una burguesía india que ve desmoronarse el castillo de naipes de su poder económico.
Y no es distinto con la tensión en ascenso entre las dos Coreas. Hoy mismo el Norte comenzó a mover tropas a la zona desmilitarizada. Ayer el ejército surcoreano amenazaba a los del Norte con «hacerles pagar el precio» si tomaban «acciones militares reales». La prensa del régimen de los Kim no se quedaba corta:
El periódico oficial de Corea del Norte dijo el jueves que la demolición de esta semana de una oficina de enlace intercoreana fue solo el comienzo, advirtiendo que podría haber medidas de represalia adicionales contra Corea del Sur que podrían ir «más allá de la imaginación». Corea del Norte ha estado arremetiendo contra Corea del Sur casi a diario en las últimas semanas por folletos de propaganda contra Pyongyang enviados desde el Sur. Se ha comprometido a tratar con Seúl como enemigo, cortar las líneas de comunicación transfronterizas e incluso explotó una oficina de enlace conjunta a principios de esta semana.
¿La realidad? Los Kim intentan hacerse valer como peligro geoestratégico para tener algo que poner en la balanza y renegociar las sanciones que EEUU ha renovado por un año más hoy mismo. Se dan cuenta de que Corea del Sur no tiene autonomía respecto a EEUU como para poder desatascar la situación... y al buscar la interlocución directa con Wahington despreciando a Seul, dan la oportunidad a EEUU de aumentar su presencia militar. Los Kim y Trump juegan así un extraño juego colaborativo que exacerba las contradicciones entre los intereses imperialistas surcoreanos y los estadounidenses. Aumentan en consecuencia los roces entre los militares norteamericanos y la Casa Azul, que queda en una posición cada vez más difícil para conseguir sus objetivos. Objetivos que tampoco tienen nada que ver con «la paz» sino con avanzar hacia un área de libre comercio con China que compense las dificultades de acceso crecientes a los mercados de EEUU y Japón.
En el Mediterráneo el juego es aun más peligroso al ser más sólido. Grecia está en una ofensiva diplomática firmando acuerdos de delimitación de aguas con Israel, Egipto e Italia a base de prometer a todos un pedazo en la explotación de los hidrocarburos que los turcos parecen haber encontrado... mientras impulsa una posición «más allá de las declaraciones» contra Turquía en la UE y presenta con fanfarria sus planes de respuesta militar a las prospecciones turcas.
Sabe que militarmente con Italia de momento tiene difícil contar, nada literalmente a dos aguas. Otra cosa es Francia, que ya ha tenido un «incidente» con la marina turca que ahora «investiga» la OTAN. Y desde luego Israel y Egipto, que por sus propios motivos -no menos imperialistas- tienen por prioridad poner un freno al expansionismo turco y que, como Francia, luchan internamente contra los «Hermanos musulmanes» -conocidos como Hamas en Palestina- a los que apadrina Ankara.
Es decir, la situación en el Mediterráneo está lejos de pacificarse con el descuartizamiento de Libia. El capitalismo turco no cabe en sus fronteras -como ninguno desde hace más de un siglo- y ni siquiera encuentra paliativos. Encontrar aplicaciones de capital fáciles e inmediatamente rentables como los hidrocarburos submarinos puede insuflar vida al capital turco y por tanto significar la supervivencia de un régimen ya muy tocado y dependiente solo de sus éxitos militares para encontrar mercados y oportunidades para su capital.
Un problema universal
En cada uno de los ejemplos anteriores vemos como las necesidad de acceso a mercados, capitales y oportunidades de inversión es el motor directo de la innegable escalada bélica mundial. Estamos ya en una fase de «negociación armada» que amenaza continuamente con dejar fronteras y regiones enteras sembradas de cadáveres. La guerra inter-imperialista ha dejado de ser algo periférico, más o menos pastoreado por las potencias mayores, para convertirse en un argumento comercial, si no el principal, de las potencias regionales y globales. El mercado mundial funciona cada vez más abiertamente como una versión sádica de las sillas musicales. Si hace treinta años eran países como Somalia los que quedaban fuera y hace cinco Venezuela, ahora vamos ya por Turquía, se ven amenazados directamente capitales nacionales tan globalizados como el de Corea del Sur e India le ve los dientes al lobo.
Es el mismo sistema que hace la guerra contra nuestras condiciones de vida, el que juega en la cuerda floja poniendo en peligro la vida de millones. El mismo. Por eso enfrentar el empobrecimiento que está ya en marcha y parar los pies a la perspectiva global de la guerra es la misma cosa.