Mundial de Qatar 2022

Qatar 2022: un espectáculo para ricos
Dos jóvenes iraníes de clase alta muestran símbolos del feminismo local durante un partido de la selección iraní en el Mundial de Qatar
Los partidos de la Copa del Mundo ha atraído a más de un millón de personas a Qatar. Su infraestructura hostelera no puede compararse a la de sedes anteriores, entre otras cosas porque tampoco el país tiene dimensiones homologables. El emirato administra aproximadamente la mitad del territorio de la provincia española de Badajoz, o lo que es lo mismo, 2.000 km2 menos que el conurbano bonaerense.
Hospedarse es caro: los hoteles baratos cuestan más de 1.000€ noche. Así que para completar la oferta las aguas de Doha se han llenado de cruceros que no cobran mucho menos. Los hinchas con menos dinero pueden recurrir a habitaciones o pequeños apartamentos no muy bien equipados que cuestan como mínimo 200$ por noche.
No es de extrañar que las protestas que llegan simbólicamente a las gradas sean las de la pequeña burguesía acomodada de Oriente Medio. Nadie más puede llegar ahí. Desde luego ningún trabajador qatarí.
Construido sobre la explotación más salvaje de los trabajadores
Trabajadores durante las obras de uno de los estadios del Mundial
Porque esos 200 o 250$ por noche que cuesta una habitación cutre suponen poco más que el salario mínimo mensual teórico de un trabajador local... antes de pagar abultadas tasas para poder ser explotado. Y algo menos después.
Eso si llegan a cobrar el salario mínimo legal, una concesión mundialista para ganar imagen, que sólo existe sobre el papel. Es más incluso los salarios de miseria quedan muchas veces impagos. En Qatar queda rutinariamente en la impunidad el patrón que no entrega los salarios. Entre otras cosas porque las huelgas están prohibidas, la vigilancia es obsesiva e hipertecnologizada y la represión y deportación de los que protestan por no haber cobrado, inmediata.
Y es que las condiciones de la dictadura de clase son necesariamente explícitas en un país con una población de casi 3 millones de habitantes, de los cuales el 91% no tiene nacionalidad qatarí, son trabajadores migrantes. Cifras parecidas se dan en toda la región con las consecuencias de sobra conocidas para las condiciones de trabajo de los trabajadores. Entre Qatar, Emiratos, Oman, Kuwait y Bahrein suman, sin contar obras para el Mundial, 10.000 trabajadores muertos al año sólo entre la migración de origen asiático (Pakistán, Nepal, Filipinas, etc.). Pocos parecen estar sumando la kenyata y de otros países africanos.
Sin embargo, esta vez no podemos decir que se haya invisibilizado por los medios en el periodo previo a la inauguración. Desde los recopilatorios de Le Monde a las investigaciones de The Guardian durante los últimos 9 años, la prensa europea se ha hecho eco de un catálogo masivo de abusos y reconocido que la situación de los trabajadores durante la construcción de la infraestructura del Mundial ha llegado incluso al trabajo forzado -conocido como esclavitud moderna- y producido una verdadera matanza de miles de trabajadores por falta de condiciones mínimas de seguridad.
Sobre un fondo de imperialismo puro y duro
Infantini, presidente de la FIFA
La pregunta es ¿por qué lo contaron ésta vez? La respuesta surge sola al tomar un poco de prespectiva. Durante los últimos 40 años el fútbol se financiarizó masivamente y se convirtió en un negocio masivo que empezó a ser considerado estratégico por algunos grandes capitales nacionales.
Ni a Larraín se le escapa que el FIFA Gate, no fue otra cosa que el asalto por parte de EEUU de la -inevitablemente corrupta- estructura mundial del fútbol para asegurarse una porción de las rentas que generaban los torneos internacionales. El segundo gran asalto llegó el año pasado cuando se frustró el intento de crear una SuperLiga de grandes clubs europeos que hubiera obligado a los grandes estados europeos a importar su propio fútbol comprando derechos a las cadenas estadounidenses.
Entre una cosa y la otra, la concesión a Rusia primero y a Qatar después de las dos últimas Copas del Mundo fueron parte del mismo escenario de ascenso del conflicto imperialista en un terreno que, a fin de cuentas, históricamente había crecido y se había consolidado como parte de la movilización patriótica para la guerra.
Y si ya con Rusia no faltaron denuncias periodísticas, tan pronto como el mundial se concedió a Qatar, comenzó una verdadera campaña global cuyo verdadero objetivo no era otro que asediar a una FIFA que EEUU quería conquistar y el capital europeo, cuando menos, someter a control.
Aunque parezca mentira, la FIFA no agrupa a facciones especialmente corruptas de las clases dirigentes de cada país, aunque sí, relativamente ajenas a la determinación de las grandes líneas del capital nacional. A pesar de la evidente influencia política en algunos países de grandes empresarios con equipos de fútbol, estos rara vez son parte de los núcleos de decisión estratégicos que determinan el posicionamiento global sus respectivos capitales nacionales. De hecho o son burócratas menores o personajes con grandes fortunas personales y difícil encaje en las estructuras burocráticas del capitalismo de estado.
Para estos sectores, la FIFA es puro negocio. Y les da igual que proteste la prensa europea porque los campos estén vacíos si, como recordaba Infantino, se hace más caja que nunca. Y no sólo con el Mundial. Qatar y Emiratos han sido grandes inversores y patrocinadores del sector tanto en Europa como en otros continentes durante las últimas dos décadas. ¿O nadie recuerda ya equipos españoles con sus nombres en las camisetas y famosos clubs británicos salvados financieramente por un jeque providencial?
Por eso si la prensa estadounidense o alemana intentan poner en cuestión la idoneidad de Qatar como sede señalando la persecución de la homosexualidad o la discriminación brutal de las mujeres, Infantino y sus colegas recurren al mismo discurso decolonial que la academia estadounidense intenta globalizar para ignorar la denuncia afirmando que los europeos (y estadounidenses) deberían empezar por «pedir perdón» por «los últimos tres mil años» antes de criticar a los gobernantes qataríes.
Cínico evidentemente, pero no menos que culpabilizar a los explotados blancos, occidentales o varones de hoy de las formas culturales que históricamente adoptó el dominio de sus explotadores como hacen el racialismo, el indigenismo o el feminismo originales.
Y desde luego no menos cínico que Macron declarando por un lado el comienzo de la Reconquista republicana de los barrios controlados por los Hermanos Musulmanes con el patrocinio de Qatar y por otro intentando reorientar esas inversiones, que suman más de 25.000 millones de euros ya, hacia donde refuerzan al capital nacional francés. O España, que por un lado intima rey emérito mediante, con los principales rivales imperialistas de Qatar -Arabia Saudí y Emiratos- para obtener grandes licitaciones y por otro, celebra con su hijo, actual rey en activo, los 5.000 millones de inyecciones prometidos por el capital qatarí.
Y es que al final, el elefante en la habitación del Mundial qatarí es la guerra de Ucrania y el hambre de gas de la industria europea. Por supuesto Qatar ha regado a los creadores de opinión. Pero lo importante y decisivo es que tanto EEUU como la UE e incluso los rivales regionales del emirato -enfrentados a Biden por la política de precios de la OPEP- tienen sus esperanzas puestas en ganar a los gobernantes qataríes. Lo que hace amainar las tensiones imperialistas por el control de la FIFA en pos de intereses mayores.
Por eso toda la campaña mediática de denuncias ha perdido fuelle y prestigiosos medios y periodistas de todo el mundo han entrado con dos pies en el terreno de las loas al régimen.
¿De qué va éste Mundial?
- Para la clase dirigente de Qatar supone la consagración de su política imperialista en la que el mal llamado «poder blando»: dominar los medios globales en lengua árabe con AlJazeera, ganar el buen trato mediático en Europa con los patrocinios de grandes clubes de fútbol y la inversión en grandes medios y grupos de comunicación como Prisa... al mismo tiempo que financian a los Hermanos Musulmanes, etc. Estrategia que le permite ganar margen de maniobra en otros estados y territorios para colocar capitales y aumentar sus ventas de hidrocarburos y, ahora, IA y tecnologías de control social.
- Además, la llamada «diplomacia del palco» ha funcionado para limar asperezas y rebajar el nivel de conflicto tanto con sus principales rivales regionales, los saudíes, como con EEUU.
- En el frente interno, el Mundial le ha servido también para arraigar un nacionalismo incipiente capaz de sumar a la escasa población con nacionalidad a una parte de los árabes sunníes residentes.
- Gracias a eso, para las pequeñas burguesías de Oriente Medio se ha convertido en un escaparate no sólo de sus reivindicaciones culturales y políticas internas, sino de sus propias ambiciones nacionalistas.
- En la batalla entre capitales nacionales por el control del fútbol mundial, este Qatar 2022 ha supuesto algo más que una tregua: la supeditación de la lucha por dominar la FIFA al panorama de equilibrios, roces y movimientos hacia la formación de bloques. No es que desaparezcan las contradicciones, es que otras contradicciones imperialistas mayores y más sangrientas ocupan ya la escena. La FIFA y su parte del negocio van a estar más controladas que asediadas.
- Para los trabajadores del Golfo el Mundial ha supuesto masacre, deportación, dolor y explotación redoblada. Han sido conejillos de indias de las nuevas tecnologías de control totalitario alimentadas por IA. Y han encajado los golpes de la represión más brutal e impune.
- Para los trabajadores del resto del mundo, este Mundial ha significado una nueva dosis de nacionalismo tan degradante, envilecedor y belicista en Argentina o México como en Bélgica, Marruecos y Holanda. Ninguna sorpresa, para eso nacieron los Mundiales.