
Salvando quizá los de Serge, que tuvo una oleada de traducciones en los últimos años, son escasísimos los libros que se traducen o republican en español de testigos de la primera gran ola revolucionaria (1917-37). La aparición de una edición en español de «Moscú bajo Lenin» de Alfred Rosmer sería solo por eso una excelente noticia.
Pero Rosmer además tiene interés por sí mismo. Creador de la «Vie Ouvriere» con Pierre Monatte en 1909, Rosmer es uno de los padres del sindicalismo revolucionario que sostendrá a los escasos núcleos internacionalistas que opondrán la lucha de clases a la matanza imperialista en 1914. Apoya desde el principio la Revolución rusa y a partir del IIº Congreso de la Internacional (1920) jugará un importante papel en su organización. En 1920 hace parte de la fundación de la sección francesa de la Internacional en la que pronto se convertirá en ala izquierda y de cuya dirección tanto él como Monatte serán excluidos durante la «bolchevización» zinovietista, que prepara los partidos para su destrucción final por el stalinismo.
En Rosmer sólo queremos ver la máxima expresión honesta y generosa de una tendencia que sacó sus recursos de la raíz misma de la tradición revolucionaria del proletariado francés, históricamente más acogedora con el anarquismo que con el marxismo.

Marguerite y Alfred Rosmer con Natalia Sedova y Trotski en Taxco, 1939, cuando los Rosmer consiguen llevarles sano y salvo a su nieto, Esteban Volkov, único desdendiente de Lev Davidovich que sobrevive al stalinismo.
El «Moscú bajo Lenin» de Rosmer apareció originalmente con un prólogo de Camus que decepcionó inevitablemente a los revolucionarios cercanos y que fue eliminado de esta edición. Hay que señalar también en esta versión una ridícula y artificiosa catalanización de nombres propios y topónimos. Nin, por ejemplo, era Andreu en Barcelona, pero se presentó siempre como Andrés en la Internacional, homogeneizar el registro hoy a «Andreu» es de una beatería que inevitablemente colabora a la falsificación histórica en la que se haya empeñada la pequeña burguesía independentista catalana, como lo es sustituir España por «estado español» y no hacerlo con Alemania, Italia, Argentina y cualquier otro estado burgués.
Pero todas las limitaciones y escoras quedan en nada frente a la bocanada de verdadera memoria histórica, entusiasta y llena de vida de este libro que no os podemos sino animar a leer cuanto antes.
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