Cerrar
Emancipación;

Communia

Internacionalistas

Blog de Emancipación

También mantenemos el
Diccionario de Marxismo,
la Escuela de Marxismo y los canales @Communia (noticias internacionales) y @Huelga (huelgas en el mundo) en Telegram.

Comunicados de Emancipación

Buscar

  • También puede serte útil nuestro Mapa de navegación: todos nuestros artículos organizados en secciones y ordenados cronológicamente

Entender el ahora

Su moral y la nuestra

En el comunismo...

Decadencia: El antagonismo entre el crecimiento capitalista y el desarrollo humano

Los límites del conocimiento bajo el capitalismo

Historia de clase

Crítica de la ideología

Los orígenes de la ideología y la moral burguesa

La moral de «los vulnerables»

23/10/2022 | Moral
La moral de «los vulnerables»

Como vimos al analizar las políticas de la izquierda europea en el gobierno, el discurso de la vulnerabilidad no es en absoluto inocente: sirve para socavar la universalidad de las políticas sociales y preparar el remate definitivo del carácter universal de servicios básicos como la educación o la sanidad. Pero el discurso que hace de «los vulnerables» su centro, machacado hasta la saciedad, no sólo propicia un cambio material, sino que alimenta cambios culturales y operaciones ideológicas igualmente destructivas.

Identidad como vulnerable y autoritarismo

Banco de alimentos en Tenerife

Banco de alimentos en Tenerife

El runrún con la vulnerabilidad llega a través de la matriz identitarista del feminismo y su ética de los cuidados y entronca con lo más profundo y malintencionado de la visión pobrista cristiana y su sentido de justicia social, reusado luego por fascistas y peronistas.

Redefiniéndonos como vulnerables, como una parte del cuerpo social paralizada por la enfermedad de la crisis y la pandemia, la ética de los cuidados orienta toda reivindicación que hagamos a la necesidad de ser cuidados por otros, por médicos de lo social y madres de los vulnerables.

Contra la ética de los cuidados, 4/5/2021

¿Exagerábamos? Una reciente macroencuesta realizada en Francia «destaca la demanda de protección de una sociedad preocupada por todo un abanico de amenazas». El 79% aseguraba creer que se necesitaba «un verdadero líder en Francia para restaurar el orden». El principal peligro: la desindustrialización, identificada con el paso a una economía de trabajadores precarizados para los que se pedían más protecciones. Los resultados además arrojaban una evidente xenofobia: el 66% aseguraba sentir que «hay demasiados extranjeros» en el país.

En EEUU el panorama no es muy diferente. El trumpismo se nutre del sentimiento de vulnerabilidad. Su núcleo de votantes de clase trabajadora sufre lo que los medios demócratas llaman una pena de mortalidad, es decir, niveles desproporcionadamente altos de las llamadas muertes por desesperación (suicidio, sobredosis) y de enfermedades, lesiones y trastornos emocionales ligados a las malas condiciones laborales.

De 2005 a 2019, un promedio de 70.000 estadounidenses murieron anualmente por muertes de desesperación (suicidio, sobredosis de drogas e intoxicación por alcohol). (...) Los condados con más encuestados que informaron haber perdido la esperanza en los años anteriores a 2016 tenían más probabilidades de votar por Trump.

La crisis de desesperación de Estados Unidos, informe del grupo de trabajo federal para la recuperación económica y el bienestar social, 10/2/2021

En otras palabras: la «identidad como vulnerable» ha encontrado en Trump un «líder fuerte» y todavía anda buscándolo en Francia.

La «meritocracia», cara B del discurso sobre «los vulnerables»

15M en Barcelona

Cerco del Parlament catalán por el movimiento 15M en 2011, momento culminante del movimiento de las plazas

El informe citado, lleno de consideraciones racistas sobre el declive de la clase trabajadora blanca, fue luego reseñado en un artículo del New York Times que se titulaba significativamente «Ahora hay dos Américas: una con una licenciatura y otra sin ella».

Vuelven con la idea de que, una vez paliada, temporalmente, la burbuja del crédito, un título universitario garantizaría eludir la vulnerabilidad y la trituradora humana que se alimenta de ella.

Es obviamente falso. Ni en EEUU ni en ningún otro país altamente capitalizado la titulación universitaria garantiza el ascenso de clase para los hijos de trabajadores. Ni siquiera garantiza hoy el acceso a condiciones laborales que se consideraban aseguradas hace unas décadas para los trabajadores cualificados. La concentración de los salarios de los trabajadores en torno al mínimo es parte del nuevo modelo productivo. No va a haber una excepción para jóvenes.

Pero ideológicamente es funcional mantener la impostura. En países como España el bombardeo identitarista en la universidad lleva a los egresados a rebelarse no contra la precarización sino contra la proletarización. Y como no podía ser de otra manera, a hacerlo sobre bases individualistas pasivo-agresivas.

Cuando los periodistas y los sociólogos buscan los argumentos de los protagonistas del actual récord de renuncias y abandonos en puestos de trabajo lo que encuentran es la vieja soberbia pequeñoburguesa en acción entre hijos de trabajadores con título: «no estudié una carrera para servir platos».

Al supuesto derecho que un título universitario conferiría para convertirse cuando menos en capataz -integrar la pequeña burguesía corporativa- le llaman meritocracia, un discurso que viene heredado del 15M, donde fue una parte central de la ideología del movimiento.

Puede resultar chocante que unos jóvenes de familia trabajadora teman proletarizarse y abracen la idea de haber hecho más méritos (¿ante quién? ¿haciendo qué?) que sus padres proletas, cuando no han conocido otra cosa en términos materiales que la vida de la clase trabajadora de sus familias y sus barrios. Pero a fin de cuentas, en eso consiste la lógica identitarista: creer que la concreción de la realidad social en la vida de uno se debe a pertenencias basadas en preferencias o esencias ajenas a las divisiones sociales y las clases. Tampoco es que salga de la nada. Este verdadero arquetipo de consciencia alienada es el resultado del gran trabajo hecho por la universidad y el feminismo académico.

Es inevitablemente destructivo a todos los niveles. En primer lugar, cuando se incorporan a un mercado laboral precarizado, se descubren a sí mismos vulnerables y en vez de enfrentar el problema colectivo, se frustran por no ver reconocido el supuesto mérito que cargan consigo en su CV. De ese modo se convierte el descontento laboral en un barullo informe de resentidas quejas individuales sobre la ausencia de un absurdo reconocimiento y una quimérica meritocracia.

Proliferan así colectivos difusos que funcionan como redes de interés y como refugios emocionales. Esta forma de actuar nos dice mucho de cuáles son los mecanismos de canalización del descontento. En lugar de aspirar a cambiar las cosas o de empujar para transformar las condiciones generales, el malestar tiende a conformar reuniones coyunturales de resentimientos y de aspiraciones insatisfechas.

Y quizá el mecanismo más cohesionador de estos grupos sea el sentimiento de superioridad de quienes los conforman , porque lo que los mantiene unidos es la convicción de sus integrantes de que cada uno de ellos tiene algo especial, algo que les diferencia y que no se les reconoce; merecen más de lo que tienen, y la misma pertenencia al grupo ratifica su impresión. (...)

No tiende a generar avances, sino luchas de egos. Y en especial en entornos que requieren cualificación, donde las salidas que se buscan suelen ser individuales y los rencores son alentados como forma de mantenimiento del orden general y como manera de medrar. No promueven cambios ni mejoras, sino beneficios privados.

Por qué se critica tanto a los compañeros de trabajo, El Confidencial, 16/10/2022

Acaba así, de la manera más infame posible, el influjo de la moral universitaria y pequeñoburguesa del 15M sobre las nuevas generaciones de egresados: llevando la impotencia política de las fantasías académicas o literarias de la última década a las duras aristas de la organización laboral de hoy.

Pero hay un plano más. La ideología meritocrática que es el par inevitable de la categorización de los trabajadores precarizados como vulnerables, no sólo envenena la convivencia más básica y la conversación en el puesto de trabajo, también destruye íntimamente al que se aferra a un discurso que es una verdadera aberración moral, inevitablemente victimista, clasista y narcisista a la vez.

En el horizonte, fenómenos como los que vemos en China, donde la ideología del sueño chino y el rejuvenecimiento nacional de Xi Jinping también hizo creer a una generación de hijos de trabajadores llegados a la universidad en la meritocracia. El resultado en el límite es patológico: una verdadera epidemia de tumbados: jóvenes deprimidos y pasivos al extremo que se encierran en los cuartos de casa de sus padres y no se levantan jamás de la cama, temerosos de sumergirse en la realidad de un mundo social que no les reconoce.

El discurso de la «vulnerabilidad» y la trituradora de carne

Una madre trabajadora británica lleva a jugar a su hija a la biblioteca pública al no poder calentar la casa en la que viven

Una madre trabajadora británica lleva a jugar a su hija a la biblioteca pública al no poder calentar la casa en la que viven

No estamos en un tiempo que dé para testar demasiadas estupideces ideológicas. La realidad inmediata y las perspectivas son las de un capitalismo que avanza a pie firme hacia la guerra y la pauperización masiva.

Lee también: Contrarreloj sangrienta, 19/10/2022

Y hay que decirlo bien claro: El sistema nos precariza y lleva todo el camino de helarnos, hambrearnos y movilizarnos de una manera u otra para la guerra, pero sólo el individualismo y la soledad nos hacen vulnerables.

Tener que ir a una biblioteca pública para mantenerse caliente unas horas más después de salir del trabajo o tener que saltarse comidas y recurrir a un banco de alimentos sólo nos hace frágiles y débiles si damos por hecho que la solución es que el estado, un líder fuerte o una madre protectora que nos habla como niños pequeños, venga a protegernos.

Por supuesto que vendrán, sea una Meloni o una Díaz, la clase dirigente estará encantada de dar el poder político a cualquiera que les garantice la atomización y la pasividad de los trabajadores mientras giran al militarismo y la economía de guerra, succionando rentas salariales para alimentar la rentabilidad del capital con cualquier excusa y ensanchando inevitablemente la grieta de ingresos. Ni unos ni otros traerán más que retórica minorizante y, en el mejor de los casos, asistencialismo.

No cabe esperar nada. Hay que aprovechar que nos concentran como refugiados en nuestros propios barrios para extender la discusión, organizarnos y dejar de estar solos y atomizados ante lo que nos venden como hechos de la naturaleza y no son sino consecuencias de un capitalismo que no tira y de una guerra imperialista tan infame como cualquier otra.

Contamos contigo y tenemos nuestras puertas abiertas. Eres necesario, no les necesitas a ellos.

  • Aceptar definirnos como «vulnerables» no sólo abre el camino al paso de la universalidad al asistencialismo, nos desarma y coloca a la espera de «líderes fuertes» que, con una retórica u otra, solo pretenden reforzar la pasividad y la atomización.
  • La otra cara de convertir a los trabajadores en «los vulnerables» es la huida hacia la reivindicación individualista de una supuesta «meritocracia»; reivindicación narcisista que envenena el ambiente laboral, enfrenta a unos con otros y destruye moralmente a todos, aislándolos y amargándolos sin otro horizonte que la impotencia.
  • El sistema nos precariza y lleva todo el camino de helarnos, hambrearnos y movilizarnos de una manera u otra para la guerra, pero sólo el individualismo y la soledad nos hacen vulnerables.
  • No cabe «esperar» nada. Hay que aprovechar que nos concentran como refugiados en nuestros propios barrios para extender la discusión, organizarnos y dejar de estar solos y atomizados