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Montessori, Waldorf y las pedagogías alternativas

18/09/2022 | Crítica de la ideología
Montessori, Waldorf y las pedagogías alternativas

En España los colegios Montessori crecen como nunca y la industria juguetera encuentra en el método una nueva mina. En Francia, en lo que va de año se crearon 142 escuelas no concertadas, entre ellas 46 Montessori y 3 Waldorf. Además hay que sumar 5 «democráticas» -los alumnos deciden su aprendizaje- y 96 «alternativas»: replicas con más o menos variantes de los principios de Montessori y Waldorf. Los números superan casi en un 80% los del año anterior. Y no es un fenómeno exclusivamente europeo, EEUU ya conocía un auge de la «pedagogía alternativa» antes de la pandemia y todo apunta a que ahora se está redoblando, como en la UE.

Se trata claramente de un movimiento de la pequeña burguesía, pero aún así resulta sorprendente la solidez de la demanda porque no estamos hablando precisamente de servicios gratuitos. En Francia la matrícula de un centro alternativo no baja de 6.500€ anuales. En las grandes ciudades de EEUU como Boston la matrícula anual de una guardería Montessori puede salir por más de 30.000$ año. Y si echamos un vistazo por la red a los complementos y juguetes para casa veremos que tampoco son baratos. La escala va desde los 68€ de un arcoiris Waldorf a los 250€ de unos clásicos toboganes Montessori para el cuarto infantil.

¿Tan buenos son estos métodos para el desarrollo infantil? ¿Han descubierto las clases con más ingresos una pedagogía revolucionaria y organizado un sistema privado para asegurársela a sus hijos dejando al margen al resto de los niños? En realidad ni Montessori ni Waldorf son ninguna novedad. Por eso podemos encontrar la respuesta al crecimiento de hoy en sus alineamientos, valores y contextos originales.

La historia oculta de Montessori

María Montessori

María Montessori en clase

Montessori nació en el mismo entorno intelectual y con los mismos objetivos que el futurismo italiano. La afirmación constante de la individualidad y originalidad del niño, el esencialismo individualista de la filosofía de la creadora para la que el niño es el maestro y la enseñanza descubre pero no implanta, no podía sino confluir con la lógica de los futuristas.

También la idea maquinal y la relación con los juguetes. Para Montessori el juguete es una máquina sobre la que el niño trabaja, bajo la supervisión del maestro, su propio aprendizaje. No es de extrañar que el primer texto futurista sobre la infancia, Ricostruzione futurista dell’universo, bebiera más de María Montessori que de Marinetti y sirviera de prólogo a la primera producción futurista de objetos: juguetes/máquina para el método.

Por lo mismo, tampoco es de extrañar la ligazón de la propia fundadora y sus primeras escuelas con el fascismo y su principal dirigente: Mussolini. Hoy o se oculta o se trata como un accidente, dejando ver que la fundadora sólo se relacionó instrumentalmente con el régimen fascista italiano, aceptando, la membresía en el partido fascista a su vuelta a Italia en 1926.

Pero por mucho que dejemos la arrobada correspondencia de María Montessori a Mussolini de lado, y cerremos los ojos al papel de las escuelas montessorianas en la aplicación de las leyes de pureza racial, hay un hecho indiscutible: el sistema y sus escuelas fueron originalmente la «Obra Nacional Montessori», es decir tomaron la forma institucional característica del estado fascista por voluntad expresa del dictador, que tras los ruegos de María Montessori la llevó de vuelta a Italia convirtiendo su proyecto en uno de los emblemas del régimen.

Es decir, la pregunta no es tanto si la señora Montessori era fascista, que lo era, sino por qué la reforma educativa que proponía -y que hoy realizan en sus escuelas privadas sus seguidores contemporáneos- fue considerada por el mismo Mussolini como la más fascista de las reformas que se planteaba su régimen.

Una pista nos la da descubrir quién fue el primer presidente y entusiasta de la Opera Montessori: Giovanni Gentile, ministro de educación y primera espada de la intelectualidad del régimen. Gentile, como los futuristas, creía en lo que entonces se llamaba elitismo, es decir, en la existencia de dirigentes naturales, originales y únicos, los mejores en oposición a las masas y la mediocridad que la sociedad industrial multiplicaba. Esos nobles aristócratas del carácter y la acción vendrían a ser descubiertos, por el método montessoriano. María Montessori siempre compartió esta perspectiva.

Para eso crea el estado en 1929 la Real Escuela del Método Montessori y para eso se le encarga «la organización y gestión de esta importante escuela, de la que deben salir los maestros destinados a difundir el Método en Italia». El fascismo veía en la nueva pedagogía la forma de consolidar, por formación y selección de carácter y capacidad, a los dirigentes naturales de la pequeña burguesía casi desde la cuna como clase dirigente de la nación. Se trata del viejo sueño de reconstitución de la nación a partir del liderazgo patriótico de la pequeña burguesía sobre las clases oprimidas, es decir, el pueblo. Es el discurso que es la esencia del revolucionarismo pequeñoburgués cuya expresión en el capitalismo decadente es precisamente el fascismo.

Cuando Gentile es sustituido por Bodrero al frente del Ministerio de Educación y de la Obra Nacional Montessori, comienza entre María Montessori y el nuevo ministro la típica pelea de gatos entre facciones burocráticas propia de toda organización fascista. Acabará en derrota, con la salida de la pedagoga del país en protesta por la marginación de sus favoritas. La batallita, en realidad banal, se precipita después del discurso de Montessori ante la Sociedad de Naciones en 1934, discurso que Bodrero utilizará para atacar a la autora por pacifista.

El reproche de Bodrero no fue nada relevante en sí, pura cobertura ideológica de una lucha de poder en la que convenía en un momento dado erosionar el perfil impolutamente fascista de la rival. Y precisamente por eso especialmente interesante desde nuestro punto de vista. Porque ridículamente, Bodrero sólo puede encontrar una impureza doctrinal: la enunciación de una lejana utopía armonista-pacifista a la que algún día se llegaría por medio de la educación en el método en un momento en el que Italia se preparaba y preparaba a la población para la conquista de las colonias que le habían sido negadas hasta entonces.

Pues bien, en ese discurso, la utopía armonista montessoriana se construye explícitamente a partir de la afirmación del elitismo nietzscheano tan querido por todo el fascismo. La extensión del método acabaría produciendo, según la autora, la aparición de...

Un mejor tipo de hombre, un hombre dotado de características superiores que le hacen aparecer como perteneciente a una nueva raza: el superhombre del que Nietzsche tuvo un brillante presentimiento

La historia ocultista de Waldorf

Steirner

Si el método Montessori nace en el bullente matraz de la pequeña burguesía italiana del que saldrán el futurismo y el fascismo, el método Waldorf, y en general el pensamiento de Rudolf Steiner, nacerá del caldero místico-ocultista de la pequeña burguesía alemana en el que se engendraría la mística naturalista del nazismo.

El historiador George L. Mosse, relató muy bien cómo los círculos y la doctrina teosófica dieron forma décadas antes del ascenso de Hitler a algunos de los delirios más característicos de la ideología nazi. En ese mundillo espiritista y pedante, Steirner no será una figura menor. Incorporado a la Sociedad Teosófica desde 1902, Steiner, que llegó a ser uno de sus portavoces más conocidos, organizaría su escisión más sonada: la Antroposofía.

No dejan de ser significativas las causas originales de la ruptura.

La fundadora de la Teosofía, Helena Blavatsky, teorizó el concepto esotérico de las razas raíz, una idea obsoleta y problemática que propone que la evolución de las razas se lleva a cabo a través de varios ciclos, concluyendo con el nacimiento de la raza aria, que Blavatsky creía que era la última y más importante.

Blavatsky también enseñó que la extinción de los pueblos indígenas por parte del colonialismo europeo fue una cuestión de «necesidad kármica». La teosofía pretendía haber sido el resultado de las enseñanzas de una camarilla de seres de otro mundo que secretamente dirigen los acontecimientos humanos; Blavatsky afirmó estar interpretando estas enseñanzas a sus seguidores como sabiduría divina especial, que Steiner, quien rápidamente ascendió en las filas de la Teosofía, transformaría en antroposofía.

Steiner dedicó diez años de su vida a la teosofía, convirtiéndose en uno de sus portavoces más conocidos. Sin embargo, después de no estar dispuesto a aceptar a un hombre hindú de piel morena como el siguiente «maestro espiritual» teosófico, Steiner rompió filas. Incluso cuando era joven, lo que había separado a Steiner de Blavatsky y de los otros teósofos orientados a la India era su insistencia en la superioridad de las tradiciones esotéricas europeas y el etnocentrismo distintivo, una idea que se convertiría en el centro de la antroposofía.

En la Antroposofía y todos sus productos -agricultura biodinámica, cosméticos y homeopatía Weleda, etc.- se mezclan el racismo espiritual, la obsesión kármica y la superstición de un modo abigarrado... pero siempre discreto y camuflado frente al exterior. Especialmente en sus dos buques insignias: las escuelas Waldorf -que se llaman en realidad Waldorf-Steirner - y la banca ética Triodos, dedicada a financiar la expansión de negocios afines, prioritariamente conducidos por miembros de la organización steineriana.

Así, la opinión pública alemana descubrió durante la pandemia de Covid una amplia bolsa de pequeña burguesía que refusaba vacunarse o vacunar a sus hijos porque Steiner predicaba que las vacunas pueden afectar negativamente tu reencarnación.

Del mismo modo cientos de padres cuyos hijos han sido víctimas de bullying y abusos en las escuelas Waldorf, descubrían que se trataba de un problema endémico del método steineriano porque las escuelas, al final, deben respetar el karma del niño acosado, es decir, no impedir su sufrimiento para que purgue vidas anteriores. Curiosamente entonces, muchos de ellos pasan a entender que la tecnofobia Waldorf no tiene una base pedagógica real, sino con la idea steineriana de que los demonios viven en la electricidad y pueden poseer niños que operan con ella.

Steiner murió en 1925, pero su organización prosiguió hasta nuestros días sosteniendo la reencarnación progresiva a través de razas, los inconvenientes kármicos de la vacunación y los peligros demoniacos de la electricidad para los niños. En el camino, la relación con el nazismo, documentada exhaustivamente en la que los historiadores señalan...

...el notable nivel de apoyo nazi a las escuelas Waldorf, la agricultura biodinámica y otras iniciativas antropósoficas, incluso cuando los funcionarios nazis intentaron suprimir las tendencias ocultistas.

Y de nuevo la pregunta no es si el método Waldorf es nazi sino qué veía el nazismo en la pedagogía Waldorf para mimarla e incluso intentar separarla de las supersticiones ocultistas de su creador -algo imposible, y nunca deseado por los antropósofos por cierto.

Y la respuesta es la misma que con Montessori: encontrar y configurar como clase dirigente del régimen a los niños -para los steinerianos, predestinados kármicamente- a dirigir el sueño nazi de una dictadura patriótica de la pequeña burguesía.

¿Qué hay debajo de las pedagogías alternativas?

Escuela Waldorf

Escuela Waldorf

Como hemos visto, futurismo, fascismo y método Montessori son tres hermanos de la misma madre, la pequeña burguesía revolucionarista y nacionalista italiana, intentando saltar por encima de la burguesía y sus valores (que no pueden sino reproducir paródica o trágicamente) para convertirse en una imposible clase dirigente sustitutiva de la burguesía. Y si le añadimos unas toneladas de superstición mística, el método Waldorf representa lo mismo en el intelectualmente atrasado mundo de la pequeña burguesía alemana de principios de siglo.

Ambos métodos pedagógicos expresan el ansia de la pequeña burguesía por constituirse como clase directora de la sociedad remarcando al mismo tiempo lo que ellos creen que les distingue tanto de la burguesía como de los trabajadores. El resultado es una mezcla de romanticismo tardío y decadente (la exaltación de la originalidad e individualidad extrema del niño), identitarismo esencialista e inevitable hipocresía clasista.

A la luz de ambos, cabe analizar el educacionalismo de los movimientos pedagógicos de los sesenta en adelante. Prácticamente todos ellos presentan, a partir de pedagogías inspiradas en estos dos modelos originales, la idea de que la educación alternativa formará una generación que hará el cambio social en una suerte de mesianismo infantil que acaricia el oído de los padres.

Este mesianismo de los niños conecta y revive la otra corriente de base de la pequeña burguesía de los años en los que se gestó el fascismo, el juvenalismo, que ahora también revive bajo la bandera del ecologismo catastrofista.

Sumemos todo lo anterior y tendremos un buen retrato de las fuerzas motrices bajo los discursos que presentan las pedagogías alternativas como forma de conseguir el pleno desarrollo de los niños sin necesidad de que cambien las relaciones sociales que les rodean. La pequeña burguesía distinguiéndose y exacerbando ideológicamente los efectos de la grieta creciente de ingresos que les separa de los trabajadores. Afirman así su voluntad de dominio y sus sueños utópico-reaccionarios de convertirse en clase dirigente, es decir, de tomar en sus manos las riendas y las ganancias de nuestra explotación.