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Minicasas

13/06/2019 | Artes y entretenimiento

Según las previsiones, la población mundial será de los 9.700 millones en 2050. El 60% vivirá en áreas urbanas. Las zonas rurales se despueblan, las ciudades se expanden y las zonas construidas se encarecen en paralelo al ‎ empobrecimiento‎ y la ‎precarización‎ de los trabajadores que, con los nuevos brotes de la crisis económica vuelven a ser echados de sus casas. El hacinamiento se nos vende como tendencia y los periódicos dicen que las minicasas son las viviendas del futuro. Las secciones de «estilo», «decoración», incluso de «cultura» se llenan con decenas de consejos para decorar espacios de 30 m2 con muebles convertibles, cortinas delimitadoras y concepciones «rompedoras» como convertir tu cocina o tu pasillo en tu espacio de trabajo. ¿A cuento de qué todo ésto cuando hay espacio de sobra y tecnologías para levantar casas amplias con mínimos costes?

Casas de obreros migrantes en la Boca, Buenos Aires[/caption]

Desde los primeros pasos del capitalismo la concentración del capital y la concentración urbana han ido de la mano. A principios del siglo XIX, cuando la revolución burguesa todavía no había expandido el capitalismo por el continente, la población urbana era solo un 3% del total europeo. El nacimiento del capitalismo mismo arrancó con la parcelación de las tierras comunales y la agrupación de propiedades, expulsando a gran parte del campesinado a la ciudad. Allí el ‎ campesino se convertía en proletario‎ al no poder más que vender su fuerza de trabajo para vivir. Así, desde el principio, el capitalismo empezó a concentrar la masa de trabajadores en las ciudades.

La época en que un país de vieja cultura realiza esta transición —acelerada, además, por circunstancias tan favorables— de la manufactura y de la pequeña producción a la gran industria, suele ser también una época de «penuria de la vivienda». Por una parte, masas de obreros rurales son atraídas de repente a las grandes ciudades, que se convierten en centros industriales; por otra parte, el trazado de aquellas viejas ciudades no corresponde ya a las condiciones de la nueva gran industria ni a su gran tráfico; las calles son ensanchadas, se abren otras nuevas, pasan por ellas ferrocarriles. En el mismo momento en que los obreros afluyen en gran número a las ciudades, las viviendas obreras son destruidas en masa. De aquí la repentina penuria de la vivienda, tanto para el obrero, como para el pequeño comerciante y el artesano, que dependen de la clientela obrera. En las ciudades que surgen desde el primer momento como centros industriales, esta penuria de la vivienda es casi desconocida. Así son Manchester, Leeds, Bradford, Barmen-Elberfeld. Por el contrario, en Londres, París, Berlín, Viena, la penuria de la vivienda ha adquirido en su tiempo formas agudas y sigue existiendo en la mayoría de los casos en un estado crónico.

Federico Engels. Prefacio a «Contribución al problema de la vivienda», 1887

Cocina comunitaria en una einküchenhaus de Viena[/caption]

En el ‎capitalismo ascendente‎ la «penuria de vivienda» acompañó el desarrollo social, dio forma con Bebel a la imaginación de la vida cotidiana bajo el socialismo y produjo su propio «reformismo arquitectónico», el movimiento «Einküchenhaus», que trató de adelantar esas torres de apartamentos con cocinas científicas profesionales y servicios comunes que Bebel había imaginado como parte de la base material de la liberación de la mujer en el socialismo.

Pero será al llegar a la ‎decadencia‎ capitalista cuando un nuevo fenómeno hará perenne la escasez de vivienda: la aparición de grandes masas de ‎capital ficticio‎. El capital ficticio está formado por fondos que no tienen donde colocarse de manera productiva y que se dirigen en masa a especular con la previsible escasez de lo que ya está producido. Es la era de la especulación, la nuestra. Hoy el parque de viviendas de los centros urbanos, es puro ‎capital ficticio‎: cualquier apartamento fue pagado varias veces a lo largo de su historia, decenas en caso de los centros históricos. Expresando la incapacidad para el desarrollo general del sistema, la vivienda se convirtió en un problema universal para los trabajadores. Hoy, en España una de cada tres familias aun está pagando la hipoteca de su casa y casi una de cada cinco teme perderla. No sólo eso. El 34% de la población urbana mundial vive en villas, favelas, ranchitos y demás formas de barrios chabolistas de infraviviendas.

Oxígeno comunista contra cuchitril capitalista

«Ciudad andante», proyecto del «desurbanista» Iakov Chernikhov, inspirada por el «Anti-Düring» de Engels en 1930. Los «desurbanistas» intentaban un «urbanismo de transición» opuesto a la lógica del valor. Sus textos fueron prohibidos y la mayor parte de ellos masacrados por el stalinismo.[/caption]

La lucha revolucionaria por la demolición de las aglomeraciones espantosas y tentaculares se puede definir como oxígeno comunista contra cuchitril capitalista. Espacio contra cemento.

Amadeo Bordiga. «Espacio contra cemento», 1953

Aunque sus gurús nos digan que las ciudades son «creadoras de riqueza», no tenemos más que mirar a nuestro alrededor para que toda ilusión se desvanezca ante nuestros ojos. Lo más parecido al desarrollo que nos ofrecen es decorar nuestras infraviviendas y almacenar en vertical los cuatro trapitos que atesoramos. Vivimos en acumulaciones monstruosas, obligados a pasar el tiempo que nos queda de vida después de salir del trabajo en espacios vitales del tamaño de gallineros, módulos minúsculos copiados, pegados y extrusionados en gris, enjaulados en ciudades gigantes, contaminadas y deshumanizadas. Sin embargo, nos dicen que si nos deprimimos y desanimamos es problema nuestro por no tomar sus consejos de decoración y autoayuda.

Pero la realidad es que el mundo no es tan pequeño como nos lo pintan. El capitalismo nos ‎ enajena‎ de la abundancia que ha hecho posible y del mismo modo que nos pretende hacer creer que «no hay para todos» o que «la Naturaleza no da para más», nos traslada la imagen de que «no hay espacio». Hasta en eso el comunismo reclamará infinitud contra el ahogo de un sistema que se autodevora. La superficie habitable de la Tierra ronda los 125 millones de kilometros cuadrados. No ocupamos ni el 8%. No hay razón para hacinarnos.

Micropiso en Londres. El alquiler equivale a un salario medio.[/caption]

Las minicasas son las viviendas del futuro... si aceptamos la eternidad del capitalismo, un mundo cabeza abajo donde sobra el espacio pero se hacina a los trabajadores en megaurbes. No tiene nada más que ofrecernos. Vivir como sardinas será nuestro futuro mientras la vivienda, una necesidad humana básica, sea una mercancía, es decir, mientras la ‎fuerza de trabajo‎ a la que nos vemos reducidos lo sea. No es un problema de decoración, no se resuelve poniendo cuatro cortinas y una cama sobre tres cajones. La solución arranca plantando cara a un sistema caduco hace ya demasiado tiempo que niega el trabajo vivo y con él la propia vida; y sigue abriendo las puertas, desde el primer día, a una sociedad de abundancia centrada en las necesidades humanas cuyas bases están ya aquí, que es posible aquí y ahora sin un ápice de «utopismo».

Después de haber aplastado por la fuerza esta dictadura cada día más obscena, subordinar cada solución y cada plan a la mejora de las condiciones del trabajo vivo, dando forma para este fin el trabajo muerto, el capital constante, el mobiliario que la especie humana ha aportado a lo largo de los siglos y que ha seguido aportando a la corteza de la tierra. Entonces se burlará y reprimirá el brutal verticalismo de los monstruos de hormigón, y en las inmensas extensiones horizontales del espacio, desplazadas las ciudades gigantescas, la fuerza y la inteligencia del animal humano tenderán progresivamente a uniformar en las tierras habitables la densidad de la vida y la densidad del trabajo.

Amadeo Bordiga. «Espacio contra cemento», 1953