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Vacunas ¿«Mi cuerpo, mi decisión»?

29/11/2021 | Crítica de la ideología

Vuelven a aumentar las infecciones y se teme el impacto de las nuevas variantes. Pero los gobiernos europeos encuentran cada vez una resistencia más violenta ante la exigencia del «pasaporte Covid». El viejo lema feminista «Mi cuerpo, mi decisión», aceptado como dogma moral de la campaña de vacunación por los propios gobiernos, socava ahora la salud pública.

¿Qué llevó al «mi cuerpo, mi decisión» en la vacunación Covid?

El movimiento antivacunas se vio legitimado por el principio «mi cuerpo, mi decisión» adoptado por los estados.

Con el Covid las farmacéuticas vieron la oportunidad de apostar por un cambio tecnológico en la forma de crear vacunas que les permitiría atraer más capitales y mejorar márgenes. El gasto masivo que los estados se mostraron pronto dispuestos a hacer en vacunación, les permitía además cubrir riesgos económicos de fracaso mucho mayores que si hubieran optado por la tecnología disponible hasta entonces.

Por otro lado, estados como EEUU, Alemania o Gran Bretaña apostaron fuerte por convertir esa oportunidad en una ventaja competitiva para sus capitales nacionales.

Pero ni estados ni farmacéuticas dejaban de ser conscientes de los riesgos sanitarios que implicaba ese desarrollo acelerado sobre tecnologías nuevas. De hecho, las vacunas de AstraZeneca y Jansen se correlacionaron primero con la aparición de trombos potencialmente mortales y se acabaron retirando de la campaña de vacunación europea.

Como eran conscientes del riesgo de efectos secundarios desconocidos y potencialmente mortales, los propios gobiernos decidieron escabullir su responsabilidad y establecieron desde los primeros anuncios de disponibilidad de vacunas el carácter voluntario de la vacunación.

Para evitar futuras reclamaciones, demandas y protestas en caso de que alguna vacuna tuviera «efectos no esperados», se daba por bueno que se trataba de una decisión puramente individual y se consagraba el principio «mi cuerpo, mi decisión» reivindicado por los negacionistas.

¿Tiene algún sentido que la vacunación sea voluntaria?

Mi cuerpo, mi decisión

No. Las epidemias son hechos sociales, afectan de manera general a una población determinada. Si la campaña de vacunación del Covid está «funcionando» no es sólo porque reduzca los riesgos individuales de los vacunados de forma directa sino, sobre todo, porque a partir de ciertas masas críticas reduce el número de contagios... lo que redunda también en la seguridad de los propios vacunados. Por eso la única esperanza de volver a una cierta «normalidad» es la generalización casi total de la vacunación.

Las epidemias y las vacunaciones son un ejemplo de libro del principio dialéctico según el cual la totalidad de un fenómeno social es la que determina la situación de las partes. Totalidad que no podemos entender ni cuantificar como una mera suma de situaciones parciales. No es «mi cuerpo, mi decisión» porque «el cuerpo» de cada uno correrá más o menos riesgos en función de la situación vacunal del conjunto social en el que viva.

¿Qué tiene que ver el «mi cuerpo, mi decisión» con el «Pasaporte Covid»?

Manifestación en París contra el Pasaporte Covid y la vacunación obligatoria de sanitarios y otros colectivos en contacto con personas especialmente vulnerables.

El «Pasaporte Covid» es una cartilla de vacunación que incorpora un registro de PCRs. Pronto toda la UE exigirá haber recibido la tercera dosis de la vacuna para ser considerada válida, como ya es en Francia.

Si no se llama por su nombre, cartilla de vacunación, es sólo porque al haber establecido el principio «mi cuerpo, mi decisión», los estados no podían exigir una cartilla de vacunación para ir a trabajar, utilizar ciertos servicios o entrar en espacios de ocio cerrados. Hacerlo hubiera equivalido a convertir la vacunación en obligatoria. Incorporar PCRs al documento era una manera hipócrita de ofrecer una alternativa a la vacunación -aunque solo pudieran pagarla unos pocos- y por tanto de presionar a los reticentes -especialmente los trabajadores- para que se vacunaran de una vez.

Al establecer el principio «mi cuerpo, mi decisión», los gobiernos legitimaron el núcleo de la campaña antivacunas. Con la presión constante de la nueva extrema-derecha bannonista acelerada por donantes y estrategas estadounidenses y arrastrando a la parte más delirante de la pequeña burguesía en quiebra, el movimiento antivacunas se hizo fuerte denunciando la hipocresía del Pasaporte Covid y reclamando aquello que, teóricamente, los mismos gobiernos defendían: la no obligatoriedad de la vacunación.

La cobardía de los gobiernos alimentó el propio monstruo que pretendía esquivar. Y lo que es más peligroso, estableció como «verdad social» y «consenso democrático» un principio moral que mina desde su raíz todo lo que la vacunación significa.

No era muy partidaria pero por obligación tengo que vacunarme, porque si no ni puedo viajar ni entrar a restaurantes ni ir al gimnasio ni nada: es que si no, no voy a poder hacer vida normal. Para mí es una vulneración de los derechos humanos porque me están cohibiendo a no poder decidir si quiero vacunarme o no.

Joven a las puertas de un centro de vacunación entrevistada por RTVE

¿Con el aborto es aplicable el «mi cuerpo, mi decisión» y con las vacunas no?

Manifestaciones por la despenalización del aborto en Buenos Aires.

Desde que el debate sobre el aborto entró en la agenda política estadounidense durante el siglo XIX, el feminismo ha tratado de reducirlo a la afirmación de un derecho individual abstracto desconectado de sus implicaciones sociales y de clase. De ahí la centralidad que para esta ideología sigue teniendo el «mi cuerpo, mi decisión». Su mayor éxito es haber hecho indistinguible para la gran mayoría su propia moral brutalmente individualista y mercantilizadora de la resistencia a una de las muchas barbaries cotidianas del estado.

Para enfrentar la legislación antiabortista los trabajadores nunca necesitamos ni afirmar la propiedad de la embarazada sobre el feto, ni negar la existencia de éste y mucho menos convertir a la embarazada en una mujer abstracta y aislada cuyas decisiones reproductivas no tendrían ninguna consecuencia comunitaria o social, invisibilizando de hecho el coste personal que pudiera tener.

Nos basta con enfrentar al estado y la clase dominante cuando de forma activa -reprimiendo- o pasiva -permitiendo que no se ofrezca de manera gratuita en los hospitales públicos- pretenden obligar a llevar a término un embarazo.

Somos conscientes de que bajo esa forma particular de represión de las mujeres trabajadoras hay mucho más y que, como en tantas otras cuestiones, sin enfrentar al sistema como un todo nunca habrá avances reales, ni para las mujeres trabajadoras ni para las demás, ni para la Humanidad en su conjunto. Lo específicamente feminista es plantear la cuestión en un terreno individualista abstracto, 100% capitalista, que presupone la posibilidad -inexistente- de un «capitalismo igualitario».

Es decir, que el «mi cuerpo, mi decisión» fuera utilizado por el feminismo como lema frente a la represión legal del aborto, no hace de él una máxima moral aceptable. Es más, es una carga de profundidad reaccionaria en el medio de un movimiento que enfrenta todavía en muchos países a un baluarte del control y la represión social de las mujeres de clase trabajadora.

Su efecto ahora, en la campaña de vacunación, es una demostración tangible del carácter reaccionario y antihumano del «mi cuerpo, mi decisión» como consigna moral. No puede tomarnos por sorpresa.