Marruecos y Argelia nuevos pasos hacia una vieja guerra
Los signos del fin de la guerra fría entre Marruecos y España no resultaron ser tan buena noticia. La apertura marroquí tenía que ver con algo más que con la destitución de la ministra de Exteriores española. Solo unos días después Argelia rompía formalmente relaciones diplomáticas con el Majzen. Con retórica bélica, la diplomacia argelina culpaba a Marruecos de agresiones, amenazas y ataques terroristas. Desde 1963, cuando ambos países fueron a la guerra por Tinduf y Colomb Bechar, nunca la situación había sido tan tensa como ahora. ¿Cuáles son las bases del conflicto imperialista entre Marruecos y Argelia? ¿Qué lo ha detonado ahora? ¿Puede haber otra guerra?
La escalada entre Marruecos y Argelia
El reconocimiento de la soberanía del Sáhara Occidental por EEUU en los meses finales de la presidencia Trump decantó una nueva -y peligrosa- situación en los equilibrios imperialistas en el Magreb. Argelia quedaba seriamente debilitada y Marruecos pasaba a la ofensiva para imponer a los estados africanos y europeos el reconocimiento de su anexión, cuya coda fue la presión a España en Ceuta y la «guerra fría» posterior con los gobiernos de Madrid y Berlín.
Además, el acercamiento a Israel celebrado por EEUU, daba acceso a nuevas tecnologías militares y de ciber-espionaje a los servicios de inteligencia y el ejército marroquí. Como se supo en julio, entre estas nuevas herramientas estaba «Pegasus», un software con el que los servicios marroquíes espiaron, entre otros, a toda la dirigencia y mandos militares argelinos. Cuando estalló el escándalo, el gobierno marroquí negó toda implicación y el argelino se mostró «profundamente preocupado».
Pero el Majzen no iba a cejar en su presión. Durante la visita de Yair Lapid, ministro israelí de Exteriores, el día 12, el político mostró «preocupaciones sobre el papel que juega Argelia en la región y su acercamiento con Irán». Era un ataque en toda regla a la credibilidad de la diplomacia argelina ante la UE, Arabia Saudí y Egipto, que toman distancia ante la anexión de las antiguas provincias españolas del desierto. Lapid remataba además diciendo que «estratégicamente, lo que estamos creando aquí es un eje diplomático de Israel, Marruecos, Egipto , Jordania, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos, que presenta una alternativa pragmática al extremismo religioso».
Colocar en el «eje iraní» a Argelia, cuyo régimen militar se consolidó en la guerra contra las guerrillas de los Hermanos Musulmanes y los salafistas apoyadas precisamente por Marruecos e Irán, era algo más que insultante para la burguesía argelina. La mano de los servicios marroquíes era evidente.
Pero las mañas del Majzen no acababan ahí. Los días siguientes, durante una reunión del Movimiento de Países No Alineados el 13 y 14 de julio en Nueva York, el embajador de Marruecos ante la ONU, Omar Hilale, hizo explícito el apoyo marroquí a la autodeterminación de Cabilia publicando una nota en la que afirmaba que...
El valiente pueblo cabil merece (...) disfrutar plenamente de su derecho a la autodeterminación
La respuesta argelina llegó el 18 de agosto. En una reunión de emergencia ante el avance de los incendios en la Cabila, el Alto Consejo de Seguridad argelino anunció una «revisión» de las relaciones con Marruecos. Según el comunicado oficial:
Los incesantes actos hostiles perpetrados por Marruecos contra Argelia han hecho necesaria la revisión de las relaciones entre los dos países y la intensificación de los controles de seguridad en las fronteras occidentales
Los gobernantes argelinos llevaban días apuntando al MAK («Movimiento de Autodeterminación de la Cabilia») como responsable de los incendios. Argumentaban que 50 focos simultáneos y en las cimas no podían ser de origen natural, es más, que hacía falta un buen nivel de organización sobre el terreno para hacerlo.
Es obvio que la relación entre el MAK y los servicios de inteligencia marroquíes permitía al régimen intentar reconducir la rabia creada por los incendios hacia el enemigo exterior y las fuerzas separatistas cabiles... lo cual tampoco quiere decir que sea simplemente un montaje. Los servicios marroquíes son pioneros de la llamada «guerra asimétrica» y el uso de todas las formas de terrorismo -incluido el ambiental- desde los años cincuenta.
Finalmente, el 24 de agosto la ruptura se consumó formalmente. El comunicado oficial que anunciaba la ruptura de relaciones diplomáticas listaba los principales momentos de la ofensiva marroquí:
El Reino de Marruecos ha hecho de su suelo nacional una base de retaguardia y punta de lanza para planificar, organizar y apoyar una serie de ataques serios y sistemáticos contra Argelia.
La última de estas hostilidades estuvo representada en las falsas acusaciones y amenazas implícitas realizadas por el canciller israelí durante su visita oficial a Marruecos, en presencia de su homólogo marroquí, quien fue claramente el principal instigador de tan injustificadas declaraciones. Aquí, cabe señalar que desde 1948, ningún miembro de un «gobierno israelí» ha sido escuchado emitir fallos o dirigir personalmente mensajes agresivos desde el territorio de un país árabe contra otro país árabe vecino [...]. Este fenómeno indica una hostilidad extrema y una impulsividad imprudente sin la menor limitación o limitación.
En materia de seguridad regional, el hecho de que las autoridades marroquíes otorguen una presencia militar extranjera en el Magreb e inciten a su representante a realizar declaraciones falsas y maliciosas contra un país vecino constituye un acto peligroso e irresponsable [...]
Estas hostilidades también incluyen la cooperación destacada y documentada del Reino de Marruecos con las organizaciones terroristas llamadas MAK y Rashad [grupo islamista apoyado por Marruecos], que se demostró que estaban involucradas en los atroces crímenes relacionados con los incendios masivos que recientemente presenciaron en muchas provincias de la República, además de la tortura y brutal matanza del ciudadano Jamal Bin Ismail (que Dios se apiade de él).
Por su parte, el escándalo, no menos peligroso que su antecesor, relacionado con el programa «Pegasus», reveló, sin lugar a dudas, las extensas operaciones de espionaje a las que fueron sometidos ciudadanos y funcionarios argelinos por parte de los servicios de inteligencia marroquíes, utilizando este Tecnología israelí [...]
Con respecto al compromiso de organizar un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental, el Reino de Marruecos ha abandonado el compromiso oficial asumido por el Rey Hassan II y escrito en documentos oficiales de las Organizaciones de la Unidad Africana y Naciones Unidas, mientras los actuales dirigentes del Reino viven bajo la ilusión de imponer sus dictados a la comunidad internacional respecto a la llamada tesis de la «autonomía».
Y reservaba para el final el núcleo del conflicto imperialista regional: la derrota militar del Polisario, organización que hace mucho no es más que un proxy argelino amenaza con consolidarse diplomáticamente. Y Argelia -al igual que España-, si bien está dispuesta a pactar una salida, no puede permitirse que Rabat avance un paso más hacia la construcción del «Gran Marruecos» que supondría para la burguesía argelina una amenaza existencial.
Después de abortar sistemáticamente y de mala fe todos los esfuerzos internacionales bajo los auspicios de las Naciones Unidas, el Reino de Marruecos ha destruido todo espacio de confianza en su promesa y firma, mientras los gobernantes y representantes del Reino pretenden apoyar los esfuerzos de las Naciones Unidas. [...]
Es imperativo buscar una solución que sea aceptable para ambas partes, el Reino de Marruecos y el Frente Polisario, y que garantice el derecho del pueblo saharaui a decidir libremente su propio destino.
El origen del conflicto imperialista entre Marruecos y Argelia
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En el comunicado se listan también distintos episodios de la confrontación entre ambos países desde 1963 y la «guerra de las arenas». Marruecos, que era un estado independiente desde 1956, apoyó de distintos modos al FLN argelino hasta la consecución de la independencia... solo para acto seguido reclamar la revisión de fronteras entre ambos estados.
Cuando el FLN gana de Francia la independencia Marruecos lleva años ya preparándose y formando grupos monárquicos en Tinduf, Bechar e incluso Tlemcen. Las cancillerías europeas en el momento lo entienden como un intento de hacerse con las minas de manganeso e hierro descubiertas al final del periodo francés en el desierto argelino.
Lo mismo pensarán años más tarde de la Marcha Verde y las minas de fosfatos en Río de Oro. Pero la ambición de la monarquía era mucho más profunda. El mapa del Gran Marruecos ha servido desde los 50 como hoja de ruta a largo plazo del imperialismo marroquí, decidido a convertirse en la gran potencia del Occidente árabe.
Por eso la «guerra de las arenas» marca desde el momento fundacional de la descolonización francesa el mapa regional de tensiones imperialistas. La burguesía argelina solo puede entender el proyecto monárquico-nacionalista marroquí como un peligro existencial a detener y derrotar. De ahí el apoyo al Polisario desde su fundación en 1973 y su temprana implicación en el nacionalismo armado canario, abandonada solo a favor de una alianza económica y estratégica con España que sigue siendo hoy más vital que nunca para los intereses de Argel.
El Pacto Verde y la incómoda posición española
Por una vez parece que la diplomacia marroquí se precipitó en su entusiasmo abriendo un conflicto con España que solo podía acercar Argel a Madrid -y a través suya a Bruselas- aunque solo fuera por asegurar el suministro de gas natural.
Argelia vende su gas natural a España a través de dos gasoductos. Uno, el MedGaz, sale en la Cabilia al mar y llega hasta Almería. Otro, el Gasoducto del Magreb cruza el Rif y sale por el estrecho.
La concesión del tramo marroquí vence en octubre. Marruecos calculó que esto le daba una posición de ventaja frente a España en su presión por conseguir un cambio de política hacia el Sáhara.
España, en pleno despliegue estratégico del Pacto Verde, bate récords diarios de precios eléctricos cuyo efecto macroeconómico empieza a ser una tendencia creciente a la inflación. Una escasez de gas natural este invierno multiplicaría precios aun más y produciría, probablemente, una situación industrial y socialmente insostenible.
Marruecos esperaba que España cediera. Entre otras cosas porque la empresa que gestiona el gasoducto alternativo, el Medgaz, es Naturgy, participada en un 5% por la empresa estatal argelina Sonatrach y congelada desde hace meses en una OPA sin fin de un fondo de capital australiano que ha enfrentado a sus principales accionistas actuales (la Caixa) con sus demás socios en espera de la decisión definitiva del gobierno, que no llegó hasta hace dos semanas.
Sin embargo, por una vez los ejecutivos y políticos españoles no encontraron más que facilidades en Argel. El compromiso de mantener los volúmenes totales de gas y los precios, ahora solo a través de Medgaz, es un compromiso de estado para Argelia.
Al quedar España cubierta energéticamente y haberse reforzado la relación con Argelia, Marruecos solo podía apostar por la distensión con Madrid, que es lo que ha hecho. Pero eso no quiere decir que se vuelva a una relación sin sustos. Que Arabia Saudí dispute a España la OMT, amenazando a Madrid con perder su principal sede de un organismo internacional, sería impensable si no es como un favor personal de Salman al Majzen. Marruecos quiere dejar claro que al apoyarse en Argelia, España disgusta a la nueva gran coalición árabo-israelí.
La estrategia imperialista argelina
Para entender qué podemos esperar de Argelia en esta escalada, tenemos que volver a noviembre de 2020. Argelia reforzó entonces su apoyo al gobierno de Malí, cada vez más enfrentado con la presencia militar francesa y europea. Hoy, tras la experiencia afgana, parece claro que la nueva fase de la intervención europea partirá de una renegociación de su relación con los gobiernos sahelianos y en particular con el maliense.
Argelia espera ganar ahí una posición de fuerza ante los europeos. Especialmente porque el régimen militar ha modificado la Constitución para permitir al ejército argelino intervenciones internacionales. Lo que cambia todo el juego regional, poniendo de paso en un brete a Egipto, la principal potencia norteafricana aliada a Argelia.
El gobierno egipcio, que ha observado con cautela el cambio constitucional en Argel, es mucho más cauto que los europeos e intenta abrir una vía de negociación entre los militares argelinos y el Majzen. Es cierto que el objetivo primario del cambio constitucional del ejército argelino es intervenir en todas las misiones internacionales regionales que afecten directa o indirectamente a las fronteras nacionales, sea bajo banderas de ONU, Liga Árabe, Unión Africana… o lo que sea necesario en cada momento.
Pero Egipto entiende que el mensaje global no es solo que Argelia quiera participar en cualquier fuerza internacional que ocupe Libia o el Sahel, sino también que abre la puerta a intervenir legalmente en el Sáhara Occidental, a pedido del Polisario.
Queda clara la estrategia de Argel: mantener el conflicto abierto a bajo coste para forzar a un realineamiento de las posiciones europeas y de EEUU hacia una negociación que le involucre en el futuro del Sáhara. La preocupación egipcia permea la prensa, pero en Europa nadie quiere pensar en el ejército argelino saliendo de sus fronteras para liberar El Aiun, que es la amenaza subyacente.
¿Hacia una nueva guerra en el Sáhara?, 17/11/2020
Por eso el reflejo primario de Argel fue reanimar a un corrupto y comatoso Frente Polisario para reabrir la guerra del Sáhara a bajo coste. Infructuosamente.
Lo que quedó claro en noviembre es que aunque el rechazo a la anexión marroquí del Sáhara Occidental sea la bandera de guerra de Argelia, el Polisario por dopado que esté desde Argel, ya no tiene capacidad para poner en jaque al Majzen. Para empezar no tiene capacidad de movilización real en un Sáhara convertido en una gigantesca maquila que explota a miles de trabajadores con orígenes que van desde Senegal al Rif. Y militarmente es irrelevante desde al menos 1990.
Como la prensa de Rabat tuvo claro desde el primer momento: «si hay guerra, será contra Argelia».
El peligro de guerra y el papel de Egipto y la UE
Marruecos está subiendo las apuestas basándose en su creencia de que Argelia no tiene posibilidades de ir a una nueva guerra sin un mínimo apoyo internacional que le sería esquivo. Básicamente da por hecho que una guerra por el Sáhara aislaría al régimen de Argel tanto de Europa como de Egipto, que no estaría dispuesto a romper la coalición árabo-israelí por una disputa territorial distante.
La verdad es que, en realidad, Egipto no da por cerrada la posibilidad de entrar en la guerra en Etiopía y enfrentarse a los apadrinados por sus aliados árabes. Desde el principio apostó por la rebelión Tigré como forma de defender sus propios intereses en el Cuerno de África y en particular evitar nuevos llenados de la presa del Renacimiento, que amenazan con destruir su producción agrícola.
La victoria de las fuerzas de Tigré sobre el gobierno etiope el pasado julio fue en buena medida un triunfo de la diplomacia y la ayuda clandestina egipcia sobre la intervención militar directa de Emiratos y el apoyo financiero saudí. Además, los posteriores intentos de negociación disfrazada de mediación con ambas potencias árabes no parecen haber conducido a nada... mientras además unos y otros concurren también en Siria. Y ni hablemos de Israel y Palestina, donde Egipto mantiene un juego propio y complejo.
Es decir, la posición egipcia depende de equilibrios en los que Marruecos tiene poco que decir. Y la europea, como hemos visto, ya no es la mera proyección de la francesa. Entre otras cosas porque Rabat inició por su cuenta una guerra fría no solo con España sino también con Alemania que ha extendido entre los dirigentes alemanes un relato que les abre a inhibirse ante cualquier conflicto que «baje los humos» de un Majzen al que ven cada vez más agresivo.
En Argel no son pocos los que piensan que la ruptura de relaciones diplomáticas solo es un alto que servirá, al final, para la negociación de un nuevo equilibrio regional. Muchos en Rabat esperan lo mismo. La cuestión es que en la dirigencia militar argelina, que transparenta sus opiniones en la prensa en árabe de Argel, crece la opinión de que esta no es una crisis como cualquier otra.
De ahí la referencia permanente a la «guerra de las arenas». La idea que crece es que si Argelia no es capaz de contener ahora a Marruecos y acepta que el Majzen reconfigure las relaciones regionales, ganando peso en el Sahel y remozando su ligazón con Europa, Argelia perderá su capacidad de enfrentar al imperialismo vecino durante la próxima década, sufriendo un peligro existencial.
Por eso seguir el pulso de las huelgas en ambos países durante los próximos meses es fundamental. Al final, la capacidad de enganche del brutal bombardeo nacionalista de estas semanas será clave. Si sigue la presión marroquí como es previsible, y la burguesía argelina ve más oportunidades para sus intereses imperialistas en la guerra que en la diplomacia, lo único que puede frenar a ambos contendientes es el temor a un levantamiento de los trabajadores detrás de sus propias fronteras. La huelga de masas de Jerada en Marruecos y las huelgas salvajes en Argelia están bien presentes en los cálculos gubernamentales y militares.