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Marruecos en crisis

17/07/2018 | Magreb

Los medios europeos y latinoamericanos nos describen Marruecos como un país modélico dentro tanto de Africa como del mundo arabófono. Hub norteafricano del capital financiero, con una monarquía parlamentaria al estilo de las europeas del XIX, pero con toques de paternalismo social; un estado lo suficientemente inocente como para sorprenderse de no tener opciones como para ser sede del mundial de fútbol frente a EEUU y lo suficientemente hábil y abierta como para transformar su candidatura en regional, proponiendo una alianza a Túnez y Argelia. Siempre junto a la vieja metrópolis francesa en sus aventuras imperiales en el Sahel, la Alemania merkeliana recomienda financiar a Marruecos porque confía en su concurso para «evitar el tráfico de personas» -es decir, la llegada de migrantes y refugiados desde Africa- y la mismísima Volkswagen lo ve como un mercado prometedor para el que abrirá una planta de ensamblaje coordinada desde Barcelona.

Pero la verdad es que el estado marroquí, el «Majzen» -del francés, «magazin», almacén- se cae a pedazos. Con un rey absentista, una situación social cada vez más conflictiva y tensiones imperialistas con apuestas cada vez más altas; sus patrones europeos están cada vez más preocupados por su incapacidad para integrar en un estado disfuncional a los movimientos sociales de la pequeña burguesía que amenazados por su papel de grifo de la emigración subsahariana.

Las revueltas marroquíes

Primero fue la revuelta de la pequeña burguesía nacionalista de Alhucemas, apoyada abiertamente por la prensa y los servicios españoles, ahogada por pura impotencia política y reprimida sin prisa y muy selectivamente sin mayores incidentes.

Mucho mayor empaque tuvo la huelga de masas en Jerada, un pueblo minero del sureste, junto a la frontera argelina. Si la precarización es extrema y masiva en todo Marruecos, la situación de los mineros y sus pueblos es sencillamente escandalosa. Lo que comenzó como un estallido por la muerte de dos hermanos en un pozo se convirtió en una huelga de masas que duró semanas, auto-organizada en asambleas callejeras que integró a parados, precarios y trabajadores de todos los sectores de la región, elevando su plataforma desde la exigencia de seguridad a los salarios y de estos a la demanda de trabajo para todos.

Cuando la burguesía tiene enfrente a su enemigo histórico lo reconoce. La prensa europea y argelina, que se habían prodigado en titulares y reportajes «de interés humano» sobre el ultrarreaccionario movimiento nacionalista rifeño con su folkror racista y religioso heredado de Abdelkrim, relegó Jerada a las notas breves. El gobierno quedó paralizado, no intentó una represión abierta... y ofreció una plataforma de inversiones y ayudas públicas para abortar la extensión de una huelga que se movía en un terreno de clase mucho más sólido que las vecinas movilizaciones tunecinas.

Pero si el ‎proletariado‎ apenas empieza a despertar y ganar una experiencia propia, la pequeña burguesía urbana tiene sus propias cuitas con el Majzen, desde los estudiantes a los gerentes corporativos que no están viendo cumplirse las expectativas de desarrollo abiertas hace ya una década.

El 20 de abril una campaña anónima en facebook bajo el eslogan «déjala que se agríe», llamaba al boicot de tres marcas: la leche Centrale, (91% Danone, 5% del rey), el agua Sidi Ali, del grupo de Miriem Bensalah-Chaqroun, presidenta de la patronal y la cadena de gasolineras Afriquia, del ministro de Agricultura Aziz Ajanuch, valido del rey y segunda fortuna del país después de éste. La iniciativa prendió como la pólvora... y legitimó la conversación sobre los temas que preocupan a la pequeña burguesía marroquí. Cuando el capital francés se sintió dañado, el gobierno hizo un gesto esperando dar por cerrado el incidente... sin éxito. De hecho, el daño real y la inquietud de la Corte del Majzen se hicieron tan obvias que animaron escenas nunca vistas entre la «gente bien» como el abucheo de ministros en presencia del rey. Nada parece poder parar esta verdadera venganza pasivo-agresiva de una clase que cada vez se siente más periférica al poder y más insegura sobre su propio destino. Ni siquiera, el mundo al revés, ver a los ministros manifestándose contra un boicot que está socavando por primera vez a los monopolios cortesanos.

Una situación imperialista cada vez más tensa

Aunque parezca lo contrario en el relato del imperialismo español, amplificado por la izquierda de su aparato político, la inmensa mayoría de los saharauis no marchó al desierto tras el Polisario cuando Marruecos anexionó la ex-colonia española. Entre los que se quedaron, la gran mayoría de jefes tribales constituyó una élite político-económica, una burguesía de estado regional feudataria del estado. Décadas después, el Majzen reina en su provincia meridional con menos contestación que en el Norte y confía en que el tiempo juega a su favor para ver reconocido legalmente lo que ya la UE reconoce en la práctica en los acuerdos pesqueros.

Eso no resta para que Argelia siga apostando por mantener la llaga abierta en el flanco Sur de su eterno rival imperialista. Es cierto que lo hace cada vez con más precauciones y temores. Los campos de Tinduf se convirtieron primero en centros de reclutamiento salafista entre una juventud hastiada, hacinada en condiciones miserables, y recientemente en santuarios para los jihadistas que se refugian de las tropas comandadas por Francia en Mali. Pero la tensión no ha hecho más que crecer y el Polisario, en parte empujado y reforzado por nuevos aliados, en parte por movilizar a su propia población, está volviendo a la actividad militar. Marruecos acusa directamente a Irán sin dejar de señalar a Argelia e intentar contrapesar sus alianzas en el Golfo.

El resultado es explosivo como vimos en el «Foro 5+5» (5 países de la orilla europea del Mediterráneo occidental + 5 de la orilla africana), uno de los últimos organismos multilaterales en el que coinciden los dos grandes países magrebíes, cualquier chispa radicaliza la pugna. En aquel encuentro el ministro argelino acusó a los bancos marroquíes de lavar el dinero de la droga en el Magreb. El incidente sacó a la luz un mar de fondo que se hizo aun más claro cuando No sin razon, Marruecos acusó a Argelia de entregar a Irán un feudo en el Sahara y rompió relaciones con la república islámica.

De la crisis política a la institucional

La burguesía de estado marroquí no tiene ni la fuerza institucional de sus pares europeas ni la cohesión e imbricación con el aparato del estado de su vecina argelina. El Majzen, hasta en su nombre, está demasiado cerca de un pasado abiertamente feudal. Está diseñado como instrumento patrimonial de un rey del que depende no solo simbólica sino materialmente. Cuando el rey se ha instalado en París durante casi todo el año, tarda meses en firmar destinos y no se presenta a sus propias cenas de gala, se hace evidente la disfuncionalidad de la estructura del estado. Lejos de apaciguar a una pequeña burguesía cada vez más abiertamente en deriva centrífuga, contagia el nerviosismo y la sensación de provisionalidad al aparato político integrado en la Corte. En ausencia del rey la crisis política deviene institucional sin casi barreras de contención... y la pequeña burguesía, imbricada en aparatos del estado decisivos en todo país autoritario, empieza a darse cuenta.