Marie Kondo y el espíritu del capitalismo
Marie Kondo es la estrella de esta temporada televisiva. Es la autora de una serie de libros que vendieron 30 millones de ejemplares. Los medios debaten sobre su método de organización y hasta preguntan a escritores si están de acuerdo en no conservar más de una treintena de libros en casa como ella propone. A unos les gusta más, a otros menos, pero la idea que nadie parece discutir es que organizando tu casa reorganizarás tu vida y aprenderás a ser más feliz.
El método «KonMari»
Visualización. Se trata de pensar quiénes queremos ser e imaginar cómo sería la casa de esa persona que ya no seríamos nosotros, sino un nosotros mejor.
Eliminación. Sí, eliminar, tirar y olvidar porque según ella, «lo que no vemos deja de existir». Según Marie Kondo, conservamos más cosas de las que deberíamos porque tenemos apego al pasado o porque tememos al futuro: pensamos que no estamos preparados para «dejarlas marchar» o sentimos que no supimos estar a la altura de lo que esperábamos de nosotros mismos. Propone que tomemos uno por uno nuestros enseres personales y nos preguntemos si nos hacen felices y serían característicos de esa persona que nos gustaría ser. Si la respuesta es positiva, lo conservaremos. Si no, «le daremos las gracias» y lo despediremos. La lógica es tan utilitarista que nos sugiere «eliminar por categorías», vaya a ser que tengamos demasiadas cosas que cumplan la misma función y podamos obtener lo mismo cargando con menos.
Organización. Todo ha de estar visible, localizable de un vistazo, todo ha de poder mostrarse y tenerse presente. Todo ha de ser inmediatamente útil.
Marie Kondo y el fetichismo de la mercancía
¿Recuerdan el fetichismo de la mercancía? Marx se dio cuenta de que los fetiches no eran figuritas mágicas propias de culturas primitivas. Vivimos rodeados de fetiches: la forma mercancía que toman las cosas en el mercado y en especial el dinero, representan como relaciones entre cosas lo que en realidad son relaciones sociales. Por ejemplo: vender nuestra fuerza de trabajo y obtener a cambio dinero parece un intercambio de objetos, de mercancías del mismo valor... pero no lo es. Cuando el dinero entra en circulación, parece reproducirse solo, aumentar mágicamente el valor que representa... pero bajo esa apariencia, bajo la acumulación del capital, hay en realidad un proceso continuado de explotación entre clases y todo un complejo sistema social que lo sustenta.
¿Y si la «minimalista» Marie Kondo es en realidad la fetichista número uno? Imaginemos por un momento que cuando dice «casa» en realidad se refiere a nuestro entorno social y de amistades, y que cuando habla de objetos en realidad quiere decir personas. ¿Cómo quedaría el discurso entonces?
Kondo desvelada
El «método» entonces sería un relato de cómo reorganizar nuestras relaciones personales para «mejorar» y ser, en teoría, más felices. Deberíamos «visualizar» a esa persona que nos gustaría ser y sobre todo quiénes serían sus relaciones y amigos. A partir de ahí, analizar una por una nuestras relaciones y deshacernos de las sobrantes. Para empezar, todas aquellas que no nos hacen inmediatamente felices. Lástima que casi nadie que lo esté pasando mal pueda aportar mucha felicidad inmediata que él mismo no tiene. Así que fuera todos o casi todos, esos amigos atribulados o en mala situación. ¿El resto? Hay que colocarlos por categorías, nos diría Kondo. Y dejar en cada una solo a aquellos que realmente nos ayuden a prosperar y los que, de forma natural, acompañarían al «yo ideal» que nos pidió imaginar. Al resto, les daríamos las gracias y los «dejaríamos marchar». Finalmente, con los elegidos, mucha visibilidad, que estén siempre a mano, que lo vean los demás.
Pero ¿es ésto lo que nos quiere contar Marie Kondo? No podemos saberlo. En cualquier caso, da igual. Muestra y promociona un «ethos», una manera de ser, unos valores en las relaciones con «las cosas» que una vez interiorizados es muy difícil que no calen a todos los demás aspectos de la vida, también las relaciones humanas.
Kondo y su método son el utilitarismo más extremo. Su programa es una ceremonia de potlach en el que el shock emocional de «eliminar» los objetos que acumulamos en la vida nos prepara para eliminar las relaciones «inútiles» a no se sabe que ascenso social futuro. La «liberación» del espacio ganado en la escasez de nuestras casas, sirve para prepararnos a «liberarnos» de la «carga» de nuestras responsabilidades comunitarias: todos esos amigos, familiares y conocidos que «no nos sirven ya para nada». Y para llegar a hacerlo, hay que superar antes el afecto, dejar de considerarlas en sí mismas. Por el contrario, hay que categorizarlas, darlas por equivalentes y comparar su valor. Es decir, hay que mercantilizarlas.
Tras el fetiche de la mercancía viene siempre la pesadilla individualizante y atomizadora de la mercantilización.