
En un marco simbólico tan denso, bastó una convocatoria informal para juntar centenar y medio de personas en San Pedro Sula. No era la primera vez, unos meses antes una caravana similar había acabado disolviéndose a su paso por México llevando junto a la frontera estadounidense «solo» a unos cientos de personas. El mero eco mediático, en el que se juntaba el despecho nacionalista con la desconfianza ante un movimiento de masas, convirtió el grupo inicial de la «Marcha de la esperanza» en un par de millares de personas. Tres días después una columna de más de 5000 personas entraba en Guatemala, 2000 de ellos volverían hacia Honduras tras los mensajes de México asegurando que no dejaría pasar a los indocumentados. Trump y Pence, mientras tanto, avivaban aun más el fuego con twits y amenazas de militarización de la frontera.
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La expectación en la frontera, con la prensa internacional cubriendo la jornada paso a paso, mezcló los reflejos nacionalistas -himno y banderas hondureñas para arriba y para abajo- con las dinámicas de una masa que descubre sus capacidades colectivas y su fuerza cuando se dota de un objetivo.
¿Qué hay detrás de la marcha?
Ante la presión estadounidense, el presidente de Honduras, señaló a Bartolo Fuentes y rápidamente apuntó a la financiación venezolana. Fuentes es un viejo militante izquierdista que fue diputado con el presidente Zelaya. Detenido por las autoridades guatemaltecas fue devuelto a Honduras sin mayores efectos.La caravana, haya tenido de detonante a un «padre Gapón» o no, nace como respuesta al fracaso absoluto del capitalismo centroamericano. La pauperización es masiva: 40,6% en El Salvador, 53,7% en Guatemala y 70% en Honduras. Pero lo que mueve a los grandes desplazamientos -hasta ahora, sobre todo internos y hacia México- es la lumpenización masiva y las maras, hijas de la guerra de los ochenta y la emigración «de vuelta» de EEUU que han multiplicado la violencia en terrorismo salvaje hasta hacer la cotidianidad invivible: El Salvador tiene 60 asesinatos por cada cien mil habitantes al año, Guatemala 26,1 y Honduras 48,8. Por eso son muchos en la marcha los que declaran querer quedarse en México, una «mejora» ya que «solo» tiene una tasa de muerte violenta del 26 por cien mil y en la pobreza al 43,6% de la población. Para dar dos referencias, la tasa española es de 0,63 homicidios anuales por cada 100.000 habitantes y la argentina 3,4.
El Cristo de Esquipulas y la bandera nacional. El pasado en el presente y en contradicción con el futuro.
Un movimiento contradictorio
Esta marcha no es la primera ni siquiera en Centroamérica. En marzo-abril ya tuvimos otra que no cuajó: el «vía crucis migrante». Vendrán más y en todo el mundo. La propia lógica de la migración masiva expresa realidades contradictorias:La debilidad de la clase trabajadora para afirmarse en un terreno propio en cada país, que es lo que lleva a la necesidad de migrar, contrasta con el carácter colectivo de la marcha, las muestras de capacidad organizativa espontánea y la solidaridad espontánea que surge en ellas.
La debilidad de la fantasía de que hay un «capitalismo mejor» donde es posible prosperar, contrasta con la pobreza y la violencia que encuentran a lo largo de todo el camino, incluida la previsible represión de los estados mexicano y estadounidense. Y sobre todo ha de contrastar con la solidaridad de clase de los trabajadores mexicanos y estadounidenses.
El nacionalismo es un veneno que prende con facilidad en un movimiento que representa más la proletarización que al proletariado, pero contrasta con el carácter internacional que tomaron pronto las movilizaciones y el lastre que representa para ellas el derroche de banderería divisiva.
El carácter fragmentario, atomizado de la caravana a lo largo de casi todo su trayecto contrasta con la fuerza que toma al concentrarse ante los obstáculos e imponerse a las fronteras a base de determinación. Hay un conato de organización clasista en las caravanas aunque muy débil, por eso las ONGs intentan cortar su desarrollo y sustituirlo por sus capacidades «técnicas».
¿Cómo marchar hacia el futuro?
Trabajadores de una mina canadiense en Guerrero, México, marchan tras el asesinato de dos mineros huelguistas por la dirección sindical (CTM) hace un año.
Es decir, hay que estar presentes para ayudar a las marchas a salir de la celda de las ONGs, invitando a las columnas a dirigirse directamente a los trabajadores, armar asambleas en los polígonos industriales y los barrios, articular la solidaridad de clase y enfrentar directamente la propaganda chovinista. El objetivo al que han de evolucionar las marchas tiene que ser afirmar una lucha común al conjunto de los trabajadores e impulsarla adelante por aquello que de común tienen. Pero no basta con enunciarlo, no somos «evangelistas» ni «evangelización» es lo que necesita la clase, sino reivindicaciones concretas que expresen esa unidad: desde la reducción de jornada con subida lineal de los salarios a la libertad de movimientos por encima de las fronteras.