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Macron propone la nuclearización y militarización de la UE

09/02/2020 | Francia

El Brexit convierte a Francia en el único país UE con bombas atómicas en un momento en el que la denuncia del Tratado INF («Armas nucleares de alcance intermedio») coloca a Europa como potencial terreno de guerra nuclear por primera vez desde la guerra fría. En ese marco, también por primera vez desde los tiempos de De Gaulle, el presidente francés ha dado un discurso en su calidad de «Jefe de los ejércitos» para sentar ante los mandos militares su doctrina estratégica. Su sustancia: un reconocimiento explícito de la tendencia a la generalización de la guerra imperialista, una estrategia nuclear europea dirigida por Francia y un impulso abierto hacia la militarización de la UE.

1. El conflicto imperialista está escalando

Macron describe un mundo de choque creciente entre potencias globales y regionales que «forma parte de una supuesta lógica de la competencia, en la que sólo la ley del más fuerte, la realidad del equilibrio de poder, tiene prioridad». Esa competencia acelerada produce que «bajo el disfraz de asimetría o hibridación, se desplieguen acciones de influencia, injerencia o incluso intimidación, que podrían degenerar» en «incidentes y una escalada militar incontrolada».

Los riesgos, las amenazas, han aumentado y diversificado. [...] El control de los recursos y flujos, ya sean tangibles o intangibles, es la semilla de nuevas estrategias de poder. La alta mar, los espacios aéreos y exo-atmosféricos, digitales, estos espacios comunes que interpenetran y complican nuestra comprensión de los problemas, se convierten o vuelven a ser áreas de relaciones de poder y, a veces, de confrontación. Por su dispersión geográfica, su simultaneidad, su complejidad, estas evoluciones amplían de facto el campo y las modalidades de posibles enfrentamientos interestatales. Son los síntomas en el fondo de una era de rupturas profundas que estamos experimentando.

La primera ruptura es de orden estratégico. Una nueva jerarquía de potencias está tomando forma a través de una abierta competencia estratégica global, lo que conlleva el riesgo de incidentes y una escalada militar incontrolada en el futuro. Hay varias tendencias fuertes y predecibles en juego.

En primer lugar, la competencia mundial entre los Estados Unidos y China es hoy un hecho estratégico probado, que en adelante estructurará y dará forma a las relaciones internacionales.

En segundo lugar, la estabilidad estratégica en Europa requiere algo más que la comodidad de la convergencia transatlántica con los Estados Unidos. Por lo tanto, nuestra seguridad depende de nuestra capacidad de invertir de forma más autónoma con respecto a nuestros vecinos del Este y del Sur;

Por último, la línea entre competencia y confrontación, que solía permitirnos distinguir entre tiempos de paz y tiempos de crisis o guerra, está hoy profundamente diluida. Da paso a muchas zonas grises donde, bajo el disfraz de asimetría o hibridación, se despliegan acciones de influencia, injerencia o incluso intimidación, que podrían degenerar.

Estas fuertes tendencias no pueden ser ignoradas por nosotros, los europeos, en su conjunto, más aun cuando otras potencias estén llevando a cabo programas de rearme, incluido el rearme nuclear, y en los últimos años se ha producido una aceleración de estos programas.

2. La inestabilidad, alcance y potencial letalidad de los conflictos imperialistas está escalando

En este marco, «los equilibrios disuasorios entre las potencias se han vuelto más inestables» y al tiempo más letales, por lo que Macron prevé un «endurecimiento significativo de su entorno operativo». Es decir, llama a sus militares a estar preparados para usar armas más letales, incluidas las nucleares, contra un abanico de potenciales enemigos mucho más amplio.

En este ámbito, la multipolaridad nuclear actual no se parece en nada a la lógica que prevaleció durante la Guerra Fría. A diferencia de Francia y sus aliados, algunos Estados optan conscientemente por posturas nucleares opacas, incluso agresivas, incluyendo una dimensión de chantaje o la búsqueda de un hecho consumado. Los equilibrios disuasorios entre las potencias se han vuelto así más inestables.

Con la proliferación de misiles más avanzados tecnológicamente, también nos enfrentamos a una situación sin precedentes en la que las potencias regionales están, o estarán, en condiciones de llegar directamente al territorio europeo. Finalmente, el tabú sobre el uso de armas químicas se ha roto repetidamente en Siria, Malasia e incluso en la propia Europa.

Claramente, esta ruptura estratégica hará que los términos de nuestros futuros compromisos militares sean aún más exigentes. En particular, cuando se comprometen a disuadir a los posibles agresores o a aumentar el costo de sus acciones, nuestros ejércitos tendrán que hacer frente a un endurecimiento significativo de su entorno operativo.

3. Los conflictos que involucran a más de dos potencias están multiplicándose

Como avisábamos hace casi dos años, uno de las claves de la extensión y generalización de la guerra imperialista hoy es que los conflictos que involucran a más de dos potencias están multiplicándose. Lo realmente explosivo en ellas es que no son solo guerras en las que dos grandes potencias globales o regionales se enfrentan mediante «proxies», son guerras con alianzas cambiantes entre tres o más imperialismos en juego y una tendencia a la extensión. Macron reconoce el riesgo creciente de escala y enfrentamiento directo entre grandes potencias que ofrecen estos conflictos en teoría limitados y lejanos.

En primer lugar, hay conflictos interestatales en los que terceros estados, actuando en apoyo de los diversos beligerantes, pueden encontrarse cara a cara. Este es el caso hoy en día en Libia, Irak o Siria. La Operación Hamilton, llevada a cabo con los Estados Unidos y el Reino Unido en 2018 para castigar el uso prohibido de armas químicas por el régimen sirio, fue una ilustración concreta de esta mayor superposición, los riesgos de escalada y la necesidad de canales permanentes de diálogo para limitarlos.

También se multiplican las zonas de fricción entre las Potencias, cuando éstas se dedican a actividades de demostración, a veces al borde de un enfrentamiento. Este es el caso en el mar en varias zonas en disputa, desde el Mediterráneo hasta los mares de China y el Golfo Arábigo. Este es el caso en tierra cuando se despliegan ejercicios masivos sin previo aviso. Es el caso bajo el mar, pero también en el aire cuando los bombarderos estratégicos regresan para probar las defensas aéreas. Por último, es el caso del espacio, que a su vez se ha convertido en un entorno de confrontación, más o menos visible, pero bastante real y, en el espacio digital, cada vez más claro.

La escalada en Irak a principios de enero muestra claramente a este respecto que estas diversas situaciones de "contacto" pueden conducir en cualquier momento a una crisis abierta entre los Estados que parecen haber dejado la consigna de «nunca más guerra» por un hipotético «¿por qué no la guerra?».

Hoy en día, los escenarios de crisis del Mediterráneo oriental y de Libia son también, por los fenómenos que acabo de describir, una verdadera prueba para la cohesión del P5, que espero que pueda reunirse en la cumbre y demostrar su capacidad para asumir plenamente su mandato de mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, pero también una prueba para la solidaridad de la Alianza Atlántica. Por eso tuve algunas palabras duras, que sonaron como una llamada de atención, y así pudimos, después de la Cumbre del pasado diciembre, lanzar una revisión estratégica de la OTAN, que quiero que sea a la vez ambiciosa y operativa.

4. Francia y Europa se suman al «no quedarse descolgados»

Como venimos señalando, la experiencia histórica desde el siglo XIX y la guerra franco-prusiana, nos dice que los grandes estallidos bélicos se producen cuando un capital nacional o una alianza de ellos encuentra que sus rivales están en posición de obtener ventajas permanentes e insalvables en el tiempo. Es el miedo a perder la «competitividad» global al punto de pasar a una posición subalterna de manera permanente la que sirve de espoleta a los conflictos. Así que no debería extrañar a nadie que el argumento de Macron se dirija hacia Europa.

En primer lugar, el presidente señala que el crecimiento de escala -gravedad y fuerza potencial de la amenaza- y alcance -número de potenciales enemigos- no deja ni mucho menos fuera a las potencias imperialistas europeas.

La propia Europa está directamente expuesta a las consecuencias de esta deconstrucción. Veamos la situación actual: desde principios de la década de 2000, toda la arquitectura de seguridad de Europa, que fue difícil de construir después de 1945 durante la Guerra Fría, se ha ido agrietando gradualmente y luego se ha ido deconstruyendo deliberadamente ladrillo a ladrillo. Tras el estancamiento de las negociaciones sobre armamento convencional, el final en 2019 del Tratado sobre Fuerzas Nucleares Intermedias es el símbolo de esta desintegración.

Los europeos deben ahora darse cuenta colectivamente de que, en ausencia de un marco jurídico, podrían verse rápidamente expuestos a la reanudación de una carrera de armamentos convencionales o incluso nucleares en su suelo. No pueden limitarse al papel de espectadores. No sería aceptable que se convirtieran de nuevo en el escenario de la confrontación con las potencias nucleares no europeas. En cualquier caso, no lo acepto.

Para los europeos, asegura Macron, no hay otra elección que renunciar a la autonomía de sus propios intereses imperialistas -una referencia a las dificultades imperialistas de Gran Bretaña tras el Brexit- o aumentar la fuerza y agresividad de su presencia y capacidad militar, incluída la nuclear.

La elección ante nosotros es si tomar nuestro destino en nuestras manos o, abandonando cualquier estrategia propia, alinearnos con cualquier potencia.[...] Porque la estabilidad estratégica, que implica buscar un equilibrio de fuerzas al nivel más bajo posible, ya no está garantizada hoy en día. Detrás de la crisis de los principales instrumentos de control de armas y desarme, está en juego la seguridad de Francia y de Europa.

Este debate crucial no debe tener lugar por encima de las cabezas de los europeos, en una relación directa y exclusiva entre los Estados Unidos, Rusia y China. Y puedo ver que es la tentación de unos pocos, a veces de las principales partes interesadas.

Para los europeos, un multilateralismo repensado al servicio de la seguridad colectiva, de acuerdo con nuestros principios fundadores, debe combinar dos exigencias, que no son contradictorias si queremos garantizar la paz: en primer lugar, la promoción de un programa internacional renovado de control de armamentos y, en segundo lugar, una verdadera inversión europea en materia de defensa.

¿Por qué esa urgencia? Porque la carrera nuclear está en marcha, no es una perspectiva, está ya presente y si las potencias europeas pierden una carrera nuclear y de armamentos sobre su propio suelo... desaparecerán todas sus aspiraciones a una política imperialista propia, no supeditada a EEUU o Rusia.

El fin del Tratado sobre Fuerzas Nucleares Intermedias, las incertidumbres sobre el futuro del Tratado «New Start» y la crisis del régimen de control de las armas convencionales en Europa hacen que para 2021 exista la posibilidad de una carrera puramente militar y nuclear, sin limitaciones, como no se ha visto desde finales del decenio de 1960. No estoy describiendo un futuro imposible o lejano. Simplemente lo que ha estado sucediendo desde hace varios años ante nuestros ojos. Los europeos deben comprender una vez más la dinámica de la escalada y tratar de prevenirla o evitarla mediante normas claras y verificables. Porque la ley debe servir a nuestra seguridad aquí, buscando restringir y limitar las armas más desestabilizadoras y el comportamiento de los potenciales adversarios.

5. Un proyecto imperialista para Europa bajo el paraguas nuclear francés

Pero para alinear los intereses imperialistas europeos hay que, en primer lugar, separar aguas frente a EEUU a través de:

una relación transatlántica reequilibrada, una alianza en la que los europeos son socios creíbles y eficaces. Los europeos deben ser capaces de protegerse mutuamente. Deben ser capaces de decidir y actuar solos cuando sea necesario.

Por «decidir y actuar solos» entiende hacerlo en un mecanismo independiente más o menos ligado a la UE. Y eso significa, a corto plazo, una reconsideración de la relación con Rusia al margen de EEUU y China:

No puede haber un proyecto de defensa y seguridad para los ciudadanos europeos sin una visión política que busque fomentar la reconstrucción gradual de la confianza con Rusia. Estoy llevando a cabo este proyecto con determinación. Espero que Rusia sea un jugador constructivo en nuestra seguridad común. Pero no podemos estar satisfechos con la situación actual, en la que la brecha se amplía y el diálogo se empobrece, mientras se multiplican los problemas de seguridad de los que debe ocuparse Moscú. El principal objetivo -y he vuelto a tratarlo varias veces- de mi enfoque sobre Rusia es mejorar las condiciones para la seguridad y la estabilidad colectivas en Europa. Este proceso llevará varios años. Requerirá paciencia y determinación, y se llevará a cabo con nuestros socios europeos. Pero no tenemos interés en delegar tal diálogo o encerrarnos en la situación actual.

La importancia de Rusia para Europa, la necesidad de mejorar la relación, viene a decir Macron, no deriva de intereses comunes sino de que no se puede abrir una pinza tirado solo de una de sus patas. Y si las potencias europeas quieren ganar autonomía de EEUU tienen que reducir su grado de confrontación con Rusia. ¿Objetivo inmediato? Parar la carrera nuclear entre los dos con misiles apuntando a objetivos europeos, participando en las negociaciones de nuevos tratados de no proliferación y... cediendo el liderazgo a Francia en tanto que única potencia nuclear de la UE.

Tras el colapso del Tratado INF, Francia, por su parte, desea que se inicien amplios debates en los que Europa debe hacer oír su voz y velar por que sus intereses sean tenidos en cuenta en las negociaciones sobre un nuevo instrumento capaz de garantizar la estabilidad estratégica de nuestro continente. Seamos claros, si es posible una negociación y un tratado más amplios, los queremos. Si es bloqueado por algunos, no podemos quedarnos quietos. Y los europeos deben ser partes interesadas y signatarios del próximo tratado porque este es nuestro suelo y un debate que no debe pasar por encima de nuestras cabezas. Francia, en el marco de sus propias responsabilidades, también está dispuesta a participar en los debates que reúnan a los cinco Estados poseedores de armas nucleares en el sentido del Tratado de No Proliferación, sobre las prioridades del desarme nuclear, el fomento de la confianza y la transparencia sobre los arsenales y las estrategias nucleares de cada uno de ellos. Este debate debería tener como objetivo el fortalecimiento de la estabilidad entre los Estados poseedores de armas nucleares y la reducción del riesgo de una escalada involuntaria en caso de conflicto.

Pero, avisa Macron, eso significa para los rivales europeos aceptar y compartir el «marco global» de intereses y alianzas francesas, desde la guerra en el Sahel al Mar de China Meridional que luego lista porque...

Esta ambición de Francia, potencia equilibradora al servicio de la paz y la seguridad, no puede llevarse a cabo sin una densa red de amistades, asociaciones y alianzas estratégicas y una capacidad diplomática mundial, porque nuestras responsabilidades e intereses en materia de seguridad son mundiales.

6. Preparar a Europa para la guerra significa volver a dar alas al militarismo...

Pero Macron exige algo más a sus eventuales socios europeos: gasto militar. Si EEUU no quiere pagar ya la factura de una OTAN rota por intereses imperialistas contradictorios, Francia no quiere formar bloque a costa de pagar la factura de la defensa europea. Mensaje: ante el desarrollo de las contradicciones imperialistas no basta con el 2% de gasto militar sobre el PIB al que ni siquiera llegan la mayoría de los estados europeos. Lo que en los 90 se llamó el «dividendo de la paz» se ha acabado. Hay que empezar a militarizar el gasto público si se quieren hacer valer los intereses imperialistas propios en medio de una tendencia indudable a la extensión de la guerra. Solo en modernizar su arsenal nuclear, Francia ha presupuestado 37.000 millones de euros hasta 2025.

Nuestra seguridad también depende inevitablemente de una mayor capacidad de acción autónoma europea. Realmente me sorprende que decirlo, aceptarlo, llevarlo a cabo, despierte tantas reacciones, tantas dudas. En palabras del General de Gaulle, «ninguna alianza puede disociarse del esfuerzo realizado por cada uno de sus miembros, en su propio nombre, a su costa y según sus propios intereses». Sí, las verdaderas preguntas para los europeos son básicamente las que tienen que hacerse ellos mismos, más que los americanos: ¿por qué han reducido tanto su esfuerzo de defensa desde los años 90? ¿Por qué ya no están dispuestos a hacer de la defensa una de sus prioridades presupuestarias y a hacer los sacrificios necesarios para ello, aunque los riesgos se acumulen? ¿Por qué estamos teniendo ahora debates tan complicados sobre las cantidades a asignar al Fondo Europeo de Defensa que acabamos de crear, porque es una cuestión secundaria, de la que otros se ocuparían por nosotros? ¿Por qué hay tantas discrepancias entre los presupuestos de defensa y las capacidades de los Estados europeos, cuando las amenazas a las que estamos expuestos son en gran medida comunes a nosotros?

Todas estas son preguntas que nosotros los europeos tenemos que hacernos. Europa debe ponerse en una posición en la que pueda garantizar mejor su seguridad y actuar en su vecindad. [...] La OTAN y la defensa europea son los dos pilares de la seguridad colectiva europea. ¡Asumamos eso! Afrontemos los hechos, escuchemos a los Estados Unidos de América decir: «Gasten más en su seguridad, ya no seré su garante de último recurso, su protector, a largo plazo». ¡Asumamos la responsabilidad por fin!

7. ...y cambiar las prioridades e inversiones estratégicas de la Unión Europea

Pero la guerra imperialista es una guerra total. Desde sus inicios en el último cuarto del siglo XIX la entrada del capitalismo en su fase imperialista impulsó la concentración y centralización del capital hasta las formas mas aberrantes del ‎capitalismo de estado‎. Éste nació en principio como expresión de la supeditación de toda la organización económica y social del capital al triunfo bélico en la primera guerra mundial. Y hoy, Macron lo deja claro, en la medida en que vuelve ese horizonte de guerra, debe volver a retomar pulso ‎ militarista‎ pero sobre todo rehacer las infraestructuras y tecnologías estratégicas desde lo que no puede ser entendido más que como el boceto de una política de afirmación como bloque imperialista.

Para construir la Europa del mañana, nuestros estándares no pueden estar bajo el control americano, nuestras infraestructuras, nuestros puertos y aeropuertos bajo el capital chino y nuestras redes digitales bajo la presión rusa.

Necesitamos, a nivel europeo, controlar nuestras infraestructuras marítimas, energéticas y digitales. Aquí también nos hemos equivocado mucho. En los años 90 y 2000, terminamos pensando que Europa se había convertido en un mercado grande y cómodo, un teatro de influencia y depredación a toda costa. Incluso nos abandonamos entre los europeos, empujando a tantos países del sur de nuestra Unión Europea a dejar que los inversores se llevaran lo que no sabíamos comprar, lo que estábamos empujando a privatizar, a pesar de que estas infraestructuras eran estratégicas.

¡Qué error! Debemos, para estas infraestructuras críticas, redescubrir, a nivel europeo, una verdadera política de soberanía!

Este es el caso de las infraestructuras 5G, la nube, que es decisiva para el almacenamiento de datos, los sistemas operativos, las redes de cable submarino, que son el centro neurálgico de nuestra economía globalizada. A nivel europeo, también necesitamos controlar nuestro acceso al espacio y decidir por nosotros mismos las normas que se imponen a nuestras empresas.

Esta política de normas, esta política de infraestructuras estratégicas, es esencial. Y es esencial para nuestra seguridad colectiva y nuestra capacidad de actuar. Vivimos en un mundo de interoperabilidad, con equipos cada vez más digitales. Gastar lo que estamos gastando para tener un equipo perfecto y entregar la infraestructura de conexión, entre nuestro equipo y nuestros países, a otros, sin ninguna garantía, seguiría siendo extrañamente ingenuo. Sintiéndolo mucho, me niego a participar.

La libertad de acción europea depende de esta soberanía económica y digital. Los intereses europeos, que sólo ellos son capaces de definir, deben ser escuchados. Corresponde a Europa definir el marco reglamentario que necesita, porque se trata de proteger las libertades individuales, los datos económicos de nuestras empresas, que están en el centro de nuestra soberanía, y nuestra capacidad operativa práctica para actuar también de manera autónoma.

También necesitamos fortalecer la independencia tecnológica de Europa y su capacidad para anticiparse a los próximos avances estratégicos. Para ello necesitamos una base industrial de defensa autónoma y competitiva, un esfuerzo de innovación decidido y masivo, el dominio de nuestras tecnologías de seguridad y el control de nuestras exportaciones de defensa.

Todo esto supone hoy en día un aggiornamento del enfoque europeo, de estos enfoques económicos y presupuestarios para que cada uno pueda sacar las consecuencias. ¡Ya no estamos en el mundo de los 90!

Un momento histórico crítico

Está todavía por ver la respuesta oficial alemana. Aunque resulte atractivo para el capital alemán, las dificultades son grandes, entre otras cosas porque es inviable formar un bloque minimamente estable entre ambas potencias sin una fusión, o al menos la perspectiva creíble de una fusión de capitales gigantescos acompañando el proceso. Pero el «marco estratégico» de los ejércitos y la burguesía francesa no son ni una fantasía ni una quimera. Responden al reconocimiento de tendencias que vemos desarrollarse semana tras semana.

Solo podemos sacar dos conclusiones: la primera que la generalización de la guerra es ya una realidad cada vez más peligrosa integrada en la consciencia política y militar inmediata de los estados europeos; la segunda que las respuestas solo van a agravarla, y que la forma francesa de hacerlo va a intentar empujar a la UE post-Brexit a convertirse en un bloque militar, una reedición de aquellos «Estados Unidos de Europa» que ya en 1915 Lenin definió como «o bien imposibles o bien reaccionarios en el capitalismo».