Macron y el escándalo de las consultoras
A unos días escasos de la primera vuelta de unas elecciones presidenciales convertidas en concurso de furor bélico el «escándalo de las consultoras» parece consolidarse como el gran tema de campaña. El 17 de marzo el Senado francés publicó un informe denunciando el uso masivo de consultoras -especialmente la estadounidense McKinsey- durante los 5 años de gobierno Macron.
¿En qué consiste el escándalo de las consultoras?
Lo que revela el informe del senado es la existencia de una maquinaria gigantesca que facturó hasta 1.000 millones de euros anuales, fundió a sus cuadros en la estructura jerárquica de las instituciones, dio forma a las políticas estatales a través de más de 1.600 «misiones» y, para afrentar aún más el «espíritu republicano», eludió el pago de impuestos por lo cobrado.
Pero la elusión fiscal es sólo el remate de un ataúd claveteado con derroche. Dos ejemplos de la labor de McKinsey:
- El Fondo Nacional del Seguro de Vejez (CRAV) encargó a la consultora estadounidense dirigir su «adecuación» a la reforma de pensiones que estaba promoviendo el gobierno Macron. Resultado: 957.000€ por un PowerPoint y un cuaderno de 50 páginas que nunca se implementaron (¡menos mal!).
- La campaña de vacunación Covid francesa... ese «éxito».
¿Donde está la lucha de clases?
El escándalo de las consultoras esconde un cadaver exquisito: el de la burocracia estatal francesa, desplazada y arrinconada por los cachorros de escuelas de negocios como la de Toulouse, que premio Nobel de Economía al frente, participaron de la piñata de presupuestos públicos bajo el paraguas de McKinsey.
Para los burócratas este no es el primer asalto frente a Macron. A partir de los chalecos amarillos, el presidente había intentado reconducir la cólera plebeya de la pequeña burguesía contra ellos. Y de hecho presentó el cierre de las «altas escuelas» y de los «cuerpos nacionales» -centros de reproducción de la burocracia estatal- como una concesión «democrática» a las protestas.
Macron es el «ídolo de los consultores» -de cuyos trabajos remunerados por el estado ha sacado buena parte de su programa- porque representa el asalto del estado por la burguesía corporativa, su programa y sus métodos.
Un estándar de gestión precarizadora manufacturado en las escuelas de negocios que los trabajadores conocemos bien y hasta la academia empieza a tabular: «flexibilizar» contratos, salarios, reducir costes y calidades e inflar contablemente a las empresas a costa de fragilizarlas con deuda y «just in time». Un modelo que al estado le exige cobertura legal para sus proyectos precarizadores, contratos públicos y la privatización de servicios estatales entre los monopolios.
No es que los intereses de la burocracia sean frontalmente contrarios a los de la burguesía corporativa, pero no van a dejar de defenderse cuando todos estos liberales monopolistas se entusiasman y socavan su propio poder, debilitando la capacidad del estado para mantener la cohesión social y capturando sus nichos.
Resumiendo: estamos en una batalla por el control de espacios de decisión en el estado entre dos facciones de la clase dirigente. Una de natural conservadora -la burocracia- ve a su contraria como una banda temeraria capaz en sus «excesos» de despertar el fantasma de la lucha de clases, como le pasó a Macron con «los chalecos». Los otros, con el presidente a la cabeza, los ven como un obstáculo, una rémora de un pasado a superar para consolidar la «modernización» (=recapitalización) que el capital nacional necesita para seguir siendo competitivo globalmente.
¿Por qué esta lucha de poder emerge políticamente como un escándalo?
La vieja burocracia francesa se ha venido debilitando durante los últimos veinte años. El relato de su derrumbe y del papel de dinamiteros que socialistas y neogaullistas jugado en el proceso, ha sido glosado por una buena colección de cine político y algunas series de bastante buena factura. Lo que denota que no deja de ser un actor presente y con capacidad para generar ideología a su servicio. Por eso, aunque relativamente lenta y perezosa, la prensa republicana ha ido soltando coces contra Macron.
Primero fue el escándalo de la privatización de las residencias: beneficios para los fondos de capital del 30% a base de compadreo con los políticos que aseguraba los ingresos, una precarización salvaje los trabajadores y un abandono criminal de los mayores que vivían bajo un régimen de terror y miseria mientras su esperanza de vida se reducía inmediatamente al entrar en los centros. Un ejemplo de libro de los efectos de las políticas macronitas. Pero por lo mismo relativamente «peligroso» o cuando menos incómodo para la burguesía en su conjunto. El escándalo emergió pero el estado reculó y todo se tapó rápidamente. No es ni siquiera tema electoral.
Pero con las consultoras es diferente: no estamos hablando aquí de decenas de miles de jubilados de clase trabajadora muriendo infamemente para rentabilizar fondos de inversión -un «sacrificio» de lo más asumible para ellos como bien vimos en todo el mundo con el Covid-, sino de algo mucho más «sensible» e importante para nuestra clase dominante: la solidez del estado que asegura que «los dueños de todo esto» mantengan sus negocios sin contestación y con suficiente apoyo frente a la competencia.
El primer ataque es a la calidad y competencia de las consultoras.
La dirección interministerial señala reiteradamente la «junioridad» de las consultoras y la «falta de valor añadido» de los directivos que aportan estas firmas. Regularmente se ve obligado a replantear a los proveedores de servicios, a solicitar el reemplazo de ciertos consultores que «no están a la altura» o a «reelaborar» informes de misión que no son muy útiles.
Las consultoras, una maquinaria en el corazón del estado. Le Monde
Pero es evidente que la cuestión no es solo sobre si son competentes o no. Es una cuestión de poder. Es política y la burocracia lo entiende perfectamente: está perdiendo capacidad para prescribir y condicionar las decisiones a favor de unos agentes con un discurso muy coherente cuyos resultados le van a socavar aún más. Algo que es señalado explícitamente en el informe del senado.
La estrategia de influencia de las consultoras en el debate público (think tanks, publicaciones, etc.) transmite «una cierta visión de la acción pública», defendiendo muchas veces la reducción del gasto y la fiscalidad. La firma EY proponía , en enero, «imaginar un nuevo plan de transformación ambicioso para el próximo quinquenio» que permitiera, gracias a la tecnología digital, eliminar 150.000 puestos de funcionarios. Cuando los consultores asesoran al Estado, generalmente proponen varios «arbitrables» . Pero la mayoría de las veces, priorizan algunos de ellos, guiando así la decisión. Y la comisión concluye que «una probada influencia de las firmas consultoras en la toma de decisiones» .
Las consultoras, una maquinaria en el corazón del estado. Le Monde
El asalto de las consultoras a los centros neurálgicos del aparato estatal se presenta entonces como un verdadero golpe de estado, un atentado a la democracia perjeñado por la «élite tecnocrática» encarnada por Macron.
No sólo porque estamos hablando de sumas astronómicas, que vienen por duplicado de una administración que no sabíamos que estaba desabastecida [de cuadros]. Pero sobre todo porque este informe pone de manifiesto la profundidad de la ideología que desde hace cuarenta años se afianza en el aparato estatal de los países occidentales y despoja a los ciudadanos de su poder de decisión, una ideología que asume nombres altisonantes para mejor imponer: gobernanza, eficiencia, «compliance».
La tecnocracia neoliberal, de la que Emmanuel Macron y sus diversos gobiernos son la encarnación químicamente pura, se caracteriza por esta inflación de proveedores privados que vienen, con PowerPoint y notas varias, a explicar cómo el Estado debe desregular los mercados y desligarse de sus misiones. Más tecnocracia y menos Estado.
La omnipresencia de las consultoras es un escándalo democrático, editorial de Marianne
¿Tendrá impacto electoral?
Esta revuelta de la burocracia contra el afán de la burguesía corporativa por erosionar su poder y ganar parcelas de prescripción afincándose -y succionando rentas- en corazón del estado, no emerge ahora por casualidad. Estamos viviendo los primeros pasos de una economía de guerra, un terreno que la burocracia siente como una vuelta a casa y en que, por definición, la autonomía de los gestores empresariales se estrecha frente a las necesidades centralizadoras del capital nacional.
La burguesía corporativa por su lado está nerviosa. Macron es de los suyos, pero no es ajena al desencanto de una parte de la burguesía clásica que, con Bolloré -principal accionista de Vivendi- ha intentado catapultar a su propio candidato: Zemmour, el campeón de las «boutades» de la pequeña burguesía más airada y cerril. El «escándalo de las consultoras» le toca de lleno y le empuja a elegir entre perder protagonismo o doblar la apuesta, aunque seguramente sea tarde para ésto ya en estas elecciones.
No parece en cualquier caso que vaya a producirse un «terremoto electoral». Los medios han hecho su trabajo a conciencia para distraer con hazañas bélicas y nacionalismo el humor de unos pequeños propietarios cada vez más airados. Las opciones que representan «la cólera» de la pequeña burguesía están poniéndose al día a toda velocidad para la economía de guerra y el desarrollo militarista en marcha. Pero el efecto balsámico que ambas cosas tienen sobre estos sectores parece que sería capitalizado por Macron.
Tampoco es que hiervan de entusiasmo. A unos escasos días de la ceremonia democrática, ni Macron ni Le Pen consiguen convencer siquiera a un tercio de los encuestados de que, de ganar, vayan a mejorar su capacidad de acceso al consumo. El 74% dice haber perdido poder de compra durante el mandato Macron. La cifra solo baja del 77% entre los votantes del partido instrumental del presidente (63%) y de los Verdes (64%), que arrastran a las partes mejor paradas de la pequeña burguesía corporativa.
¿Qué significa para los trabajadores?
Desde la mirada de los intereses de los trabajadores la alternativa entre burguesía corporativa y burocracia que se ha tratado de representar a partir del escándalo de las consultoras tiene tan poco que aportar como el duelo Alien vs Predator.
Es bastante evidente que bajo la batalla no hay otra cosa que dos sectores de la clase dirigente, dos clases burguesas, enfrentándose a cara de perro por parcelas de poder en el estado.
No se nos ha perdido nada en esa pelea. Y sin embargo nos informa de lo que tenemos delante y de cómo opera y funciona esa gigantesca trituradora cuyos engranajes se disponen a destruir cada vez más vidas: recupere poder la burocracia o se «terciaricen» sus funciones en consultoras y gane quien gane estas presidenciales, su objetivo estará puesto de nuevo en las pensiones, los salarios reales y las condiciones de contratación de los trabajadores en Francia.