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Macron derrotado por el fantasma de la lucha de clases

11/12/2018 | Francia

La burguesía de toda Europa habla hoy del «humilde» Macron que ha subido el salario mínimo en 100€, rebajado impuestos a las horas extra y abierto el camino a un bono de fin de año. Pero ¿no era imposible otra cosa que la austeridad? ¿Cómo ha sido posible? ¿Qué viene ahora?

https://youtu.be/okslNbE4UTA?t=52

Macron cede y cede sustancialmente ante una lucha que tomaba cada vez más tintes de clase y que tenía la potencialidad de poner de nuevo a los trabajadores en la escena política. Por supuesto no ha perdido la oportunidad de condenar y amonestar a «los que quieren el caos y la anarquía» ni de remarcar que la subida del salario mínimo «no costará nada al empleador». Pero lo esencial del mensaje de ayer es que la burguesía francesa, acostumbrada de sobra a lidiar con una pequeña burguesía en revuelta, no puede permitirse ni siquiera el fantasma de la lucha masiva de los trabajadores y aun menos la perspectiva de una oleada de ‎ huelgas al margen de los sindicatos‎.

Es inconcebible esta «retirada estratégica» de la burguesía francesa sin el apoyo alemán. En Alemania se había tomado nota de la debilidad de Macron en las encuestas tras las movilizaciones de los chalecos amarillos y se interpretaba el movimiento como un síntoma de la incapacidad creciente del aparato político para «representar» al conjunto social. La oferta de ayuda al socio fundamental del nuevo ímpetu alemán era un clamor en la prensa alemana de estas semanas. La cuestión va mucho más allá del oportunismo de Trump y Erdogan para llevar el agua a su molino en la guerra comercial. La cuestión es que el mecanismo de la moneda única es también una mutualización de las burguesías continentales frente a la lucha de clases.

La experiencia de las luchas obreras desde que termina la reconstrucción que sigue a la guerra mundial es que las conquistas tienen siempre un alcance temporal: bajo el ‎capitalismo de estado‎ buena parte de ellas implican aumento del gasto público y la inflación se las come más temprano que tarde. Por eso las oleadas de luchas de los 70 y 80 fueron también oleadas inflacionarias, y por eso aquellos años se caracterizaron por la famosa «estanflación» (estancamiento con inflación) inimaginable para los keynesianos. Los mecanismos automáticos de los precios recuperaban el terreno cedido en cada ocasión por la burguesía, obligando a los trabajadores a plantar cara una y otra vez o aceptar las imposiciones del capital y la erosión de las condiciones de vida.

El retroceso de las luchas en la segunda mitad de los ochenta permitió a la burguesía continental «poner orden» en el sistema construyendo la moneda única a la vez como un dique y como un sistema mutual frente a la lucha de clases. El dique lo hemos visto en acción en la crisis griega: la burguesía griega, a costa de perder un buen pedazo de su capital y soberanía, pudo llevar a cabo el programa más agresivo de revalorización y recuperación de su ‎tasa de ganancia‎ a costa de los trabajadores gracias a la «imposibilidad» de cualquier alternativa a las políticas impuestas por la troika desde Frankfurt, Berlín y Bruselas. La batalla de Italia por sus presupuestos en Bruselas puede entenderse en esa clave como el conflicto entre un bloque franco-alemán que quiere hacer de dique y una burguesía italiana que quiere mutualizar el coste de disciplinar a la pequeña burguesía en revuelta.

Lecciones

Macron, y en breve la UE, se han tragado un hermoso sapo con tal de abortar la evolución de los «chalecos amarillos» hacia una oleada de luchas de los trabajadores. El aparato político de la burguesía francesa se ha puesto a trabajar a toda velocidad para utilizar el recule como un argumento para su credibilidad. Y no tardarán en aparecer las «políticas sociales» europeas, tal vez incluso alguna alegría imprevista del Banco Central Europeo, para diluir los -por otro lado no demasiado voluminosos- costes del gambito francés. Pero desde el punto de vista de los trabajadores las lecciones deben ser ante todo dos:

Después de años ya de revueltas desquiciadas de la pequeña burguesía por todo el mundo y en especial en toda Europa, no se había arrancado ni una sola concesión a las necesidades de la gran mayoría. La ocultación de los trabajadores, su disolución en el ‎pueblo‎, su enclaustramiento bajo el ‎nacionalismo‎, las alharacas de la xenofobia o el ‎feminismo‎, solo sirvieron para dividirnos, encaminarnos aun más hacia la guerra y la descomposición social. Y sin embargo, ha bastado una lucha masiva con conatos de un programa de reivindicaciones de clase para arrancar las primeras conquistas sociales en 30 treinta años.

La burguesía europea, cohesionada en el eje franco-alemán y azuzada por la guerra comercial y el Brexit, se ha lanzado a una respuesta «sindicada». Los intereses inmediatos de los trabajadores en todo el continente son los mismos: hay que luchar y plantar cara afirmando nuestros ‎ intereses unitarios, universales‎ porque cada concesión «nacional» aislada será recuperada por el capital nacional y distribuida automáticamente bajo la forma de repuntes inflacionarios y nuevos recortes por toda la zona euro. Es la hora de llevar lo que los «chalecos amarillos» insinuaron a su siguiente nivel... en toda Europa.