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Luchas masivas en Ceilán y Kazajistán

11/04/2022 | Asia

Vuelven las huelgas masivas a Ceilán y Kazajistán. Los trabajadores se levantan y luchan valientemente. Es un avance, pero hace falta organización y coordinación para que las luchas sean fructíferas.

Si los efectos de las tensiones y choques económicos y militares entre las grandes potencias se hacen notar ya a través de inflación y otras formas de succión de rentas del trabajo hacia el capital en los países con capitales más concentrados, sus repercusiones son aún más brutales para los trabajadores en los países semicoloniales con capitales débiles. No solo significan hambreo, sino también enfrentarse a estados que se mantienen en pie a golpe de militarismo y represión.

La vuelta de las luchas en Kazajistán

Huelga del personal de ambulancias de Janaozen

El primero de enero pasado estalló una huelga de masas en Kazajistán por la subida brutal del precio del combustible, irradiando desde la ciudad gasística de Janaozen al resto del país.

En el oeste y norte del país, donde toda una ola de huelgas había ido en aumento durante el 2021, se tradujo en huelgas y manifestaciones espontáneas contra la inflación y por una rebaja de la edad de jubilación. En el este, la ola llegó hasta la principal ciudad del país, Alma-Ata, causando protestas y una insurrección con asalto a edificios y erección de barricadas.

Pero el movimiento no llegó a más. Desorganizado, sin objetivos claros y directamente enfrentado con las fuerzas represivas, las barricadas fueron barridas y miles acabaron detenidos. En menos de un mes, las fuerzas militares de la OSCE -que habían sido enviadas por los estados de la esfera rusa como apoyo al estado kazajo- se retiran y las empresas y el estado anuncian (magras) subidas de salarios en las zonas huelguistas.

Trabajadores de MAEK en huelga

No obstante, la represión no amilanó a los trabajadores. Las huelgas volvieron a la región de Janaozen a finales de enero. Ya a principio de febrero estaban reclamando mejoras de condiciones, de salarios y la liberación de los detenidos por la represión:

Los trabajadores de la fábrica de tubos de fibra de vidrio de la región de Mangystau [...] el lunes 7 de febrero lanzaron una advertencia a las autoridades y a los empresarios. Desde el principio, pidieron a las autoridades la liberación inmediata de todos los detenidos durante los sucesos de enero, y ésta es una importante reivindicación política que acompaña a muchas manifestaciones de trabajadores y desempleados en la región de Mangystau.

De ahí, las huelgas se extendieron a otros sectores como los paramédicos y ni siquiera la invasión de Ucrania y el discurso represivo y militarista de todos los gobiernos consiguió frenar el aumento de la combatividad a lo largo del mes de marzo:

Como se puede ver, las huelgas y los mítines en Janaozen y en la región de Mangystau no cesan, y los focos de huelgas se están extendiendo gradualmente a las regiones vecinas. Esta situación sigue requiriendo información y apoyo político para los huelguistas, a pesar de que esta lucha de clases se ha visto temporalmente eclipsada por los acontecimientos en Ucrania.

Las huelgas siguen creciendo aún hoy, y podemos ver sus efectos sobre las reacciones del estado kazajo, incluso a través del muro de silencio impuesto sobre la prensa rusófona a raíz de la guerra. Hace unos escasos días, éste marcaba su preocupación por las huelgas salvajes en aumento ya en el norte del país:

El fiscal de la región de Kazajistán del Norte, Bagban Taimbetov, hizo un llamamiento a los habitantes de la región para que no sucumban a las provocaciones y no participen en huelgas ilegales [...] En su discurso, B. Taimbetov señaló que los conflictos laborales en las empresas de la región se han vuelto últimamente más frecuentes, a menudo se convierten en huelgas espontáneas.

La combatividad de los trabajadores kazajos, especialmente teniendo en cuenta la represión y masacres cometidas contra ellos en 2011 y este enero, es realmente encomiable y ejemplar. Sin embargo, como se vio en enero, el futuro de este movimiento depende de que:

  1. Consiga crear una organización unitaria como la que surgió en las huelgas iraníes del año pasado, que agrupe las luchas ahora dispersas bajo una estructura común de asambleas y delegados de huelga, y de que
  2. Esta organización sea capaz de dotarse de un programa propio que articule políticamente las necesidades de todos los trabajadores.

De lo contrario corre el riesgo de acabar aplastado como en enero o de servir de carne de cañón para un movimiento democrático-parlamentario de la pequeña burguesía que los dejará tirados cuando ya no los necesite.

Los trabajadores en Ceilán se levantan contra la militarización forzada del trabajo y la inflación

Huelga de trabajadores de la salud en Ceilán

Ceilán, en precario estado político desde hace años, se enfrenta a una revuelta y una gran ola de huelgas causada por la militarización casi absoluta de la sociedad con la que el actual gobierno militarista ha intentado acallar la lucha de clases.

A principios del año pasado, el gobierno desplegó a más de 20.000 soldados en las escuelas e instauró un toque de queda militar presentándolo como un supuesto «confinamiento covid» para el que no había tomado medida sanitaria alguna... y que usó como excusa para disolver el parlamento en marzo y convocar elecciones legislativas para consolidar su poder.

Mientras tanto, los trabajadores se quedaron al mismo tiempo sin ingresos y a merced del Covid, mientras los militares campaban por todo el país.

Sin embargo, cuando llegó el momento clave para el capital nacional, la oposición y los sindicatos no dudaron en apoyar la militarización y las medidas del gobierno para mandar de vuelta a los trabajadores al trabajo en pleno pico pandémico. Pero no les salió como habían previsto:

Para reactivar la vuelta al trabajo, el gobierno obtuvo el apoyo de la mayoría de la oposición, incluidos los dirigentes nacionalistas tamiles, y de una gran parte de las direcciones sindicales que querían participar en la reactivación de la economía.

En respuesta, muchos trabajadores no se presentaron a trabajar, desde los maestros hasta los ferroviarios, y desde el primer día de desconfinamiento, los trabajadores de la confección se pusieron en huelga, al igual que los trabajadores de las empresas petroleras y, un poco antes, los de las plantaciones de coco.

En noviembre, los profesores llevaban ya 4 meses en una gran huelga contra la militarización de las escuelas y por sus condiciones laborales. En el mismo mes la subida de precios del gas generalizó la escasez. Las huelgas de ferroviarios arreciaron y ya en diciembre se unieron los sanitarios, con huelgas enormes en casi 1.500 centros repartidos por varias regiones.

La falta de respuesta gubernamental y el empeoramiento de las condiciones general llevó a una nueva huelga en más de 500 centros este febrero. Y, esta vez sí, hubo una reacción gubernamental. La respuesta fue simple y llanamente la prohibición de las huelgas el 14 de febrero. La respuesta de los sanitarios fue convocar igualmente nuevas huelgas a principios de marzo por encima de los decretos gubernamentales.

Y la situación no ha hecho más que acelerarse entre marzo y abril, con la inflación, la escasez y la amenaza de hambruna disparadas por las consecuencias de la guerra en Ucrania.

Hace unos días estallaron revueltas por las calles y hubo intentos de asalto de edificios gubernamentales pero, de un modo aún más marcado que en Kazajistán, los trabajadores no llevan la voz cantante en este tipo de acciones por mucho que sus huelgas hayan paralizado el país y puesto al gobierno contra las cuerdas.

Protestas en Ceilán

La primera línea de las revueltas urbanas la llevan los campesinos pobres y todo un magma interclasista que les sigue, esgrimiendo consignas contradictorias.

Bajo la confusión consiguiente, la ausencia de coordinación de los trabajadores permite a los partidos de oposición -los mismos que habían apoyado las medidas que causaron las huelgas- intentar captar el descontento y llevar a su redil la revuelta.

Ceilán nos enseña crudamente que sin coordinación y centralización de sus luchas por los propios trabajadores, la extensión de las expresiones del descontento a otras clases y sectores sociales, lejos de propiciar una situación revolucionaria, abocan a una salida reaccionaria. Para los trabajadores afirmarse organizativamente, uniendo asambleas y comités en una estructura de clase no sólo es vital para sacar las luchas adelante, lo es para evitar el reforzamiento de aquello contra lo que se levantaron.

No es una lección limitada a Ceilán, Asia ni los países periféricos. Las revueltas de la pequeña burguesía e incluso de clases no explotadoras como los campesinos pobres, por sí mismas sólo pueden proponer salarios menores o reivindicar nuevas rentas estatales a su favor. Estamos hartos de verlo en la misma Europa cuando se movilizan los pequeños agricultores o los propietarios de pequeñas flotas de camiones.

Los trabajadores no pueden confiar a «movimientos sociales» ni a «transversalidades» su propia emancipación. Todo lo que no sea el desarrollo de sus luchas y su capacidad de organización sólo puede salvar las contradicciones de la situación actual agravándolas... a nuestra costa.