Los youtubers que amaban Andorra
En las dos partes anteriores de este artículo desmontamos el discurso que presenta a empresarios y youtubers que se mudan a Andorra como creadores de riqueza cuya marcha empobrece a los residentes en sus países de origen, y el de sus detractores que argumentan que los impuestos redistribuyen rentas del capital al trabajo compensando el empobrecimiento relativo de los trabajadores y venden el gasto social como una defensa de los trabajadores frente al capital y no como lo que es: una mutualización en el estado de los costes generales de explotación del trabajo. En esta entrega final, desmontaremos los argumentos de uno y otro lado sobre los llamados paraísos fiscales.
¿Los paraísos fiscales son productos de la opresión fiscal?
Nos hablan de los paraísos fiscales como una especie de pequeños estados parasitarios que roban ingresos impositivos a los grandes estados erosionando su capacidad recaudatoria y sus políticas sociales. Nada puede resultar más falso. Los paraísos fiscales se constituyeron como tales como resultado de políticas deliberadas de grandes estados, Alemania, Francia, Gran Bretaña, EEUU... y España, cuya relación con Andorra y Gibraltar se inscribe en ese patrón general.
Como contábamos en la entrega anterior, la hipertrofia estatal aparece históricamente en todos los modos de producción cuando empiezan a entrar en contradicción con las fuerzas productivas que hasta entonces habían desarrollado y se convierten en una traba al desarollo de la Humanidad en su conjunto. En el capitalismo la historia de este proceso es la historia de la configuración del capitalismo de estado. Como vemos en el gráfico de arriba, que describe la evolución histórica de la presión fiscal en Suiza, Francia, EEUU y Gran Bretaña, se dio en paralelo en prácticamente todos los estados y en un periodo relativamente breve de tiempo entre la primera guerra mundial y los años cincuenta del siglo pasado.
Las diferencias en la cantidad y el concepto de los impuestos provocaron inmediatamente distorsiones en el mercado de capitales es decir, volvieron súbitamente atractivo colocar las ganancias en algunas lugares que no habían sido especialmente atractivos antes.
El primero de ellos fue el cantón de Zuch en Suiza en 1920, una comarca especialmente pobre que atrajo capitales simplemente facilitando la creación de empresas instrumentales y considerando secreto comercial la propiedad de las cuentas bancarias. Le siguieron, con aun mayor éxito, el vecino Zurich y el cercano Principado de Liechtenstein, que siendo formalmente un estado independiente podía dar aun más garantías a los capitales alemanes. En Liechtenstein -que adoptó el franco suizo como moneda- se creaba una nueva forma social privilegiada que todavía usan algunas de las grandes consultoras. Esta forma se equipara a una fundación sin ánimo de lucro cuyo objetivo fuera conservar y acrecentar un capital original. La nueva forma consagraba lo que los suizos ya hacían burocrática pero no legalmente: garantizar la anonimidad de los socios con independencia de su nacionalidad.
Los dueños de los grandes grupos industriales alemanes, temerosos de la revolución en Alemania, fueron en realidad los grandes impulsores de estas innovaciones. En menos de una década, la frontera alemana desde Luxemburgo a Liechtenstein se convirtió en una gran caja de caudales para una cantidad cada vez mayor de capitales alemanes y franceses que no encontraban un destino productivo y buscaban resguardo tanto de los avances de la lucha de clases como de los mordiscos de la crisis.
Suiza se transformó y se convirtió en lo que conocemos hoy. Los cantones alemanes, hasta entonces en un segundo plano, pasaron a tener un papel cada vez más determinante, los banqueros se convirtieron en el sector dirigente de la clase dominante local. Servir de cuarto del pánico a la burguesía alemana se exaltó como destino nacional convirtiendo la idea de neutralidad en una misión histórica que acabaría dando identidad hasta a las tipografías.
Y finalmente, la Ley de secreto bancario de 1938, que convirtió en delito penal investigar la propiedad de cuentas y depósitos, dio carácter constitucional a la nueva misión de los capitales nacionales montañeses. En la época en que el imperialismo alemán levantaba la bandera de la unificación final, preparando la anexión de Austria, los Sudetes, Danzig (=Gdansk) y cualquier territorio con minorías germanófonas ni el más nacionalista de los nazis soñó por un momento con anexionar los cantones germanófonos.
Suiza, el primer paraíso fiscal, demostró durante la guerra una nueva utilidad para este tipo de estructuras: hacer de interfaz en las relaciones e intercambios entre los capitales alemanes y sus antagonistas bélicos en los negocios comunes que se mantuvieron durante la matanza. Gracias a la banca Suiza, las inversiones cruzadas se mantuvieron y con ellas el pago de dividendos a inversores enemigos. Mientras, servía además para limpiar buena parte del botín de guerra rapiñado en toda Europa incorporándolo legalmente al circuito del capital internacional. El papel de Suiza durante la segunda guerra dejó una lección duradera: los paraísos fiscales nacen y existen por el interés de un capital nacional, pero en la medida en que el capital global forma una única red mundial, sirven al sistema en su conjunto. Son garantes de que ni siquiera una guerra mundial romperá el circuito global del capital.
Después de la guerra, el capital británico tenía muy claras estas lecciones. El imperio se estaba desmantelando, la carga de la deuda de guerra se hacía asfixiante y los EEUU acaparaban las ganancias del triunfo bélico sin dejar de empujar a sus aliados a abandonar cuanto antes sus colonias más provechosas. Los capitales internacionales ya no fluían con tanta facilidad y la City de Londres, un estado dentro del estado, había dejado de ser la principal plaza financiera mundial.
Entre las estrategias de respuesta -que incluyeron varias guerras-, la burguesía británica diseñó una especialmente ingeniosa. Una serie de precedentes legales de los años 20 y 30 consideraban que las actividades e intercambios realizados más allá de sus orillas (off shore) por dos empresas que no realizaran actividades comerciales en Reino Unido no debían ser gravadas en territorio británico. Así que desarrollaron una fórmula de residencia virtual para que la banca londinense pudiera mediar en ese tipo de transacciones libres de impuestos. Acto seguido, los propios banqueros y administradores imperiales británicos impulsaron, por todo el rosario de enclaves coloniales, legislaciones que imponían distintas formas de secreto bancario e introducían formas jurídicas de fácil constitución con accionariado anónimo. Nacía, con centro en Londres, la primera red global de paraísos fiscales, lo que un famoso documental ha llamado el segundo imperio británico.
La red británica tuvo inmediatamente sus réplicas. Luxemburgo pasó a ser el paraíso oficial de lo que años más tarde se convertiría en la UE, mientras Francia repetía el esquema británico en alguna excolonia; Holanda creó sus propios paraísos en sus plazas antillanas e instrumentos para canalizar capital hacia la metrópolis (el famoso sándwich holandés); EEUU, cuyos estados de New Jersey y Delaware habían sido pioneros en la creación de legislaciones regionales para la constitución rápida de empresas (easy incorporation) convirtió a Delaware en un Luxemburgo americano que no cobra impuestos a las empresas por sus inmateriales y pretende captar capitales a la fuga de toda Sudamérica, una política seguida luego parcialmente por Florida... todo sin dejar de garantizar paraísos en el Caribe y alimentar el desarrollo de Panamá como puerto seguro para capitales necesitados de lavado antes de ser incorporados a los mercados estadounidenses. Incluso Irlanda acabó entrando en la competencia por captar capitales a base de conectarse a la red y reformar su legislación para facilitar técnicas de elusión fiscal como el _doble irlandés_.
¿Luchan los estados contra los paraísos fiscales?
Como hemos visto, los paraísos fiscales no nacen como una respuesta a la supuesta opresión fiscal que los estados ejercen sobre los supuestos creadores de riqueza. Son un producto deliberado creado y amparado por esos mismos estados para servir de refugio a una parte de sus propios capitales nacionales, ofrecer una conexión segura con el resto y servir de vía de captación de flujos de capital para sus propios mercados financieros.
Esta última dimensión, la competencia para atraer capitales, es la que a veces incluye el lavado de dinero de industrias criminales y ofrece refugio a los evasores fiscales de todo el mundo. Su papel es marginal en el conjunto, pero es contra ella contra la que se dirigen las famosas campañas y acuerdos internacionales contra los paraísos.
Si no lo consiguen y solo avanzan a duras penas, es porque es muy difícil hacerlo sin que el resto de objetivos se vea puesto en cuestión. Por eso, al final, la famosa lista de la UE no nombra a Luxemburgo ni a Gibraltar, bendice a Suiza, Bermudas, Jersey y las Caimán y se muestra preocupadísima por Marruecos que, obviamente, no parece el hub financiero más temible de esa lista.
¿Andorra compite por ricos con España?
La historia de la banca andorrana es muy reveladora. Andorra comienza a recibir ciertos volúmenes de capital durante la Revolución española. Se refugian entonces en el minúsculo semi-estado pirenaico pequeños capitales catalanes. La Andorra de la segunda mitad de los 30 y los 40 no es Suiza. Tampoco el capital de la pequeña burguesía catalana es el de los industriales alemanes. La ciutat solo cuenta con un par de casas de cambio y el negocio bancario es monopolio legal de una caja rural.
El panorama no cambia hasta los cincuenta, cuando la rama catalana de la burguesía española está empleándose a fondo para orientar a Franco hacia lo que luego será el Plan de Estabilización de 1959, hacer la peseta convertible y abrir el capital español a los mercados globales integrándose en el bloque estadounidense con todas las consecuencias.
En ese marco, en 1951, con la aquiescencia de los ministerios de hacienda español y francés y el impulso de una serie de pequeños capitales catalanes, en parte ligados al exilio de ERC, la legislación andorrana se modifica para abolir el monopolio bancario. Desde un principio la Caixa, entonces una caja local limitada en su ámbito a Barcelona, es la nueva entidad elegida para operar en el país. La elección da una medida de la modestia de las perspectivas de entonces. Pero sobre todo, se organiza la creación de un pequeño negocio de banca privada para convertir el país en un refugio del pequeño capital industrial ante las inestabilidades que se esperan.
A partir de ahí, Andorra florece como pequeño paraíso fiscal en el siempre difícil equilibrio de intereses entre los dos estados vecinos, el Vaticano y los enjuagues de la pequeña burguesía industrial catalana. Con la transición española y la Constitución del 78, la pequeña burguesía catalana y sus expresiones políticas -que cuentan ya con un gobierno regional- se hacen más presentes. A finales de los ochenta y principios de los noventa el gobierno González se alinea cada vez con más frecuencia con Francia en la UE. Se abre el camino para la normalización política de Andorra, que acabará entrando en la ONU en 1994.
Andorra se consolida entonces como un paraíso fiscal de pequeñas dimensiones, útil para la medida de las necesidades de la pequeña burguesía catalana y las redes del pujolismo, se populariza entre la burguesía corporativa española y abre oficinas en Madrid. Pero sigue siendo demasiado pequeño para servir servir a los grandes circuitos de capital internacional de un modo relevante. Para hacernos una idea, el total de recursos gestionados por la banca privada andorrana es hoy equivalente a los activos de CajaMar, la cooperativa de crédito rural española que sirve a los pequeños agricultores almerienses y murcianos. Los intentos de superar este marco provinciano durante los 90 y 2000 y acceder a nuevos fondos que gestionar (y lavar), llevarán a una crisis existencial al negocio andorrano.
Las nuevas condiciones impuestas por EEUU tras el 11S para desmantelar las redes de financiación del jihadismo acaban en campaña contra la opacidad. La banca andorrana se pone de perfil mientras los gobiernos españoles echan una mano en la búsqueda de mercados alternativos y empiezan a llevar al gobierno andorrano a sus redes internacionales, como las Cumbres iberoamericanas, a las que se incorpora en 2004.
Pero Francia está en otro juego imperialista y en 2009 Sarkozy presiona a la banca andorrana para regularizarse amenazando con dimitir como copríncipe. Finalmente, tras no pocos tiras y aflojas, en 2015 bajo dirección del departamento del tesoro estadounidense, España interviene uno de los principales bancos andorranos... el que había cubierto durante años la red de corrupciones y comisiones del partido y la familia del presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Andorra se disciplina, pasa a cumplir los requerimientos UE y se convierte en un punto verde en el mapa de la Comisión. España sigue paseando al gobierno de los pequeños banqueros montañeses por toda Sudamérica y hasta le ha dado este año la sede de la Cumbre Iberoamericana.
Pensar que Andorra, con casi un tercio de sus residentes con nacionalidad española y esta gloriosa historia es más independiente de España que lo que Gibraltar es de Reino Unido, es una broma o un ejercicio de desinformación. Mudarse a Andorra no es irse al extranjero como refugiado fiscal, es mudarse a una región española con ventajas fiscales como Canarias, Melilla o Ceuta, sin tener que salir de la península.