Los Verdes y el eco-imperialismo europeo que viene
El día de ayer comenzaba con una manifestación antifascista en Berlín coreada por toda la prensa alemana. Un cuarto de millón de personas puede que no sea para tanta alharaca, pero era un augurio de lo que venía por la noche en Baviera: CSU obtenía el resultado más bajo desde 1954, los Verdes conseguían superar a la AfD que quedaba por detrás de una escisión municipalista de la CSU y el SPD se despeñaba hasta el quinto puesto. La prensa conservadora hablaba de «desastre» y adelantaban una «venganza» de los socialcristianos bávaros contra Merkel a la que, una vez más, nadie da por muerta pero todos dicen que está muriendo. Podría parecer un episodio más de la convulsa e incapacitante renovación del aparato político de la burguesía alemana. Pero hoy nadie en Alemania, ni en Francia, quería verlo así.
Porque el hecho principal que los primeros análisis de voto evidenciaron es que los Verdes habían obtenido una verdadera victoria en las ciudades mayores de 100.000 habitantes donde se concentra la pequeña burguesía más dinámica y con capacidad de generar opinión y tono cultural. Y al bajar al detalle de los movimientos de voto, el resultado era aun más demoledor: los socialdemócratas disuelven su base de votantes, la CSU se ve erosionada por la derecha hacia AfD y por el centro y la izquierda hacia los Verdes que concentran el voto joven y urbano. El resultado era tan alentador como sorprendente en la conservadora Baviera: los sectores más dinámicos de la pequeña burguesía en revuelta no se desplazan hacia las nuevas derecha e izquierda xenófobas, sino hacia el ecologismo. El aparato mediático de la burguesía alemana, que estaba cada vez más preocupado con el ascenso de la AfD, vio anoche el cielo abierto. «No es la migración, estúpido, sino el cambio climático» clamaba Spiegel.
Los resultados de las elecciones municipales en Luxemburgo, pero sobre todo en Bélgica no pasaron desapercibidos a «Le Monde», que inmediatamente, tras constatar que el ascenso del AfD no había sido para tanto, pasaba a celebrar a estos «jóvenes, decididamente pro-europeos, pragmáticos y abiertos» a los que identificaba con la manifestación de Berlín y a los que daba el mérito de una «repolitización» de Europa capaz de «ofrecer una alternativa real al populismo y los extremos». Cerraba declarando a Alemania centro de una «batalla histórica» y emplazando a Macron a entender que su «En Marche!» forma parte de «la misma dinámica».
De entrada, el cambio climático ofrece una bandera diferenciadora y relativamente cómoda al imperialismo europeo. Macron ya la utilizó como ariete para crear un frente que expulsara a EEUU del G7. Además permite un acercamiento cauteloso a China. Pero ya se insinúan pasos más allá que permiten posiciones mucho más agresivas. El informe del IPCC ha abierto en Alemania todo un debate sobre la necesidad de una «dictadura climática mundial». Dictadura mundial o imperialismo global alternativo con escusa climática a la que la inteligencia francesa, de la mano nada más y nada menos que de Bruno Latour, viene también dando letra.
El camino se está abriendo pues para una renovación del aparato político de la burguesía alemana alineado con Francia y articulado sobre un discurso imperialista nuevo y universalista. Si la tendencia se confirma, nos vienen años de farsa cruel: el imperialismo franco-alemán pretendiendo «salvar el mundo», vestido de superioridad moral y tomando una posición cada vez más agresiva en aras de la «urgencia» y la «emergencia global».