Los sindicatos y la reapertura de las escuelas
La reapertura de las escuelas en EEUU está demostrando ser desastrosa en términos de contagios y expansión de la pandemia. En respuesta los miles de maestros están dejando sus trabajos y negándose a ir a las escuelas. Conductores de autobuses escolares, bedeles y personal de limpieza les están siguiendo en un intento por proteger su propia salud y la de sus familias. En distritos escolares como J.O. Combs, en Arizona se vieron obligados a retrasar los planes de reapertura despues de que 109 trabajadores escolares avisaran que iban a ausentarse el primer día de clases. En otros lugares se está produciendo un aluvión de peticiones de jubilación.
Poco después de que Trump anunciara que las escuelas podrían reabrir en plena pandemia, la La American Federation of Teachers (AFT) publicó un _Plan para reabrir de forma segura las escuelas y comunidades de América_. El documento aconsejaba implementar medidas de distancia social... hasta que se redujera la velocidad del aumento de los nuevos casos durante al menos dos semanas. Es decir, su objetivo no es reabrir cuando no sea peligroso, sino reabrir cuanto antes en la esperanza de que el peligro se vuelva más manejable». Lo admiten expresamente:
Aunque las predicciones varían, es probable que nos falte por lo menos un año para conseguir una vacuna ampliamente disponible. El cumplimiento de los protocolos de distanciamiento físico ha aplanado la curva, mostrando los primeros signos de reducción del número de nuevos casos. Aplanar la curva no es ninguna panacea; no significa que no hay casos adicionales. Su objetivo es reducir el número de casos nuevos, reducir el número de contagios para asegurar que el sistema de salud no se vea abrumado por pacientes en estado crítico.
El plan se centra en la puesta en marcha de los edificios escolares en particular, porque...
...la reapertura segura de los edificios escolares públicos significa que los estudiantes pueden ir a la escuela, y los padres, que trabajan fuera de casa, pueden ir a trabajar. Esa es la clave para la reapertura de la economía en general.
Es decir, el objetivo del plan sindical de reapertura escolar es el mismo que el de Trump: las escuelas tienen que reabrir ya para que todo el mundo pueda volver a trabajar cuanto antes. Dicho en claro: trata de obligar a los trabajadores a arriesgar sus vidas y las de sus seres queridos para volver a hacer rentable el capital nacional lo antes posible.
¿Cuál es la diferencia? Los sindicatos quieren hacer el plan más participativo para involucrar en él a los trabajadores, los sindicatos, los padres y las comunidades. Se trata de que la discusión sobre cómo abrir -con más o menos medidas, con más o menos tests diagnósticos- oculte y haga pasar a segundo plano la discusión principal: qué precio en vidas costará la reapertura.
Para los sindicatos, vinculados al partido demócrata, el principal problema del plan trumpista no tiene nada que ver con el hecho de que ponga nuestras vidas en peligro. Para nada. Todo el problema sería que no está bien planeado y que no es un plan real. Señalan que existe el peligro de que los trabajadores desconfíen y se nieguen a llevarlo a cabo. Es decir, que cause demasiada inestabilidad social, como está empezando a suceder en regiones como Florida en la que la epidemia no deja de extenderse. Por eso, el objetivo de los sindicatos es adornar el plan de reapertura con medidas complementarias para recuperar la confianza... y mantener el objetivo.
La comunicación efectiva depende de un alto grado de confianza. Sin la confianza de los trabajadores y las partes comprometidas con la comunidad, el cumplimiento de los planes de reapertura se verá desafiado… Debemos recordar que nuestras comunidades están ansiosas por volver a tener una sensación de normalidad, ya que están sintiendo el dolor de perder a sus seres queridos, la inseguridad económica debido a la pérdida de empleos e ingresos, y el aislamiento prolongado.
Es decir, para que los trabajadores arriesguen sus vidas y las de sus familias, unos volviendo a las escuelas, otros mandando a sus hijos, deben ser tratados con compasión: primero nos dirán que comprenden nuestra situación... para luego, ¡mandar a los niños a la escuela y hacernos volver a todos al trabajo!
Pediatras, «expertos» y jerarcas demócratas
Después de la publicación de este documento, la AFT se unió a la American Academy of Pediatrics (APP) en un esfuerzo conjunto para convencernos de lo seguro que puede llegar a ser reabrir en mitad de la pandemia. El 26 de junio, la APP publicó una Guía para la reincorporación a la escuela cuyo propósito abierto era que todas las consideraciones se basaran en el objetivo de que los estudiantes estén presentes en la escuela.
A lo largo del documento, los autores hacen un análisis de costes y beneficios, argumentando que hay casos en los que el beneficio educativo de una actividad arriesgada supera el coste de los riesgos de infección asociados a ella. Basándose en el análisis, clasifican cada posible manera de reducir el riesgo de infección como de alta o baja prioridad.
Por ejemplo, para la APP, los beneficios de la reducción del riesgo de infección, un riesgo que se puede disminuir mediante la reducción del número de niños en las aulas de la enseñanza primaria, son menores que sus costes, es decir, la dificultad de hacerlo. Por esta razón, la reducción del número de niños en cada aula se coloca en la categoría de baja prioridad, mientras que tener los pupitres a una distancia de un metro, por el contrario sería de alta prioridad. Del mismo modo, la reducción de la interacción entre los estudiantes también se clasifica como una estrategia de baja prioridad».
El 10 de julio, la AFT publicó una declaración conjunta con la APP afirmando sin pudor que:
Nuestras organizaciones se comprometen a hacer todo lo posible para que todos los estudiantes tengan la oportunidad de reanudar con seguridad el aprendizaje presencial.
Además de colaborar con la APP en decirnos que todo va a ir bien si tenemos un buen plan, la AFT organizó una Mesa redonda virtual para la reapertura de las escuelas con Elizabeth Warren, la senadora demócrata de Massachussetts, ex-candidata en primarias, y la Dra. Jill Biden, esposa de Joe Biden. En ella los participantes afirmaron sin pudor que los maestros no quieren esperar a la vacuna para reabrir las escuelas porque saben que la asistencia a la escuela es de vital importancia para nuestros niños. Vendieron la reapertura como una medida de justicia social porque las comunidades desfavorecidas, como las comunidades negras y morenas, sufrieron por el cierre de las escuelas». Y para rematar, dice a los maestros preocupados por su seguridad y de sus familias que deberían hacer algo con su preocupación y frustración. ¿El qué? Votar por Joe Biden. ¡Sorpresa!
Resumiendo: Sindicatos, demócratas y trumpistas comparten el mismo objetivo: abrir a toda costa. La única diferencia es que sindicatos y demócratas utilizan la retórica de la justicia social y la reapertura segura. Y todos coinciden en algo aun peor: minimizan la importancia de las medidas más básicas para evitar los contagios con tal de reducir costes monetarios y dificultades administrativas.
Las huelgas de seguridad
La retórica de unos y otros, aunque abrumadora en su despliegue, no consigue eliminar la resistencia de los trabajadores escolares. No son solo dimisiones. Muchos alegan tener familiares enfermos -lo que es común- o estar entre la población de riesgo para ser eximidos de dar clases presenciales. Otros organizan sick-outs con otros maestros, declarándose enfermos para no ir al trabajo. La tensión crece por días y la posibilidad de que estallen luchas colectivas fuera del control sindical aumenta. La generalización de este tipo de respuestas está haciendo girar la actitud de los sindicatos. La AFT planteó la posibilidad de hacer huelgas de seguridad» para retrasar la reapertura y exigir la mejora de las medidas de seguridad. El 28 de julio, Randi Weingarten, presidente de la AFT, declaró que:
si las autoridades no protegen la seguridad y la salud de los que representamos y a los que servimos... no hay estrategia que no se pueda considerar. ...ni las protestas, las negociaciones, los litigios...ni siquiera, si es necesario y autorizado por un sindicato local, como último recurso, el uso de las huelgas de seguridad.
Así que ahora la AFT reconoce oficialmente la legitimidad de ciertas huelgas, huelgas de seguridad que el sindicato autorizaría -y por tanto legalizaría- como último recurso tras estudiarlas caso a caso. Es decir, podrían permitir huelgas espontáneas allá donde el número de casos creciera a niveles insoportables. El objetivo sería impedir un éxodo masivo obligando a los trabajadores a trabajar en escuelas de donde el número de casos fuera más manejable.
Y mientras, la realidad es que en no pocos condados, los maestros que no pueden enseñar en persona debido a que han dado positivo en Covid o porque tienen familia que sufre la enfermedad, están siendo amenazados por el sindicato. El hecho de que los sindicatos estén más que dispuestos a arriesgar vidas reabriendo las escuelas, aunque las clases se puedan impartir por Internet, demuestra cuáles son las prioridades del capital.
Después de una política sostenida de recortes en el sistema educativo mantenida tanto por demócratas como por republicanos, que ha reducido en menos de diez años los fondos escolares en un 20%, es ridículo que argumenten que las prisas por reabrir sean por su compromiso con una educación de mejor calidad. No va de calidad. El objetivo es liberar a los padres para que trabajen, reducir costes de desempleo y volver a subir la demanda de trabajo para que los salarios bajen y las inversiones recuperen rentabilidad rápidamente.
El deseo de los trabajadores de las escuelas de proteger su salud y la de sus familias es una necesidad humana universal. Los argumentos de los sindicatos sin embargo vuelven una y otra vez a que reabrir las escuelas es la clave para reabrir la economía en general. Su prioridad es salvar la rentabilidad de las inversiones antes que asegurar la protección de las vidas de los trabajadores.
La lucha contra la reapertura de los colegios es la lucha entre dos clases sociales que enarbolan dos principios antagónicos. Bajo la lucha y la resistencia de los trabajadores no cuesta mucho ver la perspectiva de un mundo organizado para satisfacer las necesidades humanas universales. Bajo las exigencias del capital, defendidas por sindicatos, demócratas y republicanos, está la lógica del mundo tal y como se organiza hoy, una dictadura que naturaliza que sacrifiquemos todo, hasta la vida, para mantener las ganancias del capital.