Los migrantes y la crisis de la UE
Mientras la recepción del Aquarius en Valencia se convertía en causa de bombardeo mediático y exaltación patriótica, una nueva oleada de pateras llegaba y decenas de trabajadores migrantes morían ahogados en el mar. Una nube de cruel hipocresía ha cubierto la recién ganada centralidad de España en la crisis migratoria europea: desde el principio nos venden que el órdago de Salvini con el Aquarius y la respuesta franco-española son dos alternativas -xenofobia vs solidaridad- ante una crisis humanitaria que arrastraría incluso a Alemania. La realidad es mucho más sórdida y terrible.
El gobierno de Merkel está colapsando. El aparato político de la burguesía alemana podría verse obligado a una renovación drástica que inhabilitaría durante meses la política alemana en Europa. Hoy Merkel depende sobre todo de un SPD que colapsó en las encuestas y teme presentarse a una moción de confianza (o censura) en el parlamento. La fractura llega al corazón mismo del aparato político de posguerra: la CSU, el socio bávaro del partido de Merkel -la CDU- amenaza romper la asociación que desde la posguerra ha unido a los dos partidos. Pero lo que emerge como disputa con una CSU presionada desde la derecha por la identitarista AfD, en realidad cruza a la propia CDU en estados tan importantes como Sajonia. Lo que hay debajo es una pequeña burguesía en rebelión. Lo que en Córcega o Cataluña toma la forma de separatismo, en buena parte de Francia, Italia, Alemania y Europa Central y del Este se expresa como identitarismo.
Una vez más los migrantes son armas y víctimas en una batalla en la que se cruzan la lucha de clases interna y las tensiones imperialistas. Merkel trata de equilibrar las fuerzas centrífugas internas colocando en la UE la política migratoria y movilizando a los socios hacia una nueva batería de «cumbres»... para lo que necesita a Italia, que está deseosa de utilizar la oportunidad. Por eso Conte no ha dudado en acudir en auxilio de la canciller durante el fin de semana y Salvini clama victoria por haber devuelto a Italia a la centralidad europea. Pero no es Italia la única jugando con los migrantes como armas para fortalecer su posición imperialista frente a la UE como un todo. Turquía no oculta el uso del control de flujos migratorios como baza negociadora. Marruecos tiene su propio juego con España y Francia y Sánchez juega, como siempre hizo España, a ponerse en valor como frontera común y obtener fondos europeos y peso frente a Alemania y Francia sin soltar soberanía a «Frontex» (Agencia Europea de Fronteras).
Bruselas y Berlín empiezan a sentir que se opera una cuenta atrás. Pero no por preocupaciones humanitarias, sino porque la parálisis política les está costando, en plena guerra comercial con China y EEUU, perder posiciones en todo el mundo. Desde Mercosur a Oceanía. Un sentimiento de urgencia que siente en la nuca ya incluso la pequeña burguesía industrial europea al ver a China y Rusia en un despliegue imperialista que empieza a reordenar medio mundo y penetra ya en el continente desde los Balcanes a Portugal. Por su lado, EEUU no duda en azuzar a gobiernos identitaristas enfrentados a Alemania como Hungría y dedicar a su nuevo embajador en Alemania a apoyar abiertamente la desestabilización ultraderechista en el continente.
Así las cosas, la burguesía alemana habla ya abiertamente de dar por cerrada la era Merkel y apostar por un «Macron alemán» como forma de conjurar al mismo tiempop el desgaste de la canciller y el previsible colapso electoral del SPD. A día de hoy la «gran coalición» no llegaría ni al 50% de los votos en unas elecciones generales. El problema es que parece que la socialmente poderosa pequeña burguesía quiere un Salvini. Y la burguesía alemana no tiene nada claro que un liderazgo caótico del nacionalismo le sirva para intentar liderar un nuevo bloque antiamericano que es a lo que la guerra comercial les aboca.
La parálisis y el estancamiento de las burguesías europeas no tiene salidas positivas para los trabajadores que no pasen por nosotros mismos. En todas las opciones que nacen de la burguesía, con más o menos aparato «humanitario», los migrantes serán empujados a morir en el mar o «contenidos» bajo condiciones aberrantes en el Norte de Africa. La salida a lo Macron, es tan admirada por las burguesías europeas porque en la derrota de los ferroviarios en Francia están leyendo la forma de imponer un quiebro aun más drástico a las condiciones de vida de los trabajadores sin la incertidumbre de una crisis política. Y para qué hablar de una «salida a la italiana» inevitablemente acompañada de desarrollos del autoritarismo estatal.
El centro del problema está muy lejos de ser una presión migratoria creada por el propio sistema y de la cuál unos y otros sacan partido, o las condiciones de los sectores supuestamente «privilegiados» de los trabajadores. El núcleo del problema no se enfrenta con fronteras más duras ni con nuevas bajadas de salarios. Al revés, dejarnos llevar por sus «salidas» es abrir la puerta hacia la radicalización de la guerra comercial en un rosario de conflictos militares. Es hora de empezar a luchar por cosas como la reducción de jornada. Solo entonces emergerán alternativas al empobrecimiento generalizado y alternativas políticas a la hipocresía criminal y patriótica de la que se viste el poder.