Los gobiernos tratan de salvar al capital nacional, los huelguistas vidas humanas
Enfrentados a las consecuencias de la pandemia de coronavirus, los estados están organizando planes económicos «de choque» que en realidad son transferencias masivas del trabajo al capital mientras el conflicto imperialista permanente se acelera y toma nuevas formas. La lógica del capital hace que cuanto más se propaga la epidemia, más reticentes sean los estados a hacer realmente efectivo el confinamiento del único modo posible: cerrar las empresas. Pero al negarse a hacerlo han puesto en marcha a la clase trabajadora, que ha respondido con la mayor oleada internacional de huelgas simultáneas en un siglo.
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Esta semana publicamos
- «Salvar vidas, no inversiones», comunicado de Emancipación
- «No hay confinamiento real sin cierre de los centros de trabajo»
- Sobre los «planes de choque»:«Al paro y aplaudiendo»
- Sobre imperialismo y epidemia: «¿Sobrevivirá la UE al coronavirus?» y «China llegó a Europa para quedarse»
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La reacción criminal de los estados...
Anoche en BBC Boris Johnson perseveró en su «estrategia» de evitar el confinamiento. Gran Bretaña contabilizaba ya 144 muertos y 3.269 contagios, pero Johnson y sus científicos no hablaron ya de alcanzar una «inmunidad colectiva». En parte porque las recaídas y el contagio de nuevos pacientes por otros en teoría «reestablecidos» hacen difícil sostenerlo. Pero sobre todo porque los propios papeles que hace circular el gobierno calculan que el servicio nacional de salud (NHS) llegará a recibir ocho veces más pacientes de los que puede tratar dada su capacidad. El resultado de un incremento brusco de casi ocho millones de pacientes en un sistema saturado constantemente, solo puede ser un agravamiento de la mortandad y una escalada de cifras de muertes más allá de la centena de millar. Ni siquiera es fácil predecir cantidades. Un médico se preguntaba «¿Cuántas personas morirán porque aceptamos trabajar al borde del colapso demasiado tiempo?». Significativamente, muchos migrantes, incluidos italianos, han preferido abandonar el trabajo y renunciar a su permiso de residencia antes que quedarse en el país ante semejante perspectiva.
En Alemania, el discurso de Merkel en cadena nacional de hace dos días dejó claro que la burguesía alemana es consciente de lo que tiene entre manos...
Alemania tiene un excelente sistema de salud, tal vez uno de los mejores del mundo. Pero también nuestros hospitales se verían superados si en poco tiempo ingresaran demasiados pacientes con una evolución grave del coronavirus. No son cifras abstractas en una estadística, sino un padre o un abuelo, una pareja. Son personas. Y nosotros somos una comunidad en la que cada vida y cada persona cuentan.
Pero a la hora de la verdad «cuentan tanto» que no se impone el confinamiento y aun menos el cierre de empresas, tan solo se restringen actos de masas y algunos viajes, presentando la medida como un «extraordinario sacrificio de la democracia» que de extenderse hacia el confinamiento obligatorio sería peligrosísima. Esta súbita e hipócrita preocupación de anarquista irresponsable, se combina con el cálculo, afirmado por la propia canciller, de que de seguir así entre un 60 y un 70% de la población sería contagiada sin escándalo ni protestas masivas. Pero si no hay escándalo ni protestas es solo porque los números alemanes resultan increíbles: muchos contagios y prácticamente ninguna mortandad. Una de tres: o los alemanes tienen una improbabilísima inmunidad genética al covid o hay un error en las cifras por su método de cálculo o la epidemia comenzó en tantos focos simultáneos que aun no ha tenido tiempo para causar muertes pero vendrán igualmente y en bloque en breve. Obviamente, la desinformación sobre los riesgos reales de muerte de cientos de miles de alemanes no es ningún «peligro para la democracia».
Tres cuartos de lo mismo ocurre en EEUU. No hay que olvidar que el cacareado confinamiento decretado por el estado de California no solo no afecta a las empresas... es voluntario y el estado no fiscalizará su cumplimiento. Como las acciones anti-epidemia de Trump, es más «teatro de la seguridad» que acción real. Si hacen algo es en realidad evidenciar las carencias de base. Por ejemplo el prometido envío de barcos hospital a Nueva York, es decir, el recurso al ejército, no solo muestra la ausencia de sistemas de salud y emergencias minimamente escalables, es que muestra que ni siquiera el ejército es capaz de responder, ni siquiera en un lugar concreto, a una emergencia sanitaria: los barcos hospital tardarán semanas.
Y a nivel nacional, para qué hablar. No es solo que falten ventiladores en todo el país, es que la ausencia de un sistema sanitario universal se traduce en que en cualquiera de los escenarios de propagación, la saturación de los hospitales será casi inmediata y con ella el aumento de la mortandad. Mortandad y contagios que se verán agravados por una precarización masiva alimentada aun más por la propia crisis sanitaria... y por el plan de choque trumpista que, como los de todos lados, intenta restañar los daños en el capital nacional organizando una transferencia masiva de rentas desde los trabajadores hacia el capital coordinando política fiscal y monetaria.
Nada muy distinto de la reacción del gobierno en Chile: «estado de catástrofe» sin confinamiento y cálculo de futuros casos críticos y muertes como si fuera una fatalidad del ganado. En Argentina, en cambio, el gobierno decretó el confinamiento anoche después de que el cierre de centros escolares y fronteras se demostrara insuficiente y los tiempos de construcción de hospitales demasiado largos para poder incidir en la propagación. En cualquier caso, Argentina, como todos los países semicoloniales, agrega un problema extra: aun si cerrara la estructura productiva que la crisis ha dejado en pie -algo que la burguesía nacional quiere evitar aunque sea a costa de miles de muertos- el 40% de los trabajadores que está en negro pasaría directamente al hambreo. De hecho una buena porción, los más precarios, lo ha hecho ya.
...y la respuesta de la clase trabajadora
En Italia a estas alturas, no hay quien no tenga claro que si las cifras de muertos superan a las de China es porque el capital italiano está intentando mantener la explotación caiga quien caiga. Y ya han caído miles. El desastre de Bérgamo, donde el ejército ha tenido que intervenir para enterrar los cadáveres que se amontonaban, se explica, incluso por el alcalde de la ciudad por los propietarios industriales... y una ley de confinamiento que, como la española, la francesa o la argentina, no incluía el cierre de fábricas y centros de trabajo.
En realidad estaba claro desde el comienzo. Y así, las huelgas que comenzaron en Fiat Pomigliano, Leonardo, el puerto de Génova, todo el Piamonte, Electrolux y el metal se extendieron masivamente por todo el país.
De poco les valió a los sindicatos echarse en los brazos de las empresas y descalificar a los trabajadores a coro con el presidente de la patronal industrial. Empresas de todos los sectores, desde Piaggio a Amazon y desde los textiles de Cornelliani a la Lear de Pozzo d'Adda no se conformaron con las medidas simbólicas y las mascarillas vendidas por los sindicatos. La extensión de las huelgas está consiguiendo, de hecho, el cierre de los principales nodos industriales italianos o, donde menos, como en Arcelor Mittal, reducciones de más del 40% de la plantilla con bajas remuneradas.
El movimiento tuvo sus primeras réplicas en Bélgica. A la que siguió un rosario de luchas en España, especialmente en la automoción -Mercedes, Renault e IVECO- saltando esta semana a electrodomésticos -Balay- y aeroespacial -Aernova. Si el movimiento parece haber remitido en los últimos dos días es porque el gobierno pasó inmediatamente a facilitar a los ERTEs y su masificación. Es decir, despidos temporales durante los que el trabajador cobrará el subsidio de desempleo.
En Francia las primeras noticias de huelga llegaron de Amazon en Chalon-sur-Saône y de la famosa planta de bollería Neuhauser. Poco después, Bombardier fue detenida por los trabajadores. Los fijos cobrarán paro parcial a 82% del salario, aunque la situación de los empleados temporales aún no está clara.
Las últimas más sonadas han sido los astilleros de Saint Nazaire y la fábrica de Saverglass. No tiene visos de parar. Ayer mismo, un trabajador de ID Logistics, también en huelga declaraba: «Nos envían al matadero». Al menos dos fábricas en Austria están en huelga también para parar la producción.
El movimiento no se ha quedado en Europa. Los trabajadores de Fiat Chrysler están en huelga en Canadá. En Brasil a los trabajadores del puerto de Santos (estado de Sao Paulo), el principal de Brasil, siguieron los de CAOA-Chery y tres montadoras de automoción.
Dónde estamos
Por un lado tenemos a prácticamente todos los gobiernos tratando de escabullir incluso la declaración de confinamiento y cuando la hacen evitando cerrar los centros de trabajo. Gobiernos que, al mismo tiempo que, como en España, planean negar los respiradores -es decir, salvar la vida- a los mayores, diseñan y ensayan «planes de choque» contra el impacto económico que no son sino transferencias masivas de rentas del trabajo al capital para «compensarle» por las pérdidas.
Y por otro lado, estamos ante la oleada de luchas más extensa, simultánea e internacionalizada del último siglo. Una oleada de luchas en la que los trabajadores de decenas de fábricas en, al menos, dos continentes, han levantado una misma reivindicación que expresa con claridad el antagonismo abierto entre la lógica del capital y sus estados -mantener la explotación a toda costa, aunque mueran miles de personas- y los trabajadores -salvar vidas, no propagar la epidemia, no contagiar a las familias y condenar a muerte a los mayores.
Es decir, la pandemia ha elevado súbitamente el nivel de contradicciones del sistema hasta exponer al menos dos verdades fundamentales: el antagonismo radical entre las necesidades humanas -la primera de ellas, seguir con vida- y el capitalismo, y la segunda que los trabajadores son el único sujeto político capaz de representar y afirmar en todo el mundo esos intereses universales.