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Los fondos de «recuperación» y la germanización de Europa

06/10/2020 | UE

Alemania. Celebraciones del 30 aniversario de la reunificación. Informe del canal de TV estatal:

El jefe de Estado alemán, Frank-Walter Steinmeier, habló de las fuerzas centrífugas en Europa, los desafíos que plantea la pandemia de coronavirus, la división de la sociedad, el cambio climático y el desmoronamiento de viejas alianzas.

Bastante explícito. Traducido: los temas del momento histórico alemán son cómo evitar el estallido de la UE, la desafección de la pequeña burguesía alemana y cómo mantenerla encuadrada, revivificar el capital nacional y sobre todo cómo no quedar atrás en la competencia entre grandes capitales nacionales pinzados entre el desarrollo tecnológico de China y la tendencia a la guerra comercial de EEUU, o lo que es lo mismo, descolocados entre dos bloques adversos.


El tema de este artículo fue elegido ayer por los lectores de nuestro canal de noticias en Telegram (@communia).


Fondos, rebeldía y disciplina

Los fondos Next, los famosos fondos de recuperación, son macroeconómicamente insignificantes. Pero eso no significa que no vayan a tener un impacto brutal. El primero orientar los capitales nacionales en torno a ejes de desarrollo común (el mantra digitalización y pacto verde) que son, en realidad, formas mancomunadas de organizar una transferencia masiva de rentas del trabajo hacia el capital a través de un cambio tecnológico; el segundo agravar y tender a homogeneizar las condiciones de explotación a través de las famosas reformas a las que están condicionados (pensiones, ‎precarización‎ del mercado de trabajo, etc.). El problema general de la UE como estructura política es que cada paso adelante en este sentido agrava las fuerzas centrífugas y azuza el conflicto entre los distintos capitales y estados nacionales.

¿Por qué? En buena parte por el euro. Nadie niega ya hoy, y de hecho se ha vuelto un tópico recordar que las exigencias de una moneda común generan un flujo de rentas de los países meridionales hacia Alemania y los países denominados frugales. Hay incluso estimaciones alemanas como las de la tabla de arriba que aproximan cifras. No se trata de discutirlas ahora, seguramente se queden cortas, pero dan una referencia. A eso habría que añadir que esos flujos van acompañados de restricciones en la capacidad de endeudamiento de los estados que limitan la capacidad de orientación estratégica de los capitales nacionales. Cuanto menor es la soberanía real -menos pueden gastar- más necesitan de Bruselas y más violentamente luchan por los fondos y porque las directrices políticas, sectoriales o de orientación imperialista no les condicionen aun más.

El problema que el Covid y el agravamiento de la crisis ha acelerado es que, llegados a cierto punto, los costes de ruptura empiezan a parecer menores que el coste de seguir en el sistema. Grecia fue un primer amago. El Brexit el siguiente. Francia primero y más tarde Alemania, se dieron cuenta de que, o se establecía siquiera temporalemente un sistema de compensación mediante transferencias, o las costuras saltarían. Problema para Alemania: el nivel de las contradicciones es tan alto ya que la supeditación de unos capitales a otros, de unos estados a otros es aun más explícita con los fondos... y lógicamente, las confrontaciones se multiplican.

La UE sobrevive pues como herramienta de imposición conjunta de las necesidades del capital en un mercado común, supeditando de paso unos capitales nacionales a otros por mecanismos de mercado azuzados por una moneda compartida y reforzadas por mecanismos de crédito y transferencias puntuales. Pero cuanto más se reafirma como conglomerado de capitales, menos viable es como base de un posible bloque imperialista y mayores son las tensiones políticas con las que carga a sus miembros. Cada renacer europeo reproduce las contradicciones de tal desequilibrio a un nivel mayor.

«Fondos UE: cuando las «ayudas» son recortes, precarización y ataque a las pensiones», 21/7/2020

Solución a la alemana: aprovechar los fondos para disciplinar a los estados más díscolos y mandar una señal a los dudosos. Primer movimiento: un informe de la Comisión sobre el estado de derecho en la UE destinado a desarbolar los argumentos casuísticos de Hungría y Polonia. Segundo paso, azuzar a Holanda que acaba ligando la aprobación de los fondos no solo a la vigilancia de cómo se gaste el dinero en otros países sino al cambio de marco institucional en Hungría, Polonia y, en menor medida, Chequia. Tres paises que, casualmente, solo pueden calificarse en lo económico como semicolonias del gran capital alemán. Tercer paso: propuesta de consenso alemana, retirar fondos solo cuando los fallos en el estado de derecho pongan en cuestión la buena gestión de los fondos. España e Italia han sido los primeros en apoyar, aterrorizados como están sus gobiernos por el retraso ya acumulado en la puesta en marcha.

Pero si juntamos las condiciones de partida con las clausulas sobre estado de derecho, lo que tenemos es que al control directo de una parte crucial de los presupuestos estatales por los países beneficiados por el euro, se suma el que las empresas e inversiones de esos mismos países se tornan intocables por el poder judicial local ante cualquier disputa sobre el acceso a los fondos en aquellos estados señalados de una manera u otra como problemáticos. Una curiosa defensa del estado de derecho.

Soberanía tecnológica europea

Es muy significativo que la Cumbre europea, que iba a estar centrada en China, EEUU y Turquía, destacara como cuestión central la soberanía digital europea. Alemania tiene claro que ha perdido la carrera de la IA frente a EEUU y China. Y cree que Europa está perdiendo la de la tecnología 5G. Parece un hecho que Nokia y Ericsson no pueden competir con Huawei. Pero no va a dar por perdida la industria 4.0 que es el principal producto tecnológico alemán. La digitalización europea toma cada vez más el aspecto de una germanización de la industria bajo la apariencia de un reclamo conjunto de soberanía tecnológica.

Por otro lado, el pacto verde lleva asociado un esfuerzo tecnológico en el que la posición alemana es frágil también. La reconversión de la industria automotriz al coche eléctrico lleva aparejada una carrera por la próxima generación de baterías en la que las grandes empresas alemanas se sienten cada vez más inseguras. Volkswagen aumentó a principios de este año su fábrica de baterías para reducir su dependencia respecto a China mientras otros países como España buscan en Francia y Corea del Sur fabricantes dispuestos a invertir construyendo una planta en su suelo. La sensación de estar perdiendo el ritmo lleva a que tras muchos debates el año pasado y de imponer no pocas trabas burocráticas y políticas, ahora prensa y burguesía alemana aclamen la fábrica de Tesla junto a Berlín como un éxito propio, destacando que Tesla está en la carrera por la nueva generación de baterías eléctricas.

Es decir, Alemania y la UE aceleran el pacto verde sin tener todavía asegurado que les vaya a dar ventajas decisivas en la competencia mundial... e incluso interna más allá de la logística.

Por eso Merkel es al mismo tiempo conciliadora en lo político y agresiva en lo comercial con China. Para el pacto verde europeo, que China tome un objetivo de reducción de emisiones como el que anunció Xi en la 75ª asamblea de la ONU supone un auténtico balón de oxígeno. Tanto porque abre la oportunidad de vender productos y tecnologías verdes como por la promesa de invertir capitales europeos en negocios de producción energética limpia de rentabilidad prácticamente asegurada. Claro, que para eso, China debería abrir sus mercados a la UE, o mejor dicho, a la producción industrial alemana que es la posición europea. Como dijo Merkel al final de la cumbre:

Si no hay acceso al mercado del lado chino para ciertas áreas, esto, por supuesto, también se reflejará en el hecho de que el acceso al mercado europeo será más estrecho.

¿Qué significa la afirmación imperialista de Alemania hoy en Europa?

El llamado fondo de recuperación está convirtiéndose no solo en una forma de acelerar la transferencia de rentas del trabajo al capital en todo el continente, agravando las condiciones de explotación de la gran mayoría de trabajadores, sino también en la vía en que Alemania condiciona el desarrollo de los grandes capitales nacionales del Sur (Francia, Italia, España) y garantiza herramientas para disciplinar a sus semicolonias del Este (Hungría, Chequia, Polonia...) poniendo a sus empresas al margen de los sistemas judiciales locales.

Además, Alemania está condicionando el desarrollo tecnológico de toda la UE a través de la regulación, los estándares y la política comercial y de inversiones para asegurar un mercado cautivo en la digitalización que impulsarán los fondos europeos. Todo al tiempo que convierte al mercado común y los países mediterráneos y del Este en los que quiere invertir China, en la moneda de cambio para garantizar el acceso de sus capitales y productos ligados a tecnologías verdes al mayor mercado del mundo.