La estrategia alemana es desde luego, apoyar a Macron y consolidarse dentro de una UE germanizada sin ceder demasiada iniciativa política a Francia mientras no se consume una unión más profunda: una fusión y concentración de capitales entre las dos potencias. Gran parte de la iniciativa política presentada como más «europeista», como pasar a un impuesto de sociedades único en los dos países, tiene por objetivo acelerar y acompañar ese proceso. El desarrollo del «pilar de defensa» de la Unión, la campaña militar liderada por Francia y cofinanciada por Alemania para controlar el Sahel, las estrategias conjuntas en Siria y frente a Turquía, Rusia y China, están supeditados a ese proceso. Una jugada estratégica de largo aliento que luego se envuelve y se vende con el discurso de «Europa como alternativa global a unos EEUU insensatos». La verdad sin embargo es que el eje franco-alemán está lejos de poder disciplinar Europa imponiendo una reforma de las instituciones comunitarias a la medida de sus necesidades imperialistas.
El grupo de países «nordistas»
Hoy mismo saltaba a la prensa la aparición de un «bloque nordista» en la UE cuyo núcleo estaría formado por Holanda, Irlanda, Dinamarca, Suecia y Finlandia. Países que comparten un alto grado de fusión entre sus grandes capitales con Gran Bretaña (Shell, AstraZeneca, etc.), han sido históricamente contrapeso geopolítico de Alemania y en su mayoría formaron parte del intento británico de crear una alternativa a la CEE en los 60. A estos se sumarían los países bálticos, nacidos ya con una fuerte ligazón a las potencias anglosajonas.Este mal llamado «bloque», sería el continuador de las posiciones «euroescépticas» británicas haciendo propio el «argumentario Schäuble» que el ministro alemán lanzara en su día contra Grecia y los países mediterráneos. Plantean mantener el euro rechazando la mutualización de riesgos y la inevitable centralización de las finanzas europeas en torno a un juego de reglas y unas concentraciones de capital que se darían, en principio, alrededor del «creciente fértil» europeo (de Bélgica al Norte italiano uniendo Francia y Alemania). Es una posición frágil que revela la propia debilidad en la que han quedado sus capitales nacionales ante la perspectiva de un Brexit en el que el lazo que les une a la City de Londres se está viendo cada vez más en cuestión. Se resisten al gran movimiento de concentración de capitales que viene pero no tienen otra alternativa que mantener el entramado institucional y financiero europeo «como está».
El grupo de Visegrado
El grupo de Visegrado está formado por Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungría. Plantaron cara contra la política de refugio de Merkel, negándose a admitir las cuotas y levantando la bandera de un nacionalismo etnicista y cada vez más autoritario. Polonia y Hungría han sido los primeros países en ser puestos en cuestión por las instituciones europeas por sus reformas internas. Hasta hace poco eran el objetivo a disciplinar por Bruselas y Berlín. Pero si Polonia y Hungría ya eran un bocado difícil, la reelección de Zeman en Chequia y sobre todo, la elección del ultranacionalista Sebastian Kurz en Austria, supone un salto adelante que reaviva el peligro de extensión de las tendencias centrífugas de los países del Este. La llamada de atención a Rumanía por su reforma judicial es algo más que una preocupación anecdótica en Bruselas.El área de hegemonía franco-alemana
Los dos principales economías vinculadas al eje franco-alemán, España e Italia, están pasando por una fase de estancamiento político. Si el español preocupa a la burguesía española, temerosa de descolgarse de la ola de fusiones que viene, el caso italiano resulta aun más estresante para las clases dominantes en la medida en que Italia había sido, hasta ahora, aspirante a tercer pilar del eje europeo… y esto le condena a quedar fuera. A pesar de todo, nada cuestiona la lealtad del capital español a la voz de mando alemana, ni la exaltación de Macron en los medios. Cuando hay que arrimar el hombro en el Mediterráneo o Africa Occidental, el eje puede contar con el capital español y dar por hecho que el italiano se mantendrá alineado por la lógica de sus propios intereses imperialistas en el Mediterráneo. España además viene con premio: un Portugal cada vez más huérfano de Gran Bretaña que ha visto su sistema financiero absorbido por el español y que a día de hoy, con un estado dependiente de España para cosas tan básicas como asegurar el riego a los campesinos o luchar contra el fuego, solo puede aspirar a «comunitarizar» todas las políticas públicas que pueda para no caer en aun mayor dependencia de su único vecino terrestre.
Caricatura sobre la «superación» del memorandum y el protectorado europeo sobre Grecia, principal triunfo enarbolado por Tsipras y su gobierno
En realidad el capital griego está descubriendo la oportunidad que desarrollar su imperialismo regional bajo la sombra alemana al tiempo que fortalece los lazos con China. Tsipras ya firmó un AVE con Bulgaria que conectará los puertos griegos con los búlgaros en el Danubio y Mar Negro enlazando con el proyecto chino de ruta de la seda y recibiendo buena parte de su financiación del gigante asiático. Por supuesto, Alemania o China no son cobertura suficiente en caso de que la amenaza militar turca se materialice, pero siempre está Francia para esas cosas. Y de momento la estrategia no podría marcharles mejor: tras organizar la «cumbre balcánica» con Serbia, Bulgaria y Rumanía, Tsipras está reforzando la expansión del capital griego. No ahorra gestos con Serbia y organiza su candidatura a la entrada en la UE mientras asegura los contratos de infraestructuras para empresas griegas. Otro tanto hace en Macedonia, con Merkel haciendo de «poli malo».