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Lo que el coronavirus dejó al descubierto

28/02/2020 | Actualidad

Hace unos minutos el Secretario General de la OTAN anunció que Turquía había invocado el artículo 4 del tratado de la OTAN y que la organización militar realizará una reunión de urgencia. La posibilidad de que la alianza que vertebró el bloque estadounidense durante la guerra fría entre por primera vez en acción a petición de un estado miembro sigue a una escalada militar entre Turquía y Rusia y, ayer noche, a la apertura de las fronteras europeas de Turquía a los refugiados que buscan asilo en Europa. Es lo más destacado de una semana en la que la consolidación de Sanders como favorito en las primarias demócratas y la llegada de la epidemia de coronavirus a Europa han sido los dos temas globales de la semana. En este blog destacamos la revuelta de las islas griegas del Egeo contra la construcción de euro-CIEs en los que encerrar a los refugiados. Pero esta semana son necesarios al menos tres apuntes más: la nueva carrera de armamentos nucleares, la violencia creciente de las negociaciones entre Gran Bretaña y la UE, y sobre todo, la realidad que la amenaza de pandemia ha dejado al descubierto en todo el mundo.

La nueva carrera nuclear

El marco global en el que se desarrolla la crisis turco-rusa no es desde luego tranquilizador. El miércoles, la Comisaria de la ONU para desarme advirtió que «el fantasma de una carrera nuclear desbocada se ha hecho presente por primera vez desde los setenta», dando la alarma sobre la proliferación de una generación de armamento nuclear «más rápida y silenciosa».

No es ninguna exageración, el mismo día supimos que EEUU simuló una guerra nuclear limitada con Rusia la semana pasada. Y «limitada» es en esa expresión lo verdaderamente peligroso: la nueva doctrina nuclear que está consolidándose considera que es legítimo «escalar para desescalar» y que por tanto el uso de armas nucleares no ha de desembocar necesariamente en una conflagración total.

Vuelve la amenaza de un «Brexit a la brava»

La verdad sin embargo es que lo que vemos cada día es un incremento de las tensiones imperialistas en todos los ámbitos. En las instituciones europeas, la noticia de la semana es que Gran Bretaña amenazó con retirarse de las negociaciones con la UE en junio. La declaración de Johnson fue el balance del proceso en el que los británicos y los continentales plantearon sus líneas rojas cara a la negociación que comenzará dentro de una semana. Lo que había de establecer el terreno de acuerdo acabó evidenciando un «curso de confrontación».

Era inevitable. Por un lado la UE endureció la norma de estándares para negociar desde una posición más dura. Recogía así la exigencia francesa de asegurar que los británicos no podrán acceder al mercado sin cumplir las normas comunitarias ganando ventajas por ausencia de regulación. La hoja de ruta de Barnier incluye la exigencia de ausencia de subvenciones a la industria y las barreras no arancelarias a la producción agraria y ganadera (pesticidas, hormonas, tratamientos etc.). Esto «dificultaría gravemente» el acuerdo que Gran Bretaña negocia con EEUU y con el que intenta compensar el inevitable coste de salida.

En realidad, jugar en un espacio político y comercial entre las potencias europeas y EEUU es cada vez más difícil. El Brexit ha sido ante todo una reorientación del imperialismo británico hacia un realineamiento con EEUU que es cada vez más agresivo con sus ex-socios europeos. Es difícil que las suspicacias no escalen cuando los intereses imperialistas son crecientemente divergentes. ¿Quién puede extrañarse de que Le Monde titulara esta semana en portada «Negociaciones sobre el brexit: Londres listo para cualquier cosa contra la UE»?

Lo que el coronavirus deja al descubierto

La epidemia de coronavirus está dejando al descubierto en medio mundo la fractura entre la serenidad impostada de los discursos oficiales y la realidad de una economía desgarrada por un capitalismo renqueante. El mismo origen de la epidemia resulta ser la gigantesca pero oficialmente invisible industria de cría de animales salvajes crecida al amparo de la burocracia regional china, que la ha incentivado durante años, a pesar de conocer los peligros que conllevaba, como forma de paliar el constante empobrecimiento de los campesinos. No es de extrañar que la epidemia esté resquebrajando la credibilidad de la propaganda estatal ni que el estado trate de arrancar de raíz los brotes de conversaciones críticas.

Pero no menos al descubierto quedan las demás potencias. En Japón el número de centros de salud ha descendido durante decenios y el estancamiento del aparato político tiene los presupuestos para enfrentar la epidemia en mínimos. Mientras Abe planteaba esta semana el cierre desde marzo de las escuelas nada se hacía por remediar los gigantescos agujeros de un sistema sanitario dinamitado durante años. Y algo no muy diferente veíamos en EEUU: esta semana Trump se negaba a aprobar la financiación para luchar contra el coronavirus si los demócratas no le permitían recortar los programas contra la pobreza energética.

Otra verdad desvelada por los primeros reflejos económicos de la epidemia es la naturaleza semicolonial de los países exportadores de Sudamérica.

En Chile el peso cayó por la previsión de una bajada de la demanda de cobre desde China. El peso es la sexta divisa del mundo que más cae y la tercera de entre los «emergentes». En Argentina las ventas de carne congelada al gigante asiático bajaron un 30% de diciembre a enero y la soja vio caer sus precios aun más de lo esperado. El capital nacional, entrampado en la renegociación de la deuda con el FMI no tiene otra expectativa que ordenar una subida de retenciones, es decir, ahogar hasta el límite al único sector exportador relevante con el que puede contar. Y ni siquiera puede decirse que sea una novedad, esta es la trigésima ocasión en 62 años. La trampa en la que se encuentra el capital argentino no es coyuntural. Es la manifestación de la imposibilidad de su desarrollo independiente como capital nacional.

Y por supuesto, no es diferente en Brasil, con el real en mínimos y las bolsas en caída. Eso sí, todo bien cubierto por una burguesía financiera reconciliada con la obscenidad y la bruticie evangélica de Bolsonaro a golpe de «reformas» que son ataques cada vez más brutales a las condiciones de los trabajadores.

La última de Bolsonaro fue apoyar una manifestación golpista ultra contra el congreso que le animaba al auto-golpe. La prensa hizo escándalo y puso el foco en el trío de militares «olímpicos», llamados así por haber sido responsables de la organización de las Olimpiadas de Río de Janeiro. Azevedo en Defensa, Ramos en presidencia y Netto en «casa civil» forman uno de los ejes del poder militar que encabeza en el gobierno el vicepresidente Mourao. Ante el escándalo mediático, Lula y el PT empezaron a discutir a puerta cerrada un «impeachment»... pero se dieron cuenta de que no había agua en la piscina: ni hay apoyo entre el capital financiero, que quiere seguir dando cuerda a Guedes, el ministro de Economía y para eso tiene que mantener a Bolsonaro, ni siquiera entre una buena parte de la pequeña burguesía que aunque disgustada con las tendencias golpistas del presidente, está encantada con sus respuestas militaristas ante los episodios de descomposición del estado en el Nordeste.

No faltaron en Europa las obscenidades que nada tienen que envidiar a Trump, desde la discusión de un «gobierno de unidad nacional antivírica» en Italia hasta los que celebraron la caída de emisiones en China por la epidemia. Fue Alemania, sin embargo con esa forma de obscenidad tan característica de la burguesía local, la que dio el tono para el continente al «descubrir» el peligro de la internacionalización de las propias cadenas productivas. La verdad es que casi la mitad de las empresas europeas en China esperan una caída de beneficios del 20% e insisten en que los riesgos se suman a los de la guerra comercial.

La realidad: Europa entera y en especial Alemania, están en una recesión industrial que empuja hacia una recesión general y lastran la capacidad para introducir innovaciones técnicas en industrias tradicionales como la máquina-herramienta o el automóvil... desde antes del primer brote de la epidemia. La epidemia en China está añadiendo eso sí, riesgos a las dificultades propias y a la guerra comercial. El horizonte de una renacionalización de cadenas productivas está cada vez más claro. Y la imposición de los hechos empieza a vestirse impúdicamente de virtud en el debate público.

Y mientras todos tememos que los años de erosión de los sistemas sanitarios públicos -en Grecia e Italia, pero también en Francia, España e incluso en Alemania- conviertan la epidemia, de expandirse, en un caos, en voz baja, en mitad del ruido mediático ensordecedor, nos recuerdan que los seguros de salud privados no cubren el coronavirus a sus clientes. Por si alguna vez pensamos que sus «alternativas» podrían protegernos de algo.

Un balance

Desde el punto de vista de los trabajadores el balance de la semana lleva a insistir en que el desmantelamiento de los servicios públicos de Salud perpetrado por los estados durante las últimas dos décadas, nos coloca ahora a todos y en especial a los trabajadores, en riesgo. Los «planes de contingencia» ante la posibilidad de una pandemia no tienen siquiera en consideración remozar lo erosionado y es dudoso que, en caso de una extensión real de la epidemia, puedan siquiera responder con eficiencia.

Mientras acabamos de escribir este informe, el Secretario General de la OTAN anunció que la organización se reunirá de urgencia a pedido de Turquía, primer estado miembro que ha invocado el artículo 4 del tratado que obliga a los miembros a defender a otros del ataque de un tercero. La «respuesta» rusa ha sido el envío de una armada a la costa siria. La prensa rusa especula ya con un realineamiento de Turquía sobre EEUU y la imposición por la OTAN de una zona de exclusión aérea. De momento, todas las partes están intentando mantener la escalada en los límites del conflicto y el territorio sirio. Pero nada garantiza que siga en ese marco si se enfrentan en combate fuerzas rusas y de la OTAN.

De nuevo, lo que hasta ahora ha sido una lenta degradación, un largo ascenso de las tensiones imperialistas y los roces armados, se convierte en tan solo unas horas en una amenaza para millones de trabajadores. Algo no tan diferente al largo proceso de desmantelamiento de los servicios de Salud que queda al descubierto «de repente» ante el peligro de una pandemia. Ni en un caso ni en otro cabe esperar que el capital y sus estados sepan «contenerse». Un nuevo millón de refugiados que ahora huye en condiciones miserables hacia las fronteras de la UE, pueden contárnoslo.

Lo único capaz de poner coto al desastre en que se manifiesta el capitalismo con cada vez más brutalidad en cada vez más facetas, es la lucha de los trabajadores. La lucha por sistemas sanitarios y de pensiones de acuerdo a las necesidades de las personas es la verdadera defensa frente a las epidemias actuales y por venir. Las luchas contra los sacrificios exigidos por el estado y «la economía», es el único obstáculo real que la guerra va a encontrar. Los enemigos más peligrosos y constantes de las necesidades y la vida humanas están dentro de cada país y no son ni los virus llegados «de fuera», ni los ejércitos de países vecinos.